Prevención del Tabaquismo. v12, n4, Octubre/Diciembre 2010.

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Carta al Director

Tabaquismo y Tuberculosis

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Sr Director: Al reflexionar sobre la relación entre tuberculosis y tabaquismo, uno puede pensar que no existen demasiados puntos en común. Bien distinta es la realidad. La primera vez que busqué puntos de encuentro entre ambas patologías fue a raíz de una interpelación que ‘sufrí’ durante una charla sobre tratamiento del tabaquismo. “¿Para qué es necesario tratar a los fumadores si al final todos acaban dejándolo?” Me espetaron. Bueno, quizás pueda defenderse esa opción, pero al buscar una respuesta, me detuve en recordar la disminución de las tasas de mortalidad por tuberculosis, en el mundo occidental, a lo largo del siglo XX. Uno reconoce que la mayor caída se produjo en las primeras 4 o 5 décadas del siglo, un momento en que el tratamiento farmacológico de la tuberculosis no estaba implantado o simplemente no se había descubierto aún. Esa fue una labor de los servicios sociales y sanitarios, la mejoría de las condiciones de vida de la gente se acompañó de una disminución de las posibilidades de enfermar por el bacilo de Koch y a veces morir. Cuando se analizan las gráficas de mortalidad, la pendiente de la línea pierde su verticalidad y tiende un poco a la horizontal, coincidiendo con la década de los 60 cuando el tratamiento farmacológico ya puede considerarse universal. Es irónico que la mejora general de la forma de vida haya hecho más en contra de la tuberculosis que las isoniacidas, rifampicinas, etambutoles, pirazinamidas y los del 2º equipo. Entonces, recomendemos no tratar la tuberculosis, ¿no? Si total, las tasas han ido descendiendo gracias a que vivimos y comemos mucho mejor que nuestros abuelos y bisabuelos. Nadie en su sano juicio podría estar de acuerdo con eso. Ahora hagamos la extrapolación al tabaquismo, las campañas emprendidas hace varias décadas para control y erradicación de esta plaga, han sido muy efecti-

vas y se han reducido las tasas de fumadores a la mitad o a un tercio de lo que se llegó alcanzar en muchos países occidentales. Por tanto, ¿deberíamos no tratar a los fumadores que no consiguen dejarlo por sus medios? Podemos pensar que poco a poco lo irán dejando. Recordemos el ejemplo de la tuberculosis, igual que tenemos la obligación de tratar a los pacientes con tuberculosis (sabiendo que la parte difícil del control de la enfermedad ya lo hizo la ‘sociedad del bienestar’ hace algunas décadas) los pacientes fumadores necesitan tratamiento, farmacológico, psicológico o ambos (siendo conscientes que los programas de Salud Pública y de otros estamentos políticos o sanitarios nos han allanado bastante el camino). ¿Hay más puntos de encuentro entre tuberculosis y tabaquismo? Existe uno, no demasiado explotado, que es establecer una relación terapéutica entre ambas entidades. Hay evidencia que el tabaquismo es un factor de riesgo para infectarse y enfermar de tuberculosis1. El riesgo relativo entre los fumadores de enfermar de tuberculosis se estima entre 2.33 a 2.66. Este metaanálisis no encuentra, con claridad, relación entre el tabaquismo y mortalidad por tuberculosis. En la cohorte de Doll y Peto2 que investigaba la relación entre mortalidad y tabaquismo de los médicos varones británicos sí que hallan un riesgo de morir por tuberculosis 2.8 veces mayor que en los nunca fumadores. Otros estudios en Sudáfrica3 también demuestran un aumento de mortalidad por tuberculosis entre los fumadores. Cuando los niños están expuestos al humo del tabaco en el hogar, tienen más riesgo de desarrollar tuberculosis pulmonar tras la infección, como se demostró en un estudio de casos-controles4. Todos esos datos nos deben estimular hacia el reconocimiento de la necesidad de incorporar el tratamiento del tabaquismo en las consultas donde se controlen pacientes con tuberculosis. Cuando el consejo mínimo se realiza de forma reglada y repetida es uno de


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