actividades
de
células
y
tejidos,
median
interacciones
intercelulares
extraordinariamente complejas, inducen o suprimen su propia síntesis o la de otras citoquinas o sus receptores, y antagonizan o entran en sinergia entre ellas. Con frecuencia, una citoquina inicial desencadena la expresión de ella y de muchas otras, creando complejos circuitos de retroalimentación. Se denominan citoquinas pro-inflamatorias aquellas que favorecen la inflamación, siendo prototípicas IL-1, IL-6 y TNF- α, y citocinas antiinflamatorias que inhiben la producción de las anteriores, como IL-4 o IL-10. El efecto neto de una respuesta inflamatoria estaría determinado por el balance entre citoquinas pro- y anti-inflamatorias. En las EIMI se desconocen los acontecimientos patogénicos primarios por lo que la fisiopatología y el control de la inflamación son las mejores opciones para su tratamiento. Muchas de ellas son enfermedades autoinmunes y las respuestas inmunológicas
mediadas
por
linfocitos
autorreactivos
B
(producción
de
autoanticuerpos) y T (producción de células efectoras autorreactivas, citoquinas y factores solubles pro-inflamatorios) se mantienen en el tiempo debido a estímulos antigénicos crónicos. En otras no hay producción de autoanticuerpos patógenos, pero en todas ellas hay activación celular y producción de citoquinas. Para la activación celular, las células B necesitan el emparejamiento receptor-antígeno más señales facilitadoras de las células T (citoquinas). Por otro lado, las células T necesitan el emparejamiento receptor-antígeno más señales facilitadoras de las células presentadoras de antígenos (CPA). La cadena de señales comienza con la activación de mastocitos y neutrófilos, y su activación mantenida condiciona la activación de CPA, células T y células B en el proceso de transición durante el que la respuesta inflamatoria innata evoluciona a respuesta inmunológica adaptativa (14,16). En la mayoría de estas enfermedades el TNF es esencial para la completa