Lavandier la dramaturgia los mecanismos del relato en cine, teatro, opera, radio, television, comic

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Ahora bien, si se pretende que el mérito de una obra de arte recaiga en varias personas, ¿no estamos con eso diluyendo el talento? Cuando la crítica Paulina Kaen publicó en 1971 su texto Raising Kane [76] fue un escándalo. En él explica que una parte de la fuerza, la belleza y el interés de Ciudadano Kane viene de su coguionista: Herman Mankiewicz. Y el mismo Orson Welles [159] se atrevió a declarar en 1970: “… hay buenas películas que son obra de realizadores totalmente incompetentes. Son los escritores, los montadores y los actores los que les han hecho el trabajo”. Otro ejemplo: cuando se estrenó Misterioso asesinato en Manhattan, todo el mundo se alegró de encontrarse al Woody Allen de los viejos tiempos, y de hecho la película tuvo mayor éxito en taquilla que los últimos Allen. Si afirmamos que una parte del éxito de Misterioso asesinato en Manhattan es obra de Marshall Brickman, el coguionista de Annie Hall y de Manhattan, decepcionamos. ¡Son palabras sacrílegas! ¡Las películas de Welles y de Allen –como se suele decir– sólo pueden ser obra de una única persona! ¿En caso contrario, dónde está el talento? ¿Diluido en la colaboración? ¡Qué tristeza! ¿Dónde está la nobleza del ser humano, si para hacer una obra maestra tienen que ponerse entre varios? Resumiendo, como nuestra vanidad exige que una obra cinematográfica sea atribuida a una sola persona, le tocó al realizador. Lo cual también es lógico; después de todo, se puede hacer una película sin guionista, sin guión, como una casa sin arquitecto; pero difícilmente se puede hacer una película sin director. Esto, que tuvo un cierto sentido a comienzos de siglo, hoy lo tiene cada vez menos. Como vemos con frecuencia, los hechos cambian más rápido que las mentalidades. Por definición, un autor es aquel que aporta sentido. Para mí, el autor principal de una película es aquel que concibe el generador de sentido más potente, es decir, el lenguaje de las escenas. Es, muy frecuentemente, el o los guionistas, aunque también puede ser el realizador. El autor principal de Psicosis no es el escritor Robert Bloch, ni el guionista Joseph Stefano, sino el propio Hitchcock. Es él quien decidió desarrollar la acción de Marion Crane (Janet Leigh) hasta convertirla en una falsa pista de tres cuartos de hora (ver capítulo 5) 3. Sin embargo, el principal autor de La huella es el guionista Anthony Shaffer, que ideó y destiló las motivaciones de Andrew Wyke (Laurence Olivier) y sus golpes entre dos escenas, y no el realizador Joseph L. Mankiewicz. Un mito bien práctico Naturalmente hay otras razones, además del salierismo, para presentar al realizador como único autor de una película. A un buen número de responsables les interesa que se piense que la realización desempeña un papel capital, que una narración con gancho puede verse reducida a la nada por una realización floja. ¿Por qué? Porque ellos de decantan a la vista de los guiones. Ahora bien, muchas de sus decisiones no se ven corroboradas por el resultado final, tanto artístico, como económico. ¿Qué responder a sus superiores jerárquicos cuando éstos les reprochan haber invertido en tal o cual fiasco? Antes que reconocer que no supieron leer el guión, prefieren defender la idea de que el realizador (o los actores) lo ha (han) echado todo a perder. Estoy convencido de que el futuro del sector audiovisual depende de las competencias de aquellos que toman una decisión con la simple lectura de un guión. Y me gustaría insistir en el hecho de que no basta con leer un libro, éste u otro, para saber evaluar un guión o una obra teatral (ver el capítulo 24). Un día… Tenía que llegar el día en que todo el mundo reconociera la importancia del guión o del texto teatral. En 1983, Patrick Bokanowski [19] partiendo de una idea del pintor e investigador Henri Dimier, según la cual el ojo no es únicamente receptor sino probablemente también emisor, se imaginó una máquina que permitiera a los autores dramáticos grabar directamente sobre un soporte sensible (tal vez materia viva, o microorganismos) las imágenes que se formaban en sus cerebros, lo cual produciría una maqueta de la obra o de la película que tienen en la cabeza. Y Bokanowski concluye: 3

De ahí que la famosa controversia sobre la paternidad de la dirección de la escena de la ducha (Saul Bass o Alfred Hitchcock) me parezca anecdótica.

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