Semanario #823

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Cardenal Juan Sandoval Íñiguez Arzobispo Emérito de Guadalajara

S

FE Y DOCTRINA

Domingo 11 de noviembre de 2012

Santa Isabel de Hungría

e trata de una Santa extraordinaria, casi desconocida entre nosotros, que en cortos años recorrió un largo camino de santidad, y que floreció en un ambiente poco propicio para elevarse a Dios. Santa Isabel es la más bella flor de la espiritualidad de San Francisco de Asís en Alemania y, de hecho, fue contemporánea de ese gran Santo. Nació en Hungría en 1207, hija del Rey Andrés II y de su esposa Gertrudis, quienes, siguiendo las costumbres de la Nobleza, de arreglar matrimonios por conveniencia política, la prometieron al Príncipe de Turingia en Alemania y la entregaron a los cuatro años de edad para que viviera en la casa de sus futuros suegros y creciera junto al que había de ser su esposo. Arrancada tan pequeña de su familia, vivió, sin embargo, una vida de alegría y serenidad en la oración, en los juegos infantiles y en la caridad con los pobres. En 1221 contrajo matrimonio con Ludovico, Príncipe de Turingia, quien fue para ella un esposo amante y cariñoso que compartió su espíritu de piedad y de caridad; ambos trataron de purificar el ambiente feudal de explotación y maltrato a los pobres vasallos. Se cuenta que Isabel no probaba bocado si no le constaba que no era fruto de extorsión o de robo a los campesinos. Su amor a los pobres lo expresaba en abundantes limosnas y atención a los enfermos. El matrimonio duró seis años, pues en 1227 Ludovico quiso participar en las Cruzadas para rescatar la Tierra Santa del poder de los musulmanes, pero murió en el Sur de Italia a consecuencia de la peste, dejando a Isabel viuda con 20 años de edad y tres hijos pequeños y en manos de sus parientes políticos, para quienes llegó el tiempo de la venganza, ya que la despidieron del Palacio, le quitaron sus hijos y tuvo que intervenir el Emperador Federico II para que el cuñado le diera los pocos bie-

nes que le pertenecían. En un terreno de su propiedad construyó un hospital para los pobres y ahí se dedicó a servirlos, aun en los menesteres más humildes. Ella se consagró totalmente a Dios como Terciaria Franciscana mediante los tres votos: de pobreza, castidad y obediencia. Murió consumida por sus penalidades a los 24 años de edad en 1231, y apenas cuatro años después, en 1235, fue canonizada. Se ha divulgado que el Emperador Federico II le ofreció matrimonio, que ella rechazó, y que en 1236, al ser exhumados sus restos, el monarca le colocó en la cabeza la corona imperial que ella no había aceptado en vida. Santa Isabel fue un fruto extraordinario del espíritu de pobreza y de amor al Crucificado, y el cual se difundió por toda Alemania, ya en tiempos de San Francisco de Asís. Supo compartir su amor cristiano y sus bienes con los menesterosos y los enfermos. El Beato Juan Pablo II, en un comentario a la Parábola del rico Epulón y el pobre Lázaro, dice que el rico no fue condenado porque poseyera muchos bienes, sino porque no los compartió con el necesitado.


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