Ponete el antifaz

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algunos escritos de Alberto Ure

hay que tratar de combinarlos. Es un estado de transferencia muy peculiar, porque tiene por objetivo cierta acción específica, a la que debe controlar y a la que coloca en la historia entre otras actuaciones, otros prestigios, el dinero, la crítica. Nosotros tratamos de evitar todo lo que podíamos algo que en nuestro medio y otros se ha desarrollado con prosperidad: suponer que en la vida social las personas se construyen una máscara social que las oculta, que es falsa, que caerá en los ensayos para revelar el verdadero rostro, el auténtico ser de la persona, y que es la verdad del arte. El arte es arte porque es verdadero, y la verdad se garantiza por su naturaleza oculta. Una cualidad de lo valioso es estar oculto y, por trasposición, se presume que todo lo oculto es valioso y verdadero. Desde ya que estas ideas, formuladas de manera más seria, tienen siglos y que no costaría engancharse con cualquier esquema esotérico o místico. El cuerpo como cárcel del alma y todo eso. Pero esto se suele traducir a una persona que no ha sido amada por sus padres, que ha sido tratada como una molestia desde que nació, que no sabe quién es y que encuentra un paranoico grave que les dice: “Todo lo que sos, está mal, mostrame otra cosa que, cuando me guste, vas a ser alguien”. No, nada de eso, por favor. Yo, después de haber pasado por eso en otros campos, como el del lisérgico, creo que solo hay sucesiones de máscaras y hasta simultaneidad de máscaras, que unas te gustan, otras te son familiares, otras te sirven, otras te dan terror y otras te aman, y que, por entre ellas y a través de ellas, circulan como pueden los sentimientos. Hemos tratado de correr toda religiosidad de entrecasa. La religión es la religión y el teatro es el teatro; se conectan, se roban, se alimentan, pero se diferencian, porque hablan de cosas distintas, hasta contrarias. Claro, el teatro puede ser un camino de conocimiento porque, para quien busca un conocimiento, cualquier camino inevitable es bueno si el conocimiento lo está buscando a él. Nos ha interesado que en la actuación haya un goce que se pueda alcanzar algunas veces y que, en esa ilusión, se planteen sus propias leyes. Creo que ahora podríamos entrar en el tema de las técnicas de actuación más directamente, o por lo menos más sinceramente. No me gustaría hablar demasiado de este tema por varios motivos. Primero, porque es un asunto serio y, la verdad, me parece que no sé demasiado, pese a lo que se supone de mí, a los libros que he leído, a la gente que he consultado, a los lugares que he espiado, a lo que he hecho, a lo que me ha preocupado. Yo tengo, es cierto, una sensibilidad particular hacia los actores. Como no los entiendo, trato de oírlos. Y me interesan. No sé por qué, pero me interesan. Pero debería aclarar algo antes. Me llevó muchos años darme cuenta de que lo fundamental era quererlos, y me di cuenta cuando empecé a querer a algunos. Al principio lo único que me proponía era que actuaran como yo quería. Y después no me interesaban más, hasta diría que me molestaban. Con el tiempo, me dejaron de molestar porque yo me había

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