Adolf hittler mi lucha

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Alemania, mientras no haya sentado en el banquillo de los acusados a aquellos alemanes criminales que vendieron y traicionaron su propia patria. ¿Sería imaginable que los representantes de los verdaderos intereses de aquellas naciones que están en situación de pactar una alianza con Alemania, logren imponer su criterio frente a la voluntad del judío que es el enemigo mortal de los Estados nacionales y autónomos? La guerra que la ITALIA FASCISTA sostiene, quizás inconscientemente (aunque yo no lo creo), contra las tres principales armas del judaísmo, es la mejor prueba de la forma en que –aunque sólo sea por procedimientos indirectos- se han de romper los dientes ponzoñosos a esa potencia que se extiende por encima de los Estados. La prohibición de las sociedades masónicas secretas, la persecución puesta en práctica contra la prensa internacionalizada del país, así como la progresiva destrucción del marxismo, frente a la consolidación creciente de la concepción fascista del Estado, harán, en el curso de los años, que el gobierno italiano pueda consagrarse más y más a los intereses de su propio pueblo, sin dejarse influenciar por el silbido de la hidra judaica universal. Más difícil se presenta el problema en Inglaterra. En este país de la “democracia liberal” por excelencia, ejerce el judío una dictadura casi absoluta, valiéndose de la opinión pública. Pero no por eso es menos evidente la lucha constante que allá se libra entre los representantes de los intereses del Estado británico y los defensores de la dictadura internacional del judaísmo. La violencia con que a menudo chocan ambas corrientes, pudo observarse claramente, por primera vez después de la guerra, en la divergente actitud que, con respecto al problema japonés, adoptaron en Inglaterra el gobierno y la prensa. Concluida la guerra mundial, comenzó a recrudecer la recíproca quisquillosidad existente entre los Estados Unidos y el Japón, y era natural que las grandes potencias europeas no quedasen indiferentes ante el peligro inminente de un nuevo conflicto. Los vínculos de afinidad racial no son obstáculo para impedir que Inglaterra vea siempre con cierto sentimiento –mezcla de temor y envidia- el acrecer del poderío internacional de la Unión Norteamericana en todos los dominios de la actividad económica y política. Parece que la colonia de antaño –hija de la gran metrópoli-va camino de convertirse en una nueva soberana del mundo. Comprensible es, pues, que Inglaterra revise hoy, llena de dudas, sus antiguos pactos de alianza y comience a vislumbrar con inquietud el álgido momento en que ya no se dirá: ”Gran Bretaña, la reina de los mares” sino “Los mares de la Unión”. Inglaterra recurre por esto, ansiosa, al concurso del puño amarillo. Mientras el gobierno inglés –pese al hecho del frente común que la Gran Bretaña y América formaron en los campos de guerra europea-no se resolvía a alojar sus vínculos con el aliado de allende el Asia, toda la prensa judía atacaba pérfidamente aquel pacto. En los Estados europeos de hoy, el judío no ve más que instrumentos suyos a quienes sojuzgar, sea por el medio indirecto de la llamada democracia occidental o, directamente la dominación del bolchevismo ruso. Pero no solamente el viejo mundo ha caído en las garras del judío, sino que también al nuevo le amenaza igual destino: Judíos son los árbitros de la potencialidad económica de los Estados Unidos. Demasiado bien sabe el judío que, gracias a sus milenaria adaptación puede socavar pueblos europeos y bastardizarlos, pero comprende, al propio tiempo, que nunca llegaría a someter a la misma suerte a un Estado nacional asiático de la índole del Japón. Finge ser alemán, inglés, americano, francés, más para convertirse en amarillo asiático tendría que salvar un abismo. Y he aquí porqué, sirviéndose del concurso de otros Estados de constitución semejante, intenta romper el bloque del Estado nacional Japonés para librarse de tan peligroso adversario. Como antaño contra Alemania, instiga hoy a los pueblos contra el Japón y no será raro que, llegado el momento, mientras la diplomacia británica crea apoyarse todavía en la alianza japonesa, la prensa judía de Inglaterra exija por su parte, romper lanzas con el aliado y preparar contra éste la guerra de devastación bajo el pretexto de la democracia y con el grito de batalla de: ¡Abajo el militarismo y el imperialismo japonés! El judío, en Inglaterra, se ha vuelto pues insubordinado. ¡En consecuencia, también allí comenzará la lucha contra el peligro mundial del judaísmo! El movimiento nacionalsocialista en Alemania, deberá velar para que, por lo menos en nuestra propia patria, se defina al enemigo mortal y para que la lucha contra él, sirva también a los demás pueblos de guía luminosa hacia un porvenir más risueño en pro de la humanidad aria.

SEGUNDA PARTE


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