SDQ Magazine Edición 06

Page 76

{Por Pablo Ferrer | Ilustración Kilia Llano}

Marco y las marcas Ya está aquí, ya llegó. Marco es preadolescente. Los tenis son mejores si son Munich, Nike, o D&C; la ropa es cheverona si lleva escrito Billabong o Adidas en la etiqueta. — Sí, me gusta AC/DC, papá, pero si el t-shirt negro es de Adolfo Domínguez, mejor. El enano gigante ha sucumbido un poco al bombardeo mediático, a la tiranía colegial que separa a los parias de los jefes. Una batalla perdida… aunque la guerra se ganará, seguro. Porque si algo no tiene ‘por parte’ en los genes es la comem… y así va a seguir, o al menos así intentaremos que siga.

— Papá, tienes que entender que si a ti no te gusta, está bien, pero igual a mí sí me gusta llevar cosas de marca. No siempre, pero a veces, pues sí… Sí, claro, chaval. Papá no es un ejemplo: cualquiera que lo haya visto saliendo en motoconcho cargado con la compra en fundas plásticas de La Sirena puede dar fe de ello (imagen no tan vieja, señores, lo reconozco). Sin embargo, a Marco se le ha enseñado a cuidar las formas. Desde el principio. Porque una cosa es ser pintón y otra cultivar la imagen desharrapada. Como decía mi abuela, el truco es parecer rico siendo pobre, cuidar un poco la percha y la actitud, y tener personalidad. — Cuando dices la percha, ¿a qué te refieres, papá? — A la planta, hijo, a llevar las cosas con cierta gracia. A tener buen gusto sin fijarte en el fabricante. — ¿Y se supone que tú tienes de eso, papá? — (El carajito ha salido burlón) Trato, muchacho, trato. — Ah, vale. Marco me mira de ‘lao’. Le plancho un polo gris Roger Federer de Nike y unos jeans sin etiqueta. Lleva los tenis mameyes que ha puesto de moda Leo Messi en el Fútbol Club Barcelona. “No me voy a peinar, me gusta mi afro”, dice el chaval, feliz porque una mozuela de clase le dijo que le gustaba su corte de pelo, orgulloso del gen Caribe que curva su cabellera en espiral. Le gusta cada vez más esa dualidad suya de tener dos sangres, dos tierras natales, una piel que se pone de un dorado rechulo en cuanto agarra un rayito de sol. No suelta la guitarra: tiene dos profesores criollos de excepción en Leo Susana (que vive aquí en Zaragoza desde hace un lustro, y acaba de ser padre de un chaval que va para figura, llamado Liam Lennon Susana) y Karel Kalaf, ahora en Londres, que le da clase cuando está en República Dominicana con su madre. Este próximo verano se lleva la eléctrica de viaje, para seguir progresando. En noviembre cumplirá 12 años y si su técnica ha mejorado lo suficiente, le tenemos echado el ojo a una Epiphone Casino que cuelga del escaparate en Unión Musical o Taha, las tiendas de instrumentos que visitamos con frecuencia para ver, oler, oír y tocar esos aparatos mágicos que le sacan sonidos al aire. Las marcas, de nuevo. El dependiente Marcelino, que ya es amigo, me ayuda en la cruzada antitontería. — Marco, hay diferencias de una marca a otra, pero lo que importa es cómo suena. Esta guitarra es menos famosa, pero le sacarás mejor sonido. Mira lo que te digo… Marcelino se marca un riff y Marco abre los ojos como platos. Eso sí, le echa miradas de soslayo a la Epiphone, y a una preciosa Gibson Les Paul. — ¿Algún día podré tener ésa, eh, papá? — Claro, chaval… algún día…

Pablo Ferrer Periodista español que vivió varios años en el país laborando en el Listín Diario. Actualmente colabora con diferentes medios de comunicación, es columnista, padre soltero y está especializado en el área de reportajes culturales. Músico de pasión.

76 Junio-Julio 2011


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