Historia de las Antillas, suivi de Historia de las provincias unidas del rio de la plata

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HISTORIA

solo dos ó tres años p a r a r e p a r a r aquellos inmensos desastres. En 1769 la Francia esportaba de la Martinica en 102 b u q u e s , 177,116 quintales de azúcar refinado, 12,579 quintales d e . mascabado, 68,518 quintales de c a l é , 783 toneladas de r o n , 507 de m e l a z a , 150 libras de a ñ i l , 2,147 libras de frutos confitados, 282 libras de tabaco r a p é , 492 libras hilo de a c a i r e l e , 234 cajas de licores, 451 quintales de palo tinte y 12,198 cueros. En 1770, la poblacion distribuida en 28 p a r r o q u i a s , comprendía 12,450 blancos, 1,814 negros libres y hombres de color, 70,553 negros esclavos y 443 negros cimarrones. Desde aquella época la poblacion h a aumentado considerablemente; hoy dia cuenta 116.031 a l m a s , c o m p r e n diendo en este número 78,078 e s c l a vos. Pero de todas las clases q u e a c a bamos de enumerar, la que h a a u mentado mas ha sido la de los negros cimarrones, cuyo número llega en la actualidad á cerca 2,000. M. S c h œ l cher, que y a hemos citado otras v e ces, nos ha dejado acerca sus hábitos y costumbres algunos detalles que creemos interesantes en este lugar. « Separados en pequeños c a m p a mentos de ochenta, ciento, ciento cincuenta y r a r a s veces escediendo de doscientos, establecidos en las c u m bres de montañas inaccesibles, y bajo el mando de un jefe mas ó menos déspota, llevan una vida de salvajes con sus mujeres é hijos. Escapados de las cazas hechas á los negros, no conservan al presenle mas que los r e cuerdos de su angustioso pasado; conténíanse con vivir y limitan su e x i s tencia á la caza ó á la pesca cuando pueden, y velan ante todo por su s e guridad. No se p o d r i a , en buena j u s ticia, oxijir mucho mas de aquellos infelices esclavos, secuestrados del mundo e n t e r o , inquietos, faltos de todo y no poseyendo de la civilizacion sino lo que le pueden a r r e b a t a r en sus escursiones nocturnas. Cualquiera cosa que llevase el c a r á c t e r regular y estable es imposible p a r a ellos; porque se les persigue de vez en cuando, y la primera operacion de los b l a n -

DE

LAS

cos al descubrir una morada de n e gros consiste en p e g a r fuego á sus c a b a n a s , derribar los plátanos y d e s truir los campos de casabe y patatas que hallan. El campamento atacado de aquel modo deja siempre algunos muertos en el mismo l u g a r ; pero i n ternándose los demás en la profundidad de los bosques, todavía virjenes, vuelven á lijarse en olro sitio en donde sea mas difícil encontrarlos. Pero al fin vuelven á ser hallados, porque es imposible que formen el vacío á su alrededor, aunque tienen una h a b i l i dad eslrema en saber preservarse de las sorpresas escojiendo siempre un sitio á propósito rodeado de p r e c i p i cios espantosos; de modo que no p o diendo aniquilarles en masa h a sido preciso decidirse á dejarlos, hasta que descuelle entre ellos un hombre de jenio, que haciéndoles p a s a r al estado de agresores, provoque una l u c h a j e neraí y decisiva. La emancipacion, lo esperamos con confianza, costará sin embargo estas sangrientas consecuencias del hecho esclavo (1). » No hay d u d a . está en la naturaleza del hombre recobrar su perdida libert a d ; pero con todo es de notar que los negros cimarrones solo proceden de los injerios de plantadores de mala índole ó ineptos, y sus decisiones son debidas en su mayor parle ó á un e s ceso de rigor ó bien de debilidad. La emancipacion de las colonias i n glesas ha dado orijen desde algun tiempo á esta parle á una clase de c i marrones de nueva especie. Sabiendo los negros que p a r a lograr poner un término á su esclavitud, queda c o n seguido abordando las islas e m a n c i padas que se desviven sin cesar p a r a alcanzar su objeto; así es que se conceptúan en unos cinco mil los e s c l a vos que de la Guadalupe y de la Martinica han conseguido de esta suerte su evasion. No todos los emancipados logran sin embargo su objeto, puesto que embarcados en frájiles piraguas, sin guia ni brújula alguna, y desprovistos de v í v e r e s , á menudo son pasto (1) De las colonias francesas p. 107 a 110.


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