Leyendas puertorriquenas por Cayetano Coll y Toste (volumen IV) T2

Page 108

104

CAYETANO COLL Y TOSTE

rencia. Al llegar a uní relicario de amatistas les dijo con sinceridad: —Esta alhaja es mi talismán., .! —¿La mascota, como se dice en la jerga moderna? —añadió Concha con franca y sonora risa. Mujer joven, frescota y rubia, de ojos claros. —¿Si, hijas mías! ¡Sienmpre he creído en amuletos! Tengo mis pruebas. Y no dudo que este relicario me ha librado de grandes desgracias y me ha sido propieio mucha veces. En mis buenos tiempos lo usé diariamente prendido en mis batas de piqué blanco, que era como me gu taba vestir. ¡ —Madre, ¿cómo te vas a hacer para dárnoslo a las dos?—exclamó Florencia, criolla modesta, de pelo castaño y grandes ojos negros. —'Eso es imposible, pero el azar decidirá—replicó la buena madre, que quería entrañablemente las dos hijas, de tipos contrarios., —Mejor será que se lo des a Concha, que es tu hija mayor y a mi me darás otra prenda de tu agrado, observó Florencia. —Pues así lo haré, si así lo quieres'—dijo doña Blanca. Y añadió: —EN cambio te daré a ti mi mejor aderezo de brillantes, para que veáis la estimación en que yo tengo mi viejo relicario de amatistas.

II i Pasó el tiempo. Concha y Florencia se habían casado y cada una había fundado su hogar. Un día llegó al pueblo un pintor de miniaturas, que hacía unos retratitos, sumamente lamidos, sobre placas de marfil. Tenían mucha aceptación y eran del gusto del público. Don Fernando Peñafiel, marido de Coneha, dispuso que el renombrado artista hiciera un retrato de él y otro de su mujer, los que quedaron una maravilla de parecidos. Don Fernando pidió a


Issuu converts static files into: digital portfolios, online yearbooks, online catalogs, digital photo albums and more. Sign up and create your flipbook.