Cuba. Tomos II y III : crónicas de la guerra : la campaña de occidente (1)

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CRÓNICAS DE LA GUERRA

plicaban nada que tuviera relación con los sucesos recientes, de suma gravedad para las armas españolas; y si algo decían era tan sólo en menoscabo del jefe supremo del ejército, que después de asegurar la huida bochornosa de Maceo y sus secuaces, éstos y su capitán habían realizado acto de presencia en plaza guarnecida, y estuvo en un tris que no hicieran noche en los camarotes de algún crucero español. Levantamos el campamento á las seis de la mañana, Una sección de caballería tiroteó la máquina exploradora de un tren que se dirigía á Batabanó, y sin otro obstáculo tomamos el camino de Güira de Melena, para situarnos á media tarde en el ingenio Peñalver, en donde se hallaba el brigadier Pedro Díaz con toda la fuerza que tenía bajo su mando, la misma que se separó del Cuartel General en la tarde del 19 de Febrero, momentos antes de efectuarse el combate de Güines. Dicha brigada, al 110 poder incorporarse al cuerpo central después de la penosísima jornada de Moralitos, se corrió hacia el sur de la provincia en donde estableció una base de operaciones; mantuvo en constante alarma al enemigo que operaba por el distrito de Güira de Melena; hostilizó los trenes de la línea del Oeste y de Villanueva, interrumpiendo la circulación en varias ocasiones, y aguardó, en la comarca antes mencionada, el paso de la columna invasora en cumplimiento de las instrucciones que le fueron trasmitidas por el Cuartel General al día siguiente de la acción de Moralitos. La brigada que mandaba Pedro Díaz se hallaba perfectamente organizada, contaba con una brillante oficialidad y 110 le faltaban pertrechos ; tenía además un escuadrón completo para el servicio de exploraciones. La mayor parte de sus componentes procedía de las Villas. Pronto tendremos ocasión de relatar la serie de proezas de esta bizarra tropa en el teatro de Pinar del Río. Cuando Maceo hubo levantado el campo de Batabanó, llegó á dicho lugar, en tren expreso, el general Arólas, para ser testigo de los estragos del asalto. En marcha, nuestra columna, á excepción del tiroteo que sostuvo con los fortines del poblado, no fué menester destacar ninguna fracción para reconocer al enemigo, que acudía tarde en auxilio de Batabanó, puesto que no advertimos señal alguna de su proximi-


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