Español lecturas 5o. Grado

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—¿Dorita? —preguntó él. En unos cuantos pasos, estuvieron frente a frente. La niña lo saludó con la mano. —Sí, Alonso, soy Dorita. Y tras las primeras impresiones y preguntas predecibles, Alonso comprendió que Dorita lo había llevado a su mundo porque necesitaba desahogarse. Era muy aburrido hacer siempre lo que se le ordenaba. Y cuando alguna vez ella tomaba la iniciativa y hacía algo no requerido, la apagaban de un botonazo, con la esperanza de que todo volviera a la normalidad al encenderla; a la rutina, a lo esperado, a lo debido. Durante mucho tiempo, Dorita creyó que ese era su destino, y no había forma de escapar de él. Se había resignado a obedecer eternamente, cumpliendo sin chistar las órdenes dadas. Hasta que lo conoció a él. Alonso parecía tratarla de un modo diferente. Ella lo sentía en la manera en que posicionaba sus dedos sobre el teclado. También lo notaba por la paciencia con la que esperaba a que abrieran las ventanas, dándoles su tiempo, sin cerrarlas. Casi nunca la reiniciaba, ni se pasaba las horas descargando juegos de internet.

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