Español Lecturas 3er. Grado

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Sacarina y Sacarosa Carlos Ramos Burboa

Don Ramón atendía una pequeña tienda de abarrotes, de ésas que cada día se ven menos. Era un buen hombre, pero cuando estaba ocioso, que era la mayor parte del tiempo, le daba por hacer bromas y molestar a los escasos clientes que visitaban la tienda o a los vecinos que pasaban frente a su negocio. Rina y Rosa eran hermanas y vivían a unas cuantas casas de distancia de la tienda de don Ramón, por lo que con frecuencia eran víctimas de las bromas del viejo tendero. Una tarde en que don Ramón acomodaba unas bolsas de azúcar sobre el mostrador, alcanzó a ver pasar a las hermanas que regresaban de la escuela. En un arranque de inspiración, don Ramón levantó el tablón que bloqueaba el mostrador y corrió hasta la puerta, a tiempo para gritar: “¡Adiós, Sacarina; adiós, Sacarosa!” Y luego se desternilló de risa por su ocurrencia, tanto que no pudo terminar de acomodar el azúcar hasta la mañana siguiente. Las hermanas, que nunca habían oído aquellas palabras, no supieron bien a bien a qué atenerse, y sólo pensaron que al pobre don Ramón se le había botado algún tornillo. Esa tarde, su madre les dijo que la sacarina y la sacarosa eran muy parecidas al azúcar, y que don Ramón seguramente estaba jugando con sus nombres, Rina y Rosa, cosas de la ociosidad, de seguro. Con esto se hubiera olvidado el curioso asunto, de no ser por la terquedad de don Ramón, quien, como niño con juguete nuevo, esperaba desde entonces todos los días el re120


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