Revista Acopiadores #20

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Julio 2011

ACOPIADORES 20

El 52 % de los bienes exportados por nuestro país son semielaborados (principalmente expeller de soja), un 35 % son materias primas, y el 15 % restante, alimentos de segunda transformación industrial.

Mucho se habla de la necesidad de convertir a la Argentina en un proveedor de productos terminados, de alimentos y no de materias primas. El agregado de valor aparece en los fundamentos de casi todos los proyectos y sirve de argumento para una multiplicidad de decisiones de gobierno. Sin embargo, detrás del cumplimiento real de esta meta hay un sinnúmero de ineficiencias y falta de estrategias que lo hacen prácticamente imposible. Roberto Bisang es licenciado en Economía de la Universidad Nacional de Rosario y posee un Master of Science en Economía de CEMA. Además, es funcionario de la oficina de la Comisión Económica para América Latina y el Caribe (CEPAL) y, desde este año, miembro del Departamento de Economía de la Facultad de Ciencias Económicas de la Universidad de Buenos Aires donde, hasta hoy, paradójicamente, no hay una cátedra de economía agropecuaria. Para Bisang algunas cosas han cambiado. “Hoy, la responsabilidad de generar buenos negocios internacionales es nuestra. Ya no podemos responsabilizar a los países del mundo, como lo hacíamos hace 20 años atrás, por sus restricciones a las importaciones. En la actualidad, la demanda externa es sustantiva: si queremos exportar diez barcos, se llevan los diez; si queremos quince, se llevan los quince”, sostiene. El punto a analizar entonces es qué estamos exportando, qué le ofrecemos al mundo. Para abordar este aspecto, Bisang trae a colación un trabajo realizado sobre 30 cadenas agroindustriales entre 2007 y 2009. De allí surge que el 52 % de los bienes exportados por nuestro país son semielaborado –principalmente expeller de soja–; un 35 % son materias primas, y el 15 % restante alimentos de segun-

da transformación industrial. Entonces: “la Argentina es un exportador de productos básicamente primarios y semielaborados, no así de alimentos. Y flaquea mucho en la comercialización de alimentos terminados como fideos, hamburguesas o vinos con marca, para el mercado ABC1 europeo”, detalla el economista.

¿Y EL VALOR AGREGADO? La pregunta de por qué nuestro país continúa exportando materias primas y productos semielaborados no se hace esperar. Es aquí donde el especialista sostiene que se trata de un problema de foco, o de estímulo y castigo, por decirlo de otro modo. En su opinión, el dispositivo de regulaciones que existe en nuestro país en términos de comercio exterior se basa más en el nivel de cambio que en una política proactiva de diferenciación de productos que promueva a aquellos con mayor valor agregado. “Por ejemplo, las retenciones no están escalonadas para que sea conveniente exportar productos cárnicos terminados. El pellet de soja paga un 35% y para la exportación no suele haber problemas con los ROE. Ahora bien, si quisiéramos convertirlo en carne de exportación, aunque las retenciones sean menores, los ROE y los encajes les generan a los exportadores un nivel de incertidumbre tal que es preferible vender en el mercado interno. En la medida que en el mercado interno los precios estén sostenidos y la hacienda sea escasa, no tiene sentido tomar riesgos”, ejemplifica. Bisang también considera que en la Argentina existe un problema interno y en muchos casos impositivo: “algunos insumos agropecuarios pagan una tasa superior a la del producto final, con lo cual 23


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