Historiacriminaldelcristianismodeschnerkarlheinztomo2 130429083748 phpapp02

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dignamente a la Iglesia con sus costosas bibliotecas, sus recipientes de oro, sus vestidos de púrpura y sus magníficos altares. Lo mismo que Pedro tuvo que ir a Roma con un bastón de peregrino para conquistar la fastuosa, rica y repleta ciudad, sus sucesores, con el cambio de los años tuvieron que hacer del bastón de madera uno de oro y calzar los pies con sandalias de púrpura para proteger y mantener a la desgarrada, saqueada y abandonada”.516 Precisamente bajo Dámaso I (366-384), servidor del Altísimo desde su juventud y llamado “lisonjeador del oído de las damas” (matronarum auriscalpius) por sus hermosos sermones, que estimulaban sobre todo a las mujeres, se produjeron luchas mucho más violentas que nunca; intrigas, difamaciones y también oscuros negocios financieros, que a los investigadores les recuerdan los papas renacentistas. Este primer “representante” en cierto sentido destacado, pero difícilmente adivinable en sus intenciones, que entonces contaba ya sesenta años, experimentó claramente la atracción del poder y gobernó mucho más tiempo que cualquiera de sus antecesores, dieciocho años. “Fuera de toda medida humana”, escribe Amiano. Dámaso y su oponente Ursino ardían por “alzarse con la sede episcopal”. Mediante el terror y el soborno acabó venciendo Dámaso, que primero había jurado fidelidad al papa Liberio, que le había nombrado diácono, pero que cuando gobernó el antipapa Félix había tomado partido por él, para volver de nuevo con Liberio cuando éste regresó.517 Apenas habían acabado los funerales de este último el 24 de septiembre, cuando una parte del clero nombró al diácono Ursino como su sucesor y de inmediato le hicieron consagrar en la basílica de Julio (Santa María del Trastévere) por el obispo de Tívoli. Mientras tanto, la mayor parte del clero se encontraba todavía en San Lorenzo, en Lucina, ocupados con la elección de Dámaso, que de nuevo había abandonado el partido de Liberio y conducía a la victoria al del vencido (anti)papa Félix: preludio de meses de tumultos en la “santa” Roma, en la “capital de la religiosidad” (cf. Sozomenos). Se produjeron batallas en toda regla en calles y plazas, las basílicas se inundaron de sangre. Aunque para Dámaso toda la Iglesia católica era “una única estancia de Cristo”, la romana tenía algo especial, “antepuesta a las otras Iglesias [...] por medio de la palabra de nuestro Señor y Salvador en el Evangelio, que le ha concedido la primacía al decir: “Tú eres Pedro y sobre esta piedra quiero construir mi Iglesia “. Dámaso no olvidó recordar a san Pablo que “bajo el emperador Nerón alcanzó gloriosamente el mismo día que Pedro la corona del martirio”, y mediante este doble “triunfo venerable” la Iglesia de Roma “se había situado por encima de todas las otras ciudades del mundo entero. Por tanto es la primera sede del apóstol Pedro la romana, que no tiene ninguna mancha ni arruga de ningún tipo [...]”.518 516

Gróne 98.

517 Ammian. 27,3,11 s. Avellana 1,9. (CSEL 35,4). Hieron. vir. ill. 103. LThK 1.a ed. III 133, 2.a ed. III 136 s. Seeck, Untergang V 71. Caspar, Papsttum 196 s. Gontard 109. Kohns 94 s. Kühner, Imperium 40 s. Schneider, Christiiche Antike 323. Denzier, Das Papsttum 113. Gelmi 58. 518

Coll. Avell. 1,5 s. Ammian. 27,3. Soz. h.e. 3,8,5. LThK la ed. III 133 s, 2.a ed. U! 136 s. Pauly

Historia Criminal del Cristianismo Vol. II

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