1998 helio piñon, curso básico de proyectos en arquitectura, (upc)

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formalidad como ámbito específico en el que se da la concepción espacial que identifica y singulariza al objeto, la imaginación asume un cometido totalizador que desborda su competencia: proyectar imágenes que den cuenta de la totalidad de un objeto sin forma. El desplazamiento de la identidad de la obra desde el ámbito de la estructura visual al de la pregnancia figurativa es un hecho esencial que deriva de la crisis de la concepción moderna que había provocado el correctivo realista. La fortuna de la imaginación supone, pues, un paso atrás en el proceso de formalización del espacio que con la modernidad se inicia: reactiva la proyección sentimental -Einfühlung- frente a la abstracción, invirtiendo el sentido de progreso en la historia del arte que Worringer describe en su conocido ensayo. La complicidad sentimental es en la nueva situación el único modo de experimentar el arte; desvanecida la idea de juicio estético, no hay otra vía de acceso a la obra que una sintonía afectiva con ella de cariz claramente romántico. Poco amigo de la disciplina, el imaginador se mueve a sus anchas en el ámbito de lo particular; confunde a menudo lo subjetivo con lo individual, y desconfía de cualquier criterio o sistema por si acaban despersonalizando su obra; renuncia a la universalidad, aquello que confiere abstracción a la acción subjetiva, por miedo a incurrir en convenciones. Desconfía de cualquier reflexión sobre su obra, incluso del propio juicio sobre ella; en realidad, la desprecia: sólo se gusta a sí mismo proyectado en ella.

Si se actúa, en cambio, en el marco de una idea de arte fundada en la acción estructurante del sujeto, regulada por una aspiración consciente a lo universal, se reinstaura el objeto en el ámbito de la consistencia formal que lo identifica y le confiere singularidad. La capacidad de juicio, de reconocimiento de forma, es ahora la facultad que relaciona la concepción y la experiencia de la obra; capacidad que presupone el juego libre de las facultades del conocer : imaginación y entendimiento. Facultades que contribuyen a una acción creativa que las trasciende y culmina en un acto supremo de intelección visual. Resituada en el ámbito de su competencia, la imaginación sería de nuevo una condición del juicio que está en la base tanto del reconocimiento como de la creación de forma. En tanto que facultad de representar idealidades, la imaginación atribuye consistencia visual al sistema de conceptos heterogéneos sobre el que se apoya la concreta formalidad de las obras de arquitectura: ese es su cometido esencial, su contribución decisiva a la concepción como momento intenso de la práctica del proyecto. Descargada de cometidos que le son impropios, la imaginación dejaría de ser la alternativa patológica de la concepción, para convertirse en condición necesaria de su posibilidad; se alejaría de cualquier ansia de innovación característica de mercados siempre insatisfechos, para recuperar su condición de facultad básica del pensamiento visual: estímulo y, a la vez, instrumento de verificación de la formalidad de lo concebido. Se desharía, por fin, la paradoja que acompaña a la ma-

© Los autores, 1998; © Edicions UPC, 1998.


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