H. P. BLAVATSKY
Isis Sin Velo Tomo III
Los teólogos están encerrados en la alternativa de confesar o que Moisés era un impostor o que los libros a él atribuidos son una compilación de textos escritos en diferentes épocas por distintos autores. En ambos casos pierde el Pentateuco todo derecho a que se le considere fruto de la revelación divina. Está, por lo tanto, sin resolver en la Biblia el problema de la palabra del Dios de verdad, pues, según el texto, dijo Dios a Moisés: Yo el Señor, que aparecí a Abraham, a Isaac y a Jacob en Dios omnipotente. Y mi nombre de JEHOVAH no lo manifesté a ellos
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En cambio, tenemos contradictoriamente aquel otro pasaje que dice: Y llamó el nombre de aquel lugar, Jehovah–jireh (el Señor ve)
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¿Qué pasaje es el verdadero e inspirado? ¿Cuál el mentiroso y falso
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Marción y los gnósticos tenían por engañosa la idea del Dios encarnado, y negaban, en consecuencia, la realidad física del cuerpo de Cristo, que decían era pura ilusión, pues no estaba formado de carne y sangre humanas, ni había nacido de mujer, ni su naturaleza divina pudo contaminarse por el contacto de la pecadora carne. No admitía Marción más autoridad apostólica que la de Pablo, cuya predicación se ajustaba al puro evangelio de verdad, sofisticado por los demás apóstoles con mezcolanzas de la 505
ley mosaica . Podemos añadir, por último, que la exégesis moderna, cuya escrupulosidad data de fines del siglo XVIII, considera que el texto ordenado por Marción sobre el Evangelio de San Lucas, único del que supo algo, es mucho más fiel y exacto que el correspondiente de los sinópticos, y así dice muy bien el autor de Religión sobrenatural que “a Marción le debemos el verdadero texto de la oración dominical”
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Si de las sectas cristianas pasamos a la de los ofitas, que estaba en su apogeo en tiempo de Marción y los basilideanos, hallaremos en ella el fundamento de las herejías de todas las otras. Como los demás gnósticos, repudiaban por completo los textos 502 503
Éxodo, VI, 3. Génesis, XXII, 14. – Se refiere el pasaje al lugar donde Abraham iba a sacrificar a su hijo Isaac.
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Para escapar del dilema en que les prende la contradicción entre Abraham y Moisés, podían requerir los teólogos el auxilio de los jesuítas, sobre todo de los que han estado en las misiones de la India, pues como nada les desconcierta, dirían con la mayor frescura que Abraham aprendería el nombre de Jehovah de boca de Moisés. De esto son capaces quienes se atribuyen la invención del sánscrito, la publicación de los libros de Manú y la composición de la mayor parte de los Vedas. 505 506
Religión sobrenatural, II, 107. Id. íd. II, 126. 145