La levedad del ser se manifestó, a través, del perfume de la flores que él le trajo, y que ella valoraba con liviana anticipación (Sandricuentos 78). Ese fue el día en que ambos encontraron similitudes. Algo los hacía cómplices: el cariño y el respeto mutuo (Sandricuentos 77). Los dos llegaron con un regalo. Presentaron sus nuevos hogares. El
viaje sobre ruedas finalizó en un mismo destino." (Sandricuentos 76) "¡Pasas y calabazas! ¡Canción de niña; constructora de casas! Tus dones son gracia, tus dones son gracia... (Sandricuentos 75). Él, que todo lo sabía, la miró con compasión. Luego le exclamó: _ ¡Aférrate a mis rayos!_ Ella, sin titubear, lo hizo y de pronto, su gélida mano comenzó a brillar (Sandricuentos 74).
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