Leo Castillo - Los malditos amantes

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¡Llueve! I ¡Alborotada niña de los rizos de plata! lluvia pianista, cómo vienes y vences siempre gratis y de nuevo nueva la magia antigua de tu música aportando a esta sola orilla de silencio donde se crispa mi ser y fresca me sabes a la calle sacar. Lluvia de los niños jubilosos del sapo concertino, de las lombrices y de la siembra lluvia para tu pública disertación disponible llevo siempre mi oreja decididamente a la orden para tu ocioso reclamo. II La lluvia me lava el rostro cuerpo abajo se lleva la sal de mi piel y me endulza los labios. Del olivo se desprende un sonoro revoloteo: la evidencia verde en el pico la paloma vuela a proclamar que el mundo no se fugó con la lluvia. Como aquel anciano egiptano vengo de la lluvia con ingenuos ojos y como él busco entre las nubes el bellísimo arco de Dios. 37


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