El sendero del mago

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cerca de la cueva, el hacha se le resbaló de las manos y en un segundo le atravesó el zapato y por poco le cercena los dedos. Al oír su grito de angustia, Merlín salió rápidamente de la gruta y ponderó el estado del zapato. “Cada vez mejor”, dijo suavemente. En ese momento, Arturo no pudo contenerse más. “¿Cómo puedes alegrarte cuando me lastimo?”, exclamó. “¿Alegrarme? ¿De qué estás hablando?” Merlín parecía sinceramente confundido. “Crees que no me doy cuenta, pero cada vez que me sucede algo malo, pareces complacido”. Merlín arrugó el ceño. “No debes escuchar las conversaciones que no son para tus oídos, especialmente si son mis conversaciones internas”. Esta respuesta sólo hizo que el niño se sintiera todavía más herido. Estaba a punto de salir corriendo para escapar de la frialdad de Merlín, cuando el mago le puso la mano en el hombro. “Crees comprenderme, pero no es así”, dijo. Y prosiguió con voz más suave. “No me alegraba de tu desgracia. Me alegraba de tus escapadas. ¡Si sólo supieras que esos accidentes habrían podido ser mucho peores!” “¿Quieres decir que me salvaste del peligro?”, preguntó Arturo asombrado. Merlín sacudió la cabeza. “Tú te salvaste a ti mismo, o por lo menos estás aprendiendo a hacerlo. Los accidentes no existen, a pesar de lo que ustedes los mortales creen. Sólo hay causa y efecto, y cuando la causa está muy lejana en el tiempo, el efecto regresa cuando ya se ha olvidado. Pero puedes estar seguro de que todo lo que te ocurre, bueno o malo, es el resultado de alguna acción pasada”. Como era joven y además confiaba en su maestro, Arturo no rechazó esa nueva noción y reflexionó durante unos instantes. “Estás diciendo que estos percances son como el eco. Si hubiera gritado ayer y el eco hubiera esperado hasta hoy para retornar, yo ya lo habría olvidado”. “Exactamente”. “Entonces, ¿cómo es posible que esté aprendiendo a prevenir esas reacciones tardías si ya las he olvidado?”, preguntó el niño. “Porque estás más alerta. Las acciones regresan a nosotros una y otra vez desde distintas direcciones. Son tantos los tipos de causas y efectos que funcionan a nuestro alrededor, que debemos estar alerta para verlos. En el universo nada sucede al azar. Tus acciones pasadas no regresan para castigarte sino para llamar tu atención. Son como pistas”. “¿Pistas? ¿De qué?” Merlín sonrió. “Si te dijera dañaría la pista. Baste con decir que tú no eres quien crees ser. Vives en muchos planos de la realidad. A uno de ellos lo llamaremos el espíritu. Imagina que no te reconoces como espíritu, pero que tu espíritu si te conoce. ¿Acaso lo más natural no sería que te llamara? Las pistas que caen del cielo son mensajes del espíritu, pero debes estar alerta a captarlas”. “Pero lo único que hice fue cortarme el zapato con el hacha y casi quedar aplastado bajo un árbol. Fue una


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