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SalamagA Contenido Digital “Una Ventana para los Refugiados Under del Mundo” Número 06 - Año 01 Viernes 21 de mayo de 2010 copyrigth© Contenido Protegido Reservados sus Derechos en el hospicio, todos se saludaban, como se saludan hoy en Buenos Aires, ¡Chau amigo!, ¡Qué hora es amigo!. ¡Hey amigo, tenés unos pesos!, ¡Qué calor amigo, tenés una moneda para la birra!, ¡Ha, ¿qué onda amigo!, y siempre con esa toma de papada tan especial, que no sé como llamarla, y dispuestos siempre al “mangazo”. Los amigos de Buenos Aires, ¡son tan amigos!, que te dan ganas de matarlos, a veces. ¿Serán iguales los israelíes?. Bueno ahora puede ser. Hoy están en condiciones de llamar “AMIGO”, al mismo Hitler. “otro loco hay en Chinchilla” diría un loco gallego. ¡Hay San Mauricio!, ¡Qué suplicio! Dicen que Hugo Chavés, presidente venezolano, usa camisa roja por si alguien lo ataca y lo hiere con un arma de fuego, de esa manera disimularía la sangre que manaría de la herida, para no desmoralizar al pueblo. Aquí en Argentina se pudo, de esa manera, comprobar por qué algunos de nuestros políticos usan pantalones marrones, en sus jornadas de trabajo… Diría un loco amigo, “el que quiere oír que oiga,”.¡Venía un villano vestido de verde! ¡Hay don Zabordo, como sois de sordo! Que loco, tan loco debe ser el loco que dice estar loco. Pero más loca es esta humanidad cuando dice que cuerda está. El loco que es loco siempre es feliz, porque al estar loco ve al mundo con su propio matiz. En España hay un mito, que es muy útil tenerlo en cuenta cuando resulta imposible conocer al autor de alguna acción porque todos los testigos callan o se solidarizan entre ellos asumiendo la responsabilidad de un acto. Perdón ténganlo en cuenta pero, por favor no lo lleven a cabo nunca, nunca, nunca, nunca, nunca. El mito afirma que en Pontevedra, España, hubo un sacerdote conocido con el nombre de Meco. Este cura de ocupaba en perseguir y seducir a las jóvenes aldeanas, tal es así que obsesionado en su furiosa pasión por una moza del pueblo, llegó a forzarla y someterla cruelmente, para después amenazarla con el poder que la Iglesia le había otorgado (DICE San Agustín, “la Iglesia es Santa y prostituta”), pero este horrendo hecho no quedó impune, pues un día se juntaron varias mozas en concejo, le tendieron una trampa y lo ahorcaron colgándolo del campanario. Cuando la justicia preguntó “¡Quién mató a Meco?. Todas las mozas del pueblo se responsabilizaron del crimen, Y

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