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Pausa y reflexión Cierra los ojos. Haz unas cuantas respiraciones profundas de relajación y toma contacto con un lugar de paz de tu interior. Con los ojos de tu imaginación, ve a tu pareja y durante estos momentos suspende todo juicio o crítica. Ve la realidad que hay más allá de su personalidad, su apariencia física, sus subpersonalidades y sus temores. Ve su luz, su integridad y su inocencia esencial. Abre tu corazón... no te refrenes.

Aun cuando uno no esté enfadado con su pareja, es muy útil y sanador hacer este ejercicio regularmente, como expresión del deseo de paz interior y de crear una relación amorosa. Relacionarse de ese modo siempre favorece la ternura, la seguridad y la comunicación en el nivel más profundo. La comunicación más efectiva es una consecuencia de la buena disposición a recordar esta realidad del Yo esencial del otro. Si sientes que te falta algo y tienes necesidad de comunicarte para resolver un problema determinado, habla desde tu Yo al de tu pareja. Dile toda la verdad de tu experiencia. Comunícale tus percepciones; reconócelas como propias. Comunica tus sentimientos, siempre manteniendo el corazón abierto. Si tienes miedo, dile eso al compasivo Yo de tu pareja. Si sientes frustración, asume la responsabilidad de lo que deseas, de lo que temes, de lo que necesitas... y no dudes en comunicárselo a tu pareja, de Yo a Yo. Si sientes algo apasionadamente, dilo, pero díselo a su Yo. Mantén abiertas las líneas de comunicación. Perdón e infidelidad. La infidelidad sexual suele ser una de las experiencias más dolorosas y destructivas que ocurren en una relación monógama. (Llamo n i fidelidad sexual a la relación sexual extraconyugal que se tiene en secreto y a escondidas del cónyuge.) Esta ruptura de la confianza destruye la intimidad de la pareja, porque no puede haber intimidad cuando hay mentiras y secretos. El descubrimiento de éstos normalmente conduce a una crisis, y muchas personas traicionadas continúan sintiendo rencor durante toda la vida. Las consecuencias de afrontar la verdad de lo ocurrido pueden llevarnos a abrir la puerta a los abogados para el divorcio o a abrirla, junto con nuestra pareja, a una relación más íntima y sincera que la que teníamos hasta ese momento. Yo recomiendo encarecidamente buscar el apoyo de un consejero matrimonial para que ayude a tratar los problemas que se dan en esa situación. Si hay un compromiso mutuo para restablecer y recuperar la relación, es posible hacerlo... y se debe trabajar para lograrlo. Restablecer la confianza exige honestidad. Requiere mirar con sinceridad la relación y los sentimientos y verdades de cada miembro de la pareja. Por parte del que tuvo la aventura exige disposición para reconocer que es responsable de su comportamiento y a aclarar su compromiso. El doctor Frank Pittman, autor de Private Lies: Infidelity and the Betrayal of Intimacy [Mentiras íntimas: La infidelidad y la traición de la intimidad], escribe: «El problema no es de emoción sino de elección: si se ha abandonado o no el compromiso del matrimonio». Para restablecer la confianza es preciso explorar las propias motivaciones y tratar de comprenderlas. Para que la relación realmente sane, la persona que ha tenido la aventura habrá de estar presente y escuchar la rabia, la cólera, el dolor y los temores de su pareja. En un artículo dirigido a los hombres, sobre el hecho de confesar su infidelidad a su esposa, Pittman escribe: «Ella va a necesitar expresar su rabia y su dolor. [...] Su enfado es una parte necesaria en el proceso de reparación. Acepte la rabia. Se la ha ganado. Bajo ella hay un gran dolor, el miedo de perderlo a usted, temores con respecto a su propia incapacidad e inquietudes sobre cómo pudo haber sido tan ciega para no darse cuenta antes de la aventura. Está asustada. [...] Tiene miedo de volver a confiar en usted. Se siente desgarrada entre el deseo de que usted la consuele y el deseo de ser ella misma, independiente de usted, y de no volverlo a ver jamás. Ella necesita sentir y pasar por todos esos sentimientos, y eso lleva un tiempo. No intente acortarlo». Con sinceridad y una auténtica disposición a volver a comprometerse en la relación y a trabajar con los problemas, la relación puede hacerse con el tiempo más fuerte e íntima que nunca. Historia de Joyce. Durante un tiempo había tenido el presentimiento de que había algo entre Ted y Ann, una mujer que trabajaba con él. Una noche Ann llamó a casa para decir de manera algo espectacular que se iba a quitar la vida. Mi primera reacción fue tratar de tranquilizar a Ted. -No te preocupes -le dije-. Todo irá bien. Llama a su marido. Es asunto suyo, es su responsabilidad. Le pregunté si estaba liado con Ann y él lo negó. -No, no estoy enredado con ella.

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