CUENTOS PARA MORIRSE DE RISA

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LA ÚLTIMA NOCHE Sergi Serra, Grup D3 Hoy había sido un día normal. Todo empezó en el restaurante donde estaba cenando aquella noche, después de salir del trabajo. A mitad de la cena el móvil sonó. Era Juan, mi hermano. Me advirtió que mi vida estaba en peligro. Me dijo, que había llegado a nuestra casa una nota anónima con amenazas de muerte. Yo y mi hermano vivíamos juntos des de que nuestros padres fueron asesinados a sangre fría, cuando solo teníamos diecisiete años y el asesino jamás se encontró. Sin pensármelo dos veces, me levanté de la silla, y salí a la calle a toda prisa para llegar cuanto antes a casa. Estaba oscuro y hacía frío. El aire estaba cargado de tensión. De repente escuche unos pasos lentos y suaves detrás mío, como si estuvieran siguiéndome des de lejos. No quería girarme. Sabía que nada bueno me pasaría, hasta temía por mi vida. Al llegar a la esquina dejé de escuchar los pasos. Paré de andar y me armé de valor. Giré la cabeza lentamente y medio de reojo lo vi. Se había parado en medio de la calle, estaba inmóvil. Me lanzó una mirada con sus ojos rojos y centelleantes. La sangre que me corría por las venas empezó a hervir, mis músculos no respondían y era incapaz de salir corriendo en dirección opuesta. Él se acercaba con un paso lento y firme. Me sentía indefenso. Probé a pedir ayuda, pero mis gritos, se quedaron en el aire, esperando una respuesta que no llegó. Cada vez lo tenía más y más cerca. Mi cuerpo me pesaba cada vez más, parecía que me hubiese paralizado, y fue en ese momento que le vi en el bolsillo derecho de su chaqueta de piel el mango de un cuchillo. Ese mango, me resultaba familiar, no sabía donde, pero estaba seguro que ya lo había visto antes. Empecé a retroceder medio temblando mientras notaba cómo mis piernas me fallaban. En un instante se abalanzó sobre mí, y me derrumbó con su ancho hombro. Se me puso encima, inmovilizándome por completo. Noté como la hoja del cuchillo me rozaba el cuello. Sin poderle ver la cara del todo, por falta de luz. Fue entonces cuando reconocí el cuchillo. Era el que había visto en asesinato de mis padres. La historia, se volvía a repetir después de nueve años, sabiendo que nunca descubriría el por qué. De repente, los faros de un coche se encendieron e iluminaron el rostro de mi agresor. -¿Juan...?


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