"Nuestro Hogar"

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puerta y casi me tambaleé ante la angustiosa sorpresa. Treinta y dos hombres de semblante patibulario permanecían inertes en lechos muy bajos, evidenciando apenas leves movimientos de respiración. Haciendo un gesto significativo con el índice Tobías aclaró: –Estos sufridores padecen un sueño más pesado que otros de nuestros hermanos ignorantes. Les llamamos creyentes negativos. En lugar de aceptar al Señor eran vasallos intransigentes del egoísmo; en lugar de creer en la vida, en el movimiento, en el trabajo, admitían solamente la nada; la inmovilidad y la victoria del crimen. Convirtieron la experiencia humana en constante preparación para un gran sueño, y como no tenían la más ligera idea del valor del bien, al servicio de la colectividad, no tienen otro recurso que el de dormir largos años en pesadillas siniestras. No conseguía manifestar mi espanto. Con mucho cuidado Tobías comenzó a aplicar pases de fortalecimiento bajo mi mirada atónita. Terminada la operación en los dos primeros, comenzaron ambos a expeler una substancia negra por la boca, una especie de vómito obscuro y viscoso con terribles emanaciones cadavéricas. –Son fluidos venenosos lo que secretan –explicó Tobías con mucha calma. Narcisa hacía lo posible por atender prontamente la tarea de limpieza, pero era en balde. Gran número de ellos dejaba escapar la misma substancia negra y fétida. Fue entonces que instintivamente tomé los utensilios de higiene y me lancé al trabajo con ardor. La servidora parecía contenta con el auxilio humilde del nuevo hermano, al paso que Tobías me dispensaba miradas de satisfacción y de agradecimiento. El servicio continuó durante todo el día, costándome bendito sudor; y ningún amigo en el mundo podría valorar la alegría sublime del médico que recomenzaba la educación de sí mismo en una rudimentaria enfermería. 134

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