Francisco Rivas - 1212 Las Navas

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No obstante, también era consciente de que, en tanto que persona cercana al rey, un grave deber recaía sobre él. Como hombre sabio y prudente que era, cualidades por las cuales ostentaba el puesto que le correspondía, sabía que un gran ejército era un arma de doble filo: sin disciplina, sin liderazgo y sin una buena coordinación, el número se hacía más un estorbo que una ventaja. Llegaba, además, avisado de los desórdenes que habían ocurrido, y se daba cuenta de que tendrían que ponerse manos a la obra para gestionar los recursos, materiales y humanos, que la Providencia había puesto a su cargo. No pasó mucho tiempo hasta que el monarca convocó una reunión con todos los notables que pudieran informarle del estado del ejército y asesorarle sobre qué medidas tomar. Reunidos todos, el arzobispo Ximénez de Rada le explicó la situación al rey, quien asimismo le interrogó: —¿De qué provisiones dispone el ejército? —Tenemos bizcocho y legumbres en abundancia, mi señor. También hay queso, ajos, cebollas y carne salada, así como agua. De esto último estamos reuniendo más. —¿Cuánto tiempo pueden durar? Ximénez de Rada se tomó un tiempo de reflexión para contestar: —Es difícil saberlo sin conocer el número exacto de tropas de que disponemos. Ahora mismo hay en Toledo, como os he comentado, unos cuarenta mil soldados entre peones y caballeros. Para tal número, sin duda, debe ser suficiente con lo que tenemos y llegará durante cuatro meses. Pero en función de las tropas que hayan podido reclutar las órdenes militares, el rey de Aragón, los ultramontanos y demás milicias concejiles, las vituallas podrían durar dos meses. El rey miró a Rodrigo fijamente y le preguntó: —¿Qué opináis al respecto? —Creo, mi señor, que difícilmente partiremos de Toledo antes del inicio de junio, lo cual nos deja un mes en el que, aunque estemos inactivos, será menester alimentar a todas las tropas aquí acuarteladas, pues sería injusto que tal cargo recayera sobre los habitantes de esta villa y, en todo caso, sería difícil suponer que tantos hombres puedan ser bien alimentados con los solos esfuerzos de sus vecinos. Por otra parte, es dudoso que Al-Nasir se atreva a cruzar las montañas. Sin duda, nos esperará en Andalucía, y para llegar a su encuentro deberíamos emplear, al ritmo que tamaña hueste puede avanzar, al menos otro mes. Todo esto si los planes salen según lo previsto, pero si por alguna razón no pudiéramos partir hasta finales de junio o julio, o el ejército de Al-Nasir presentara batalla cerca de


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