Doce Tribus Primer Capítulo

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Tobillo: pez; Frente: siete dígitos; Pecho: Metrex; ¿tu nombre?-Intensificando su barítona modulación de voz, impreca con agresividad el sujeto al atemorizado inexperto. ¡Suu...jad! mi señor- responde temblando su escaso cuerpo. ¡Completo! ¡Porqueriza! O te arranco las cuerdas vocales de un tajo -agredió, tomándolo del cuello, el fornido sujeto. Sujad Iot-Deker… así siempre me han llamado.

Aquel personaje retorna a su erecta posición lentamente, hasta plantarse en la profusa luz de la angosta entrada, allí susurra al oído unas pocas palabras con uno de los gendarmes, para luego evadirse con la misma discreción con que hizo su arribo. Tiempo después cuando entrado en un estado de decrepitud, ha perdido el sentido de lo que le rodea, se hacen presentes en su estancia, dos hermosas doncellas que se encargan de limpiarlo, acicalarlo y devolverle cierta apariencia blanquecina de su piel que este creía perdida. Ataviado con lujosas prendas de fina seda de los pueblos del oriente de la media luna, entre vistosos bordados celestes, que contrastan con el vibrante purpura de su capa y sus finos cabellos dorados, es conducido con tiernos cuidados a una de las estancias más frecuentadas por las altas dignidades eclesiásticas, políticas y sociales, que bajo ciertas condiciones se dirigen al gobernante de dicha tierra, representado bajo el título de rey o regente superior de las tierras de la serpentina de zafiro. Desde el transepto meridional una procesión conformada por el rey, tres representantes del alto clero y toda una corte de agregados se acercan al ábside de la nave central, ocupando según su condición de dominio gubernamental, cada cual, un puesto de diestra o siniestra. Únicamente los tres representantes del alto clero no ocupan un lugar, se posan en forma triangular rodeando al que por honor le corresponde ocupar el trono del monarca. Sujad, atónito, se acerca muy lentamente hacia el regente principal, quien con su dedo índice le señala el camino hacia él, mientras que los tres cenobitas con su mirada aferrada al muchacho siguen vigilantes cada uno de sus movimientos y gesticulaciones. - Sois bienvenido a la tierra de tu cimiente, este será de ahora y para siempre tu casa, la casa en donde reverdecerá tu nueva mente, serás uno de los nuestros de ahora y para siempre. –recitó con cierto orden y meticulosidad el rey, mientras posaba su endenque mirada sobre un volumen descuadernado, que sostenía uno de los clérigos con sus dos luengos brazos… Tiempo antes de dar con el manuscrito de las constelaciones, se dio inicio a la aventura desde los mundos internos de la tierra de los siete mares, en la hermosa aldea de los preciosos seres que la habitan. El comienzo: “Manantial de dicha, estaremos en la Isla, en los bosques en donde el trinar de los corazones y el trinar de las almas, convertidas en aves, traen colores balbuciantes y brillantes, que se pegan a los elementales como copos de nieve, alimentándose del amor tan grande que brota a borbotones. Pronto estaremos todos, en donde no pasan los días, no hay tiempo, la lluvia acaricia vuestros cuerpos, los mares no se rebotan, no hay marea alta, sólo música, sólo amor. Que hermoso es todo aquello, donde el amadísimo Padre”

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