Revista Spes Unica nº 24 - Octubre 2012

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que sólo deben plasmar palabras dignas de ser grabadas en letras de oro en las páginas de la historia de la humanidad, es lo más paralizante que pueden hacer. Entonces empezarán a querer caminar como si fueran marcianos, y usarán ropas estrafalarias para acentuar su look de grandes escritores. Uno de mis conocidos, que no quiero decir quién es, pero que se apellida García y se llama Luis, hasta se tomó una fotografía para la portada de su obra, con una pipa en los labios y una gorra cazadora en la cabeza; parecía

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Elmer Gruñón y no Borges. ¡Ja! 4.- Se humilde o acabarás llorando en el rincón de los exquisitos y raros, con el trasero magullado. Amigos, escriban sobre cosas que les han pasado, buenas, malas, divertidas, sobre lo que han visto con sus ojitos y lo que han tocado con sus manecitas. No inventen historias sobre algún lugar en Europa que ni lo han visitado, ni lo harán probablemente. Escriban la vida de su abuela y si es muy aburrida, mézclenla con la de la vecina, que esa sí es una casquivana. Pero no caigan en lo falso por

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parecer mundanos y conocedores. Y sobre todo diviértanse, disfruten escribiendo, que eso es más garantía de que sus lectores disfruten leyendo sus tonterías que ponerle Jennifer Michell y Alan Job al protagonista. Y no se tomen tan en serio. ¿Qué tiene de malo escribir divagaciones pelotudas, cosas intrascendentes que le pasan a cualquiera? No todos vamos a ser genios de la literatura, también hay gente divertida que nos hace ameno el momento.

Lesiones del buen escribir 2, por Roberto Langella

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orges decía que para arribar a la gloria del reconocimiento, un escritor debía tener cierta sensiblería en el tratamiento de sus temas o algún elemento de patetismo en su vida privada, para interés por lo menos de su posible biógrafo… Bueno, ser sensiblero ya es bastante patético, ¿o no? Comparar a la novia con una rosa, a la madre con una paloma, describir las biográficas aventuras y/o desventuras sexuales con el amante, el amigo del amante y hasta con perfectos desconocidos; bueno, algo o todo de eso me parece suficientemente patético. Contradigo un poco a lo anteriormente dicho por Mary Paz, cuando ella dice o sugiere escribir acerca de lo que se sabe, de describir los lugares visitados por uno mismo… Bueno, Shakespeare habló de Dinamarca y de Verona sin haber salido jamás de la isla; la ciencia ficción se constituyó en buena medida por viajes espaciales descritos por personas que jamás habían abandonado la superficie de la tierra.

El problema yo creo radica en las pretensiones que se guardan al escribir sobre esto o aquello, sea cualquiera sujeto o no de experiencia del autor. Si se utilizan palabras rimbombantes, si se fuerzan comparaciones, si se pretenden metáforas que terminan siendo descabelladas, si se exagera la nota en detalles, por muy conocidos y asimilados que estén por el autor, inevitablemente el lector se aburrirá, se apabullará y se verá repelido a seguir continuando. El punto y puesta en equilibrio de una pieza—de nuestro eje al momento de ponernos a escribir—es sutil, porque tiene que ver con el sinceramiento que solo es posible en la intimidad, pero con la prerrogativa de que el resultado, de conseguir lo primero, será para el exhibicionismo. El escritor es una persona que ha perdido la vergüenza—no el sentido de ridículo—que puede mostrarse al mundo tal cual es, abstraído e indiferente a las opiniones de los demás, que siempre son mezquinas respecto de argumentaciones y fundamentos. El que opina siempre dice lo primero que le viene a la cabeza ―porque sí‖, por-

que le parece, y suele presentar su material como ley irrebatible. Por eso el escritor suele ser crítico y desestabilizador respecto de las normas consensuadas; no haciendo valer su opinión, que será tan mezquina como la de cualquiera, sino por haberse comprometido y haberse jugado a mostrarse desnudo. El escritor, el artista, no es un ser salvaje que vierte incontenible la fuerza de sus instintos en la pieza. Antes es una persona que ha sabido domesticarse, tomando distancia de sí mismo. No se excita ya frente a su objeto de deseo. Es conscientemente provocador. Por democráticos que nos pretendamos, no toda persona está bien dispuesta para el arte, del mismo modo que para la economía, la matemática o las ciencias más rigurosamente exactas. Si bien elitista no tiene porqué tratarse tampoco de situaciones jerárquicas; siempre, el mejor de los carpinteros será preferible al peor de los poetas. Lo que no significa que cualquiera no pueda despuntar vicios en privado, desde ya.


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