Revista Spes Unica nº 24 - Octubre 2012

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Lesiones del buen escribir, por Mary Paz Reyes Peña

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scribir es un arte harto difícil, dada la tendencia humana de plasmar pelotudeces. Cualquiera escribe, pero crear verdaderas obras de arte, o por lo menos amenos relatos que hagan las delicias del lector… Bueno, eso ya es otra cosa. No puedo ponerme a dar cátedra de cómo escribir verdaderos éxitos literarios, menos cuando mi sección se llama ―divagaciones pelotudas‖. Más bien les aconsejaré lo que he aprendido a lo largo de años de meter la pata y a veces hasta las dos patas, que en eso sí puedo hablar con conocimiento de causa. En primer lugar, acepten que no son ninguna Sor Juana Inés de la Cruz ni mucho menos, y sean humildes. Dejen de pensar que harán mella en el corazón de la humanidad con poemas, que si lo vemos fríamente, son meros intentos, y por demás cursis hasta avergonzar a nuestros conocidos. Esto va por las que aspiran a escribir odas a la vida, al amor y a cualquier cosa que tenga la desgracia de atravesar por su camino. Eso de la metro libre, es un pretexto ideal para convertir en ―poeta‖ a cualquier hijo de vecino que tenga la suficiente cara dura de acomodar unas cuantas palabras altisonantes y querernos dejar pasmados con su originalidad. Yo he conocido a varias Sor Juanas y uno que otro Bécquer, amén de un Neruda que ya llevaba cuarenta y cinco poemas de amor y nadie le había dado un balazo entre ceja y ceja para poner fin a tanta ridiculez. 1.- Si la rima no se te da y la

métrica menos, opta por las recetas de cocina. En cuanto a la prosa, primero aprende a distinguir los géneros literarios y las reglas que deben seguir quienes aspiran a desarrollarlos. Eso de empezar un cuento y a la mitad, darte cuenta de que no tiene ni pies ni cabeza, o peor aún de que es más aburrido que la vida de mi tía Cloty, caray, no motiva. Mi amigo Alberto, escribe unas escenas de acción con diálogos larguísimos, que es un prodigio de fluidez, pero cuando le pregunté qué parte del cuento era esa y cuál era el inicio, me miró asombrado de tanta incomprensión y me contestó: ―Esta es una de las escenas centrales, todavía no escribo el inicio, cuando tenga varias escenas las hilaré‖.

Luego de ver cómo lee las revistas, al estilo japonés, de atrás hacia delante, me di cuenta de que lo suyo no es ser escritor, sino la pura pose para impresionar a sus amigos más tarados que él. Otros optan por escribir copias de historias consagradas, lo cual es muy astuto, para poder colgarse del éxito del autor al que le hacen el honor de darle segui-

miento en sus obras. Así mi amigo Carlos escribía sobre lo que había sucedido a Robinson Crusoe cuando al fin fue rescatado y regresó a la civilización. Y Luis escribió sobre un libro de arena inexistente, que la protagonista perseguía obsesivamente, emulando a Borges, ni más ni menos. Claro que ellos no son ni por lo menos un poco cercanos al talento de los autores originales, así que ni me animé a leer siquiera un capítulo. Se me hizo más bien una verdadera blasfemia hacia los ilustres autores, y hasta me pareció ver a los susodichos revolcándose en su tumba. 2.- Si no eres Borges, no quieras parecerlo. Uno de los consejos que les daría a mis amigos aspirantes de escritores, es que tengan mucho sentido del humor. Porque ya a estas alturas, todos me están odiando y diciendo: ¡Qué tipa amargada! Las críticas, amigos, es el pan nuestro de cada día, literalmente. Les faltará dinero muchas veces, porque esto de escribir no es el negocio del siglo, pero críticas las tendrán a raudales. Así que si no quieren acabar en el hospital con el hígado hecho puré, o en la cárcel después de ahorcar a algún detractor ingenioso (como yo), amigos, rían los primeros. 3.- Cuando uno escribe, todos los demás se vuelven expertos en destruir nuestras ilusiones de grandes autores. Nunca piensen que sus obras pasarán a la posteridad, porque eso les amargará la existencia, además de hacer que escriban tonterías acartonadas y antinaturales que resultarán insoportables a los demás. Eso de creer


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