Panchito 2009

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Camino Inca, una Experiencia Franciscana Fernando Sánchez Acurio y Waldir Orozco Quispe.

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ás que una simple caminata, o una excursión como algunos piensan que es, Camino Inca es una experiencia de vida, que sé y estoy muy seguro de que cada uno de nosotros, la Promo 2010 jamás olvidaremos.

Vivencias Educativas

Aún evoca en mi memoria el día en que todavía nos encontrábamos cerca de nuestros padres y el facilismo de la vida cotidiana, pero durante esos, días antes del viaje, todo esto iba acompañado de emoción, impaciencia y una sensación de no saber que nos esperaba. El día anhelado estaba cada vez más cerca, y sin que el tiempo de aviso… tan sólo faltara un día; aquel día nos encontrábamos en el colegio preparando nuestras pertenencias y cada uno organizando su grupo. Así entonces, estábamos listos para partir. Al fin había llegado el día tan ansiado; todos tomaban sus cosas y las ponían en los buses, se podían oír las bendiciones de algunos papás para con sus hijos, otros, deseándonos suerte, para después despedirse con un beso y un abrazo. Los buses ya partían rumbo a nuestro siguiente destino: el kilometro 82; al llegar, todos empezaban a sacar sus mochilas, y se preparaban para partir. Todos aprovechaban y se ponían bloqueador solar, compraban lo que les faltaba, y se tomaban algunas fotos con amigos y profesores. Nos dirigimos todos al control, en donde mientras la espera se alargaba, podíamos observar a los porteadores pasar por nuestro lado, llevando consigo grandes y pesadas cargas que al parecer no los incomodaba en lo más mínimo. Nos pidieron nuestros DNI, registraron nuestros nombres, cruzamos un puente colgante… y ya todo estaba listo, Camino Inca, había empezado. Era el primer día, dimos la primera caminata, las mochilas que no estaban bien preparadas ya se hacían notar, algunos ya se sentían cansados, pero había que seguir; caminamos un poco mas hasta llegar a un lugar en donde comimos nuestro rancho frio, compramos algunas bebidas, y así remontar el camino hasta llegar al campamento en Wayllabamba, ahí se podía ver llegar a todos, uno a uno iban llegando, cansados, otros con ganas de seguir, pero el trabajo todavía no había terminado, ahora debíamos armar las carpas, colocar nuestros sleepings, cambiarnos de ropa, cocinar los alimentos…en fin, había mucho que hacer. Mas tarde,

ya se encontraba todo en calma, todos se dirigían a sus carpas para dormir y tomar fuerzas para el día siguiente. Temprano por la mañana, todos despertaban, se aseaban, alistaban otra vez sus cosas, y se dirigían a tomar el desayuno. Teníamos que salir temprano, y llegar al control, el segundo día había comenzado. El primer trecho del camino fue ligero, sin mayores contratiempos, pero al descansar, levantábamos la vista y ya se podía ver lo que nos esperaba. Ya antes habíamos oído hablar de que el segundo día era el día en te arrepentías de haber ido al Camino Inca, nosotros lo estábamos viviendo ahora, la subida era inclemente, y el frio aumentaba a cada paso, el cansancio ya se hacia sentir, y sentarse y ya no continuar era una tentación que se presentaba, más no nos dejamos vencer y llegamos hasta el final. Se podía ver una bandera franciscana flamear en lo alto, que orgullo hacia sentir ese hecho, todos aprovechaban y se tomaban fotos. Todo lo que sube tiene que bajar, también lo hicimos nosotros hasta Pacaymayo, el segundo el campamento, donde teníamos que armar las carpas otra vez y preparar los alimentos; la tarde fue pasando, la noche llegó y esta fue una noche tranquila, y creo que solo fue así, por el cansancio y dolores musculares que todos teníamos. Eran las 6:00 de la mañana otra vez a doblar las carpas, ir presurosos al baño y asearse, alistar las mochilas y taza en mano recibir el desayuno; un encargado con su basura al control, se podía escuchar; el tercer día ya lo estábamos viviendo. Al partir, el dolor se hacia sentir en las piernas y en la espalda, había que seguir, dar marcha atrás, era algo lejano de nuestras posibilidades ahora. No habrá sido un día cansado, pero la verdad era el más largo, mas la belleza de todo lo que nos rodeaba hacia que lo olvidemos; también los complejos arqueológicos, hacían su aparición, empezando por Runkuraqay, Sayaqmarka y Chaquicocha. Las graderías fueron un reto constante casi al final, las rodillas, tambaleándose, luchando por no caer, por suerte contábamos con las vendas, que resultaron siendo salvavidas aquel día. Ya falta poco, avisaban así de más adelante, fue entonces que después de un largo camino estábamos ya en el campamento en Wiñay Wayna. Había que armar las carpas otra vez, y… los demás quehaceres, había sido un día cansado pero para consuelo nuestro habían duchas y también un acogedor bar en el campamento, donde algunos compañeros se divirtieron en la noche, y la lluvia no se dejo esperar cayo incesante casi durante tres horas y todos corríamos en busca de los ponchos de agua y algunas bolsas plásticas que cubrieran las carpas y evitar goteras. Una niebla suave recibía la mañana, el sol aún no se podía divisar, todos salían de sus carpas, tal vez unos más cansados que otros, igual, había que levantarse era un nuevo día, era el cuarto y ultimo día. Doblar las carpas…¡doblar las carpas!, iba a ser la ultima vez que lo haríamos en el Imponente Camino Inca, estar al tanto del desayuno, alistar las mochilas…ahora todo se hacia con especial sentimiento. Ya era hora de partir rumbo a nuestro destino, el cual desde el principio había sido: Machupicchu. Caminamos un trecho, dando los últimos suspiros, hasta que al fin, pudimos ver la majestuosidad de aquella obra arquitectónica, sí, era Machupicchu. Todos ansiosos se tomaban fotos para el recuerdo, mientras el paisaje deslumbraba a lo lejos; fue así que después de un largo y arduo esfuerzo habíamos llegado al final, un final que significaba mucho…la ayuda de un amigo cuando te dio una mano, las vivencias entre compañeros y profesores, la alegría de haber vivido entre hermanos, pero sobre todo, el espíritu franciscano que estuvo presente en cada momento, en esta inolvidable EXPERIENCIA FRANCISCANA.

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