Revista ÚTIL Juliol - Agost 2022

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QUADERNS DE MENORCA

PEDRO J. BOSCH pedrojbosch@gmail.com

El rey caído No pensaba dedicarle ni medio párrafo a esa figura regia que hace unas semanas zascandileaba por la madre patria. Y no escribiría sobre ello porque si legalmente su majestad podía hacerlo, a pesar de su continuado y vergonzoso latrocinio, buena parte de los ciudadanos esperábamos que lo hiciera discretamente, que no nos lo encontráramos hasta en la sopa, por una cuestión de higiene democrática o, para él, tan taurino, de simple vergüenza torera. Ni siquiera ha tenido a bien Su Emérita Majestad reformular sus legendarias palabras tras la performance de Bostwana, adecuándolas a su nueva normalidad: 'Lo siento, me he vuelto a equivocar, espero que la próxima vez no me pilléis.' Nada tengo en contra de la institución monárquica, a pesar de su defecto de origen, cargo hereditario, no electivo, una anomalía democrática que, sin embargo, atesora una fuerte carga simbólica que la hace muy útil, crucial, como lo fue, en el desarrollo democrático de España y en su consolidación tras el golpe de Estado de Tejero y cía. Ahí sí que se puede esgrimir aquello de 'pelillos a la mar', porque hay que reconocer que el Rey Juan Carlos era la única salida aceptable por el establishment, y que maniobró con suma habilidad política, especialmente cuando más parecía que se equivocaba, como en el nombramiento de Adolfo Suárez como presidente del Gobierno. Rubricada su gran obra política, salió a la superficie otra de sus virtudes más loadas, esa campechanía engañosa y su corolario, la pérdida del sentido de la realidad y como colofón , su vida disipada, de crápula de libro, de la que no solo no parece arrepentirse, sino que le parece normal hacer caja a costa de los ciudadanos para no acabar su vida pobre después de su magna contribución a la historia

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VIU L'ESTIU!

de España, como les ocurrió a sus predecesores dinásticos. 'Juro que nunca más volveré a pasar hambre' parece decirnos cual Scarlett O’Hara en 'Lo que el viento se llevó'. Y a ello se puso con especial denuedo cruzando el planeta de paraíso fiscal en paraíso fiscal en aviones de lujo y con avispadas compañías. Y puestos en términos cinéfilos hagamos un fundido en negro: nada de lo expuesto sobre la trayectoria del actual rey emérito justifica el comportamiento felón ( ahí sí) de quien se pone la corona por montera. Esa siniestra carcajada cuando era preguntado por la posibilidad de dar explicaciones sobre su conducta es un baldón que nos avergonzará largamente. Sus tejemanejes amorosos y sobre todo económicos son una carga excesiva para cualquier ciudadano con convicciones democráticas, resignado a los efectos tóxicos de la proverbial campechanía del Emérito, pero no a sus groseros alardes. 'Explicaciones, ¿de qué?', nos suelta, ufano ante el jolgorio y aquiescencia de sus incondicionales que parecen admirar a los vivales que saben buscarse la vida. Esos vivas al Rey, esas declaraciones oficiales de destacados miembros de partidos conservadores y ultras disculpando a Juan Carlos por sus deslices, todas esas manifestaciones desacomplejadas constituyen un torpedo a la línea de flotación de las instituciones de esa España que dicen amar locamente. Ni siquiera se plantea el daño inmenso que le hace a la Corona, a su propio hijo, obligado a practicar el funambulismo sin red por la mala cabeza de su padre. En cuanto a las explicaciones debidas y el despecho real acerca de ellas, no nos llevarían muy lejos salvo que desnudara su alma: 'Perdónenme, me gustan el lujo y las mujeres, las cacerías de elefantes y los bogavantes. No lo volveré a hacer…' En fin.

JULIOL · AGOST '22 | Revista ÚTIL


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