Revista Un Caño - Número 42 - Noviembre 2011

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Momento de meditación (y de indecisión)

Ahora que han terminado las elecciones y se viene la nueva etapa presidencial, un cronista de archivos serviciales da cuenta de los avatares de un Maradona modelo 1983, inquieto frente a los primeros comicios post dictadura. Por GERMÁN FERRARI

“¿Cómo salimos de esta situación en que estamos los argentinos?”. Invierno de 1983, plena campaña electoral. Los últimos meses de la dictadura cívico-militar comenzaban a teñirse de democracia. Un Diego Maradona de 22 años, traje impecable, camisa y corbata lanzaba aquella pregunta: en un día, se había reunido con varios aspirantes a ocupar la Casa Rosada y con un miembro de la Junta Militar. El viernes 15 de julio Maradona jugó de visitante con el radical Raúl Alfonsín, los peronistas Ítalo Luder y Antonio Cafiero, el desarrollista Rogelio Frigerio y con quien ocupaba el cargo de comandante en jefe del Ejército, Cristino Nicolaides. Los encuentros habían comenzado el día anterior, cuando se entrevistó con el presidente de la Conferencia Episcopal y cardenal primado de la Argentina, Juan Carlos Aramburu. Periodistas nacionales y extranjeros siguieron los trotes del 10, quien por aquellos días jugaba en Barcelona, marcado de cerca por su representante y amigo Jorge Cyterszpiler, organizador del “recorrido político-militar-eclesiástico” –según Tiempo Argentino– destinado a que Diego realizara “un curso intensivo de instrucción cívica” –decía Clarín–, con vistas a los comicios del 30 de octubre, fecha en la que también festejaría un nuevo cumpleaños. Mientras Clemente, el famoso personaje de Caloi, se quejaba porque el crack no se había entrevistado con él, Humor ironizaba desde la historieta Aprendiendo a votar con Maradona. En Tiempo Argentino, Osvaldo Ardizzone criticaba la “cabalgata” planeada por “el ideólogo Cyterszpiler”, que parecía más cercana a la publicidad y los dólares que a un sentimiento ciudadano genuino. La prensa española también reflejó el itinerario. El País y La Vanguardia, por ejemplo, publicaron artículos de sus corresponsales en Buenos Aires. El periódico catalán tituló en tapa: “Maradona, un hombre político en Argentina”.

6 UN CAÑO | NOVIEMBRE 2011

Después de obtener con Barcelona la Copa del Rey y la Copa de la Liga, dirigido por César Luis Menotti, la estrella azulgrana estaba de vacaciones en la Argentina. El descanso en la localidad de Esquina, en Corrientes, quedó interrumpido por la gira preparada por Maradona Producciones, la empresa que creó Cyterszpiler para promocionar la imagen del futbolista. “Yo soy uno de los cinco millones de jóvenes que nunca han votado, y por eso quiero interiorizarme bien de la situación del país antes de las elecciones”, comentó Diego frente a micrófonos y grabadores, y anticipó que votaría en el consulado argentino en Barcelona porque a fines de octubre estaría en “la parte más brava del torneo” español. Nadie le avisó que las normas electorales vigentes no contemplaban el sufragio de los argentinos en el exterior. Y la mala fortuna quiso que a esa altura de la Liga estuviera recuperándose de una fractura en el tobillo izquierdo por una patada del defensor de Athletic Club de Bilbao Andoni Goikoetxea. Maradona se llevó “una impresión muy linda” del cardenal Aramburu, a quien, según había confesado el religioso, le gustaba el fútbol. Con Alfonsín estuvo 45 minutos en su flamante oficina porteña. Ambos se habían conocido en un avión rumbo a España. Sus inquietudes políticas fueron satisfechas por el líder radical: “éste es un país muy rico, y vamos a salir adelante”. Luego estuvo con Nicolaides y con Frigerio. Por la tarde, vio a Cafiero y a Luder. Al primero le regaló una foto suya autografiada; a cambio recibió un ejemplar dedicado de su libro Desde que grité ¡Viva Perón!, que acababa de publicarse. “Conocer a esta gente me ha hecho aprender muchas cosas”, reconoció Maradona. Y con algo de ingenuidad les dijo ante los periodistas que “los políticos quieren lo mejor para la Patria, lo que me hace feliz”. Pero ninguno pudo conseguir la declaración más buscada: por quién pensaba votar. “El voto es secreto”, fueron las palabras de su apoderado.


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