staff SEGUNDA ÉPOCA (AÑO 5) NÚMERO 28
Culpas repartidas No pudo ser más desafortunada toda la secuencia de la no renovación del contrato de Diego Maradona. Y todos los involucrados tienen algo para ser criticados. Julio Grondona, el principal referente de la AFA, hizo gala nuevamente de su cinismo para deshacerse de Maradona con los métodos similares a los que lo utilizó con entrenadores anteriores. Grondona, aburre repetirlo, es el principal responsable del entuerto, por su afán de cuidarse las espaldas con los entrenadores, con quienes se muestra en la foto en el momento de contratarlos y después les da la espalda cuando llegan las derrotas. Después de 31 años al frente de la AFA, y con elecciones en 2011, es de esperar que los dirigentes del fútbol argentino, tal vez por primera vez en las últimas dos décadas (y alentados porque con la llegada del Fútbol Para Todos tendrán menos problemas económicos a mediano y corto plazo), entiendan que para dar un salto de calidad hacia el futuro es necesario terminar con el reinado de un hombre que muestra la hilacha por todos los costados. El Gobierno nacional, que lo sienta en su mesa a negociar en un gesto criticable, también puede hacer su aporte, garantizándoles a los dirigentes la continuidad de los acuerdos más allá de Grondona. Si no lo hace, el carácter reformista que ha alcanzado a la sociedad en diferentes aspectos se verá defraudado en un tema tan sensible como lo es el fútbol. Maradona también tiene responsabilidad. Porque fue un mal negociador, porque se sentó a la mesa sin un plan (él mismo podría haber planteado una mejora en la prestación de sus ayudantes técnicos) y, básicamente, porque lucró con la situación, al no responder preguntas en la conferencia de prensa, para después vender una exclusiva al mejor postor, en un gesto que no lo enaltece en lo más mínimo. Y Bilardo… ¿Qué se puede decir de Bilardo? En realidad nada. Hace ya muchos años que Bilardo dice pavadas. Y sabíamos que lo iba a volver a hacer, con tal de conservar su beca en la AFA. Mariano Hamilton
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ILUSTRACIÓN DE TAPA Sebastián Domenech
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En el Mundial 2002, España cayó ante Corea del Sur en un partido con fallo polémico: le anularon un gol en tiempo suplementario que le habría dado el pase a semifinales. El culpable fue un juez de línea de Trinidad y Tobago. Y el tercer arquero de aquel equipo español decidió ir a buscarlo por el mundo en un velero. Lo peor de todo: lo encontró. Por JOAQUÍN CAVANNA
¿Hasta dónde sería capaz de llegar Pedro Damián Monzón para reencontrarse con Edgardo Codesal? ¿Qué esfuerzo realizaría Hugo Sconochini para poder enfrentarse cara a cara con el árbitro griego Nikolaos Pitsilkas, verdugo del seleccionado argentino en el Mundial de básquet 2002? Estimados buscadores de venganza y explicaciones deportivas: en España se podrá ubicar al rey de las cruzadas revanchistas. Se trata de Pedro Koke Contreras (¿quién?), el tercer arquero del seleccionado español en el Mundial 2002, protagonista de una aventura con millas náuticas y sabor a hazaña. El ex guardameta emprendió un viaje de más de 6.000 kilómetros en velero hasta Trinidad y Tobago para encontrar al ex juez de línea Michael Ragoonath, protagonista de un grave fallo arbitral durante el partido de cuartos de final entre España y Corea del Sur de aquella Copa del Mundo y actual demonio en el inconsciente colectivo del deporte ibérico. “En busca del linier perdido”, se denominó el proyecto por el cual Contreras decidió cruzar el Atlántico. Amante de la navegación y caprichoso en la búsqueda de una aventura extrema, el ex futbolista escogió el reencuentro con el colegiado como la excusa perfecta para iniciar su odisea. En aquél partido entre españoles y coreanos, Ragoonath anuló un gol a Fernando Morientes en el tiempo suplementario, por la supuesta salida de la pelota por detrás de la línea de meta antes de que Joaquín lanzara su centro. Los cientos de repeticiones de la jugada expusieron la falla del juez, y España luego fue eliminada en la definición por penales. El esperado encuentro le demandó a Koke poco más de un mes y medio de viaje. Con tormentas hollywoodenses de escenografía y una
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misión casi de espionaje entre miembros de la Embajada española y dirigentes del Comité de árbitros de la FIFA, Contreras y Ragoonath se vieron las caras finalmente en el país centroamericano. “Desde el comienzo me encontré con una persona afable, abierta y, pasada la timidez del inicio, muy conversadora. ¡Coño, hasta me cayó bien, el tipo!”, admitió luego Contreras. Ragonaath reconoció inmediatamente su falla en aquella famosa jugada, y advirtió sobre las duras consecuencias que se le generaron para el resto de su carrera profesional. Fue su último partido mundialista, y casi ni tuvo posibilidades de volver a participar en encuentros internacionales. Explicó también que él mismo le comunicó al árbitro del encuentro, el egipcio Gamal al Ghandour, que levantaría su bandera con cada adelantamiento de los arqueros. “Ni se te ocurra. No hagas nada, que es responsabilidad mía”, le retrucó el juez principal. La reunión duró unos 90 minutos, y el ex arquero acudió con el mismo buzo que utilizó durante el Mundial de Corea y Japón. Luego de compartir sus experiencias, Ragoonath emitió su mensaje, combinado en español e inglés: “España, favorito número uno to win the World Cup”, dijo respecto al Mundial de Sudáfrica, y firmó un banderín con la leyenda “For Koke, always friendly”. “Yo no diría tanto que seremos amigos para siempre, pero le agradezco no sólo el detalle, sino que haya participado en este encuentro”, expresó Contreras días después en su diario de viaje. La visita al enemigo mundialista número uno de España demandó semanas y kilómetros, pero finalizó con sabor dulce. Contreras descubrió la simpatía por el diablo.
El último mago
Un emotivo y sentido recuerdo para Frabrice Santoro, el tenista francés que dejó el deporte a comienzos de 2010. La magia de un jugador sin gran suceso en los resultados pero con una capacidad innata para hacer feliz al público. Por EZEQUIEL ACUÑA
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i primer contacto con la magia fue con Nico, un mago flaco, de rulos, que animaba fiestas de cumpleaños. Un personaje que podría haber salido de Broadway Danny Rose, aquella película de Woody Allen que mostraba la vida de un humorista perdedor que se mezclaba en un contexto donde también aparecían ventrílocuos, titiriteros y diferentes artistas del varieté neoyorquino. Durante varios años Nico nos sorprendió con su rutina de trucos: palomas, flores y conejos salían de su galera, integrados a una serie de figuras de animales fabricadas con globos que duraban pocas horas antes de ser explotadas por todos mis compañeros de primaria. En el break, entre palitos salados, chizitos y sándwiches de miga, se proyectaban La Guerra de las Galaxias y Cupido motorizado, ambas en súper 8 y en versiones reducidas, mientras Nico preparaba su segunda parte, donde aparecía el “bastón escopeta”, que disparaba una bala y nos asustaba a todos . A medida que pasaban los cumpleaños, el reinado de Nico se fue debilitando. Los trucos no causaban el mismo efecto, el “bastón escopeta” empezó a tener menos fuerza que un chasquibum y los padres desilusionados dejaron de llamarlo. Le dieron un descanso, lo colgaron. Así fue como los magos (Nico en este caso) desaparecieron de los cumpleaños (y de mi vida); y fueron reemplazados por los partidos de fútbol en el Beccar Varela o el circuito KDT, o por las pistas de patinaje como My Way o Winter. Nico fue el último mago que disfruté. Debo reconocer que luego los magos, como el circo y los payasos, me generaban sensaciones que fluctúan entre el miedo y la tristeza. Cuando pensé que el término “magia” había desaparecido, reapareció de manera sorpresiva. Fue en la librería Yenny. Allí, el Negro Carlos, mi jefe, hincha de San Telmo, me nombró en una charla futbolera a un jugador clave en alguna campaña pasada del candombero. En ese equipo jugaba Diego Magia, dijo. Diego de nombre, Magia de apellido… Jugador número 10.
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Casi parecía una frase maradoniana. Quedé mudo, me reí y ahora, mientras escribo, pienso si fue verdad, si alguien se puede llamar realmente así. El último mago que vi lo tengo que llevar al plano del tenis, un deporte que siempre me hizo inclinarme por su veta más antigua, más clásica, la escuela de Big Mac (Enroe); o los zurdos finos, como el ecuatoriano Andrés Gómez en Roland Garros, versión 90; o el revés a una mano de Gastón Gaudio (que es Gato y no mago). El mago al que me refiero no era un ganador de títulos –sólo ganó cinco en su carrera– ni un terrible sacador; era un especie de artesano, un llanero solitario alejado de la tecnología. Casi como un fantasma, Fabrice Santoro se transformó en alguien distinto dentro del círculo. ¿Cómo no identificarse con un tenista imprevisible, un hombre que cambiaba su empuñadora naturalmente, un tenista feliz que hacía a la gente feliz? Yo lo esperaba. Cualquiera fuera su rival, quería verlo. Obviamente, que para los amantes del resultado (los bilardistas del tenis), de la cantidad de títulos o la velocidad de saque, Santoro no cuenta, pero sí quizás en el interior de varios jugadores que alguna vez quedaron pagando por el hombre nacido en Tahití y que corrieron la cancha casi guiados por un torero de la raqueta. Grandes jugadores que se sintieron sorprendidos de la magia que ellos no poseían, un don innato. El hechicero francés, que llegó a fines de la década del 90 a su puesto más alto (número 17 del ranking), se despidió este año, 2010, jugando en el Abierto de Australia. Santoro es un mago generoso, una ilusión que se ofrece a la vista; alguien que regalaba lujos y sonrisas en un partido (¿qué regalaba Jim Courier?). El recuerdo de los golpes de Santoro se parece a la cara de mis compañeros -caras de sorpresa, de inocencia-, hechizados cuando el mago Nico nos hacía felices con sus viejos trucos en los cumpleaños infantiles. Era otra época…
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Pachanga en Montreal
Se acaban de cumplir 30 años de la noche en que Sugar Ray Leonard, considerado entonces el mejor boxeador en actividad, fuera derrotado en Canadá por primera vez en su carrera y perdiera el título welter ante el panameño Roberto Mano de Piedra Durán. Aquel combate inició una serie de batallas extraordinarias en las categorías welter y mediano junior. Una de las verdaderas peleas del siglo. Por PABLO PERANTUONO
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unio de 1980. La Guerra Fría empezaba a congelarse, y la televisión –inyectando público y dinero– convertía a los deportes populares en megaespectáculos de masas. La categoría welter, pródiga en grandes campeones como Ray Sugar Robinson y Jack La Motta, estaba por entregar una de sus grandes obras. Por entonces, en el Consejo Mundial de Boxeo, reinaba un ángel negro: Sugar Ray Leonard. Invicto y con 23 años, había sido elegido el boxeador del año en 1979. En él se hacía carne la famosa frase de Alí: “vuela como mariposa, pica como una abeja”. Rápido, intuitivo, talentoso, bailarín. Tenía pinta y cara de niño. Hablaba bien, quería a su esposa, invertía con sus apoderados en el negocio del boxeo. Era un héroe americano. Enfrente, el villano perfecto. El rufián que venía del bajofondo tropical agitando su revólver: Roberto Mano de Piedra Durán, 29 años, ex campeón del mundo de los livianos, panameño, tan soberbio como pendenciero. El duelo era, además, un cruce de estilos: el vistoso y genial de Sugar Ray contra el carácter agresivo y avasallante de Durán. Leonard participaba en la organización de la pelea. Cobraría casi nueve millones de dólares, siete más que su rival. Montreal, el lugar elegido, era la sede que Sugar Ray guardaba en su corazón. Allí se había consagrado campeón olímpico cuatro años antes. La pelea inauguraría una era de grandes combates en las categorías welter y mediano junior. Además de Leonard y Durán, se sumarían Marvin Hagler y Tommy Hearns, llevando al boxeo a una de las cimas de su historia. Leonard se preparó en voz baja. Su única excentricidad fue colocarle a sus sparrings una remera con la inscripción “Durán” para motivarse. El panameño llegó con una batahola tropical sonando a sus espaldas. Se entrenaba en el hotel Meridian y decía que “Leonard es un invento de la televisión”. En Panamá, los telefonistas de las empresas públicas –y de muchas privadas– atendían los llamados internacionales con esta frase: “Roberto Durán campeón, buenos días, ¿qué se le ofrece?…”. El destino
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de Durán era el destino de su patria. Tres hombres de la Guardia Nacional lo cuidaban en todo momento. Cinco charters subvencionados por el presidente, Arístides Royo, llegaron a Montreal desde Panamá para alentar al ídolo. El estadio Olímpico estaba en llamas. Casi 50 mil fanáticos rugían a la espera de un combate colosal. El alboroto chauvinista que en Panamá hizo de la pelea una causa nacional le transmitió a Durán una confianza apabullante. A Leonard le esquilmó el ánimo. Durán era todo lo contrario: un potrillo desatado, una bestia que llegaba con la mejor preparación física de su vida, sabiendo que necesitaba arrastrar a Leonard al barro, hacerlo caer en la pelea corta, allí donde el panameño sacaba ventaja. En los primeros rounds, la estrategia de Durán mostró su eficacia. Llevó a Leonard al terreno que deseaba. Si bien el estadounidense mostraba su variedad de golpes, Durán era capaz de colocar tres por cada dos que recibía. Sabía que allí ganaría gracias a su pegada de terror. En la vuelta final, dejaron la piel. Se trenzaron en duros cruces y cuando sonó la campana final, Leonard quiso tener un gesto de cortesía y Durán le dio la espalda. Pero cuando vio que Leonard levantaba los brazos adjudicándose el triunfo, lo empujó desde atrás y comenzó a insultarlo. Luego se asomó al ring side y, dirigiéndose al ex campeón Wilfredo Benítez, que había pronosticado una victoria de Leonard, se agarró los testículos. La incertidumbre llenaba el aire de tensión. Durán seguía enchufado, como un tigre enjaulado, esperando el fallo. Los tres jurados vieron vencedor al panameño: 146-144, 145144 y148-147. El triunfo de Durán conmovió al mundo y marcó un hito en la historia de su país. Era viernes, pero en Panamá hubo feriado nacional hasta el martes. Durán, convertido en un prócer de Centroamérica, abrazó la noche neoyorquina y se alejó durante un rato largo del gimnasio. Leonard se fue de vacaciones a Italia. El de Montreal fue el primero de una serie de combates inolvidables en la categoría de los 63,500 kg que se agitó al ritmo de un puñado de peleadores inolvidables, únicos.
s a b r e y s a r t O
Niños terribles
En Éramos unos niños, Patti Smith cuenta su propia versión de su relación con el fotógrafo Robert Mapplethorpe y pinta la agitada Nueva York de los 70. Por ALEJANDRO LINGENTI
Con la edición de Éramos unos niños, Patti Smith salda una cuenta pendiente desde hace años: la de contar públicamente su propia visión de la Nueva York bohemia que giraba en torno del hotel Chelsea, el Max’s Kansas City, St. Mark’s Place y la galaxia Warhol. Y su propia visión se hacía necesaria para ella misma, más que para cualquier otro, porque la historia que cuenta la ácida biografía de Víctor Bockris (biógrafo también de Lou Reed y Keith Richards) la deja bastante mal parada, casi como una bruja desalmada, y porque en la bio de Jack Fritscher, mentor y amante de Robert Mapplethorpe, al fotógrafo tampoco le va del todo bien. “Nada está terminado hasta que vos lo ves”, solía decirle Mapplethorpe a Patti. Ahora, entonces, la vida de estos dos amantes y, sobre todo, cómplices, protagonistas de un momento de enorme ebullición en una las ciudades culturalmente más activas del mundo, tiene una versión oficial. Que como tal se ajusta al canon: hay poca autocrítica, bastante autocelebración y un tono romántico, a veces casi épico, que se parece más al homenaje que a la revisión concienzuda. El libro cubre un especio temporal –de 1967 a 1978– y tiene, eso es innegable, un anecdotario jugoso: desde Allen Ginsberg intentando conquistar a Patti pensando que se trataba de un muchachito hasta un encuentro con una Janis Joplin en estado terminal, pasando por una descripción pintoresca y llena de detalles del famoso Chelsea Hotel, re10 UN CAÑO | AGOSTO 2010
fugio de decenas de artistas de le época. La prosa de Smith es elegante y fluida, y el libro también incluye una serie de fotos históricas (la de la famosísima tapa de Horses, un disco clave de los 70, por ejemplo) y gran cantidad de referencias al propio mapa cultural por el que siempre se movió Patti: la Factory, el CBGB, Rimbaud, Costeau, Genet, Burrroughs, Shepard, Dylan…. “Fue el verano en que murió Coltrane... Los hippies alzaron sus brazos vacíos y China hizo detonar la bomba de hidrógeno. Jimi Hendrix prendió fuego a su guitarra en Monterrey... Fue el verano del amor. Y en aquel clima cambiante e inhóspito, un encuentro casual cambió el curso de mi vida: fue el verano en que conocí a Robert Mapplethorpe”, dice Smith, a manera de síntesis. Hoy, a los 64 años, lejos de las módicas privaciones de la bohemia y muy cerca de la canonización –es Comandante de la Orden de las Artes y las Letras de Francia, entró en 2007 al Salón de la Fama del Rock–, se puede dar el lujo de contar su propia historia a su manera. Allá por los 70, Robert Christgau, crítico del Village Voice, decía: “es posible acusar a Patti Smith de tomarse demasiado en serio a sí misma, pero no se puede decir que no lo haga con sentido del humor. Sabe que su público –”mis niños”, como los ha llamado más de una vez– está destinado a ser una especie de secta”. A esa secta, de la que naturalmente formamos parte, está dedicado este libro.
El arco en el ojo ajeno Por PABLO CHEB TERRAB
“Solamente los varones jugaban al fútbol y/o se mostraban en condiciones de comprender su coreografía virtuosa”, desliza María Rosa Lojo desde el prólogo del libro Mujeres con Pelotas (Ediciones del Dragón - $55), y deja sentadas las bases que recorrerán esta antología que consta de veinticinco relatos y un poema. Y es que, de muchas maneras, éste es un libro de género: un libro deportivo y un libro genuinamente femenino. No imita el típico comportamiento fanático ni pretende ser erudito. No busca desentramar la “coreografía virtuosa”. Al contrario, las autoras acompañan su propio anecdotario con una mirada testigo. Y si en muchas ocasiones el libro describe las dificultades para desgranar la lógica de una pasión
ajena, en algún otro tramo deja notar con cierta precisión cómo se puede ser parte de esa misma locura. Entre tantas periodistas deportivas intentando imitar el discurso de sus colegas hombres, el tono relajado, fresco y personal de estas mujeres se antoja particularmente genuino. Las veintiséis escritoras de esta compilación (Patricia Suárez, Mabel Pagano, Liliana Allami, Adela Sorrentino, Irma Verolín, Laura Fava y Fernanda Nicolini, entre otras) grafican, tal como dice Alejandro Apo en la contratapa, “que el fútbol no es solamente fútbol, sino también un vehículo de ideas que está en nuestra formación, en el barrio, en los afectos y en los amigos”. También en las hijas, en las novias y en las esposas. Aquí quedan veinticinco cuentos para comprobarlo.
Por ALEJANDRO LINGENTI Llegué a esta obra gracias al Negro Germán de Silva, uno de los tantos actores extraordinarios que tiene el teatro independiente argentino y que por suerte también ha pegado en los últimos meses un salto hacia el cine (ya lo verán en más de una película de próximo estreno). Está programada los domingos a las 18,30 en ElKafka (Lambaré 866), el mismo teatro en donde los miércoles a las 20,30 y los sábados a las 23,15 pueden ver Los talentos, de Agustín Mendilaharzu y Walter Jakob, otra obra muy recomendable. Hay miles de formas de contar una historia de amor, y Verónica Mc Loughlin, dramaturga y actriz de 31 años, eligió una beneficiada por la discreción y la delicadeza. Una joven (Julia Muzio) llega a una casita perdida de un pueblito cualquiera, luego de pasar un tiempo en la aridez de un convento. Allí se reencuentra con un hombre maduro, evidentemente curtido por el paso del tiempo y una soledad que combate con algún que otro encuentro ocasional. Todo lo que sabemos sobre estos dos personajes, sobre un pasado que la directora nos obliga meticulosamente a intuir, lo armamos pacientemente con las módicas herramientas que ella nos pone a disposición: gestos y actitudes, más que discursos explícitos, y un entramado de sonidos, luces y sombras que estimulan la imaginación. Cada espectador que vea Voto de silencio sabrá
qué hubo antes y que habrá después de un beso que tarda en llegar. Y esa libertad que le otorga la obra es, claro, una manera inmejorable de integrarlo.
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Instinto de supervivencia
Vuelve el fútbol de Primera, y las proyecciones no son buenas en lo que se refiere al nivel de juego. El dinero que ingresó por el Fútbol Para Todos, por ahora, no se ve en cuestiones que hacen a la formación de equipos o en la contratación de figuras. Mientras las estructuras se mantengan como ahora –con Julio Grondona a la cabeza de la AFA–, las esperanzas de cambio disminuyen dramáticamente. Por PABLO DE BIASE
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omienza la segunda década futbolística del siglo XXI, con promesas y realidades que la hacen distinta a todo lo conocido; especialmente, en la capacidad de los hinchas y el público en general de poder acceder y compartir el fútbol de una manera impensada hasta hace muy poco: democrática, horizontal y ampliada. Con un rol del Estado inédito, que no sólo le sigue salvando las papas a la ineficiencia de quienes gestionan los clubes sino que propone y dispone la llegada a través de la televisión abierta de todos los partidos, para que cada hincha pueda ver gratis a su equipo en casi cualquier rincón de la Argentina. Sí, sin pagar, algo a lo que nos acostumbramos y que sigue siendo revolucionario. Lástima, las tristes ilusiones del poder de soñar con una foto electoral con los campeones de la nada. Son los precios a pagar por aliarse con el diablo. Bien decía el coronel Perón: “con la bosta también se construye”. Algo innegable, como es innegable también que la simple bosta huele como tal. La casta dirigencial, que tantas veces puso al fútbol al borde del precipicio y que tiene más vidas que un gato bobo, y muy bien engordado, siempre parece pasar a dos centímetros de donde cae el
piano, oronda e indiferente como la Pantera Rosa. Por eso, el primer torneo de la década comienza con realidades demasiado parecidas a la pendiente decadente de la que venía un mundo-fútbol atontado, incapaz de reaccionar a la necesidad de pensarse, realizarse y jugarse de otro modo: desde la organización de sus clubes, hasta la edad y el tamaño del volante por izquierda del equipo que sea. Para que lo que se vea en la cancha y en la pantalla vuelva a ser una aventura digna de ser vivida y no un rayo maligno que provoca un insoportable dolor en la vista. Al igual que en los últimos veinticinco años, nuestras temporadas coinciden con las europeas, en un calendario absurdo que se inicia a mitad de año, ¡en pleno invierno! Según se proclamó en su momento, esto permitiría disputar amistosos y torneos de media estación con los grandes del Viejo Mundo, lo que consolidaría la competitividad de nuestros equipos. Los torneos y amistosos no pasan de Estados Unidos, Asia y Oceanía, en el mejor de los casos (léase Boca, hoy por hoy el único equipo nacional con chapa internacional), ni de Salta o Jujuy, en la mayoría. Con el alicaído y devaluado River Plate a la cabeza, antiguo líder de cabotaje en
plena globalización, que sumaba títulos locales como billetes del Estanciero, en una carrera con escalas hacia el fondo del precipicio: los ocho años de Aguilar que lo pusieron al borde de la Promoción, el último puesto de la tabla y la cornisa del derrumbe institucional. A diferencia de lo que sucede con el grueso de las exportaciones argentinas, la coincidencia de las temporadas ha servido, eso sí, para apuntalar la colocación de la carne futbolera en los mercados más tradicionales. Que si las vacas ahora se van a Irán, los carrileros de fuste tienen abiertas las puertas de las ligas europeas. Hoy, como ayer, emigran los mejores valores casi potrillos, y regresan caballos cansados. Nada nuevo, salvo que cada vez se van más jóvenes y –secuelas del neoliberalismo en los sectores populares– más petisos (fortalecidos por la farmacología local, o dispuestos a ser tratados “científicamente” como ganado Premium). Así es muy difícil, en consonancia con la propuesta del Estado, extender el alcance del fútbol local a todas y a todos, y reactivar el mercado interno, la única forma de volver a gozar del fútbol del que todavía somos hinchas. Porque tonto sería que cerremos los ojos a la realidad de
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que los más chiquitos se nos van haciendo hinchas del Barcelona y del Manchester United. Este panorama, aunque en el Mundial se haya impuesto el, para muchos, discutible y avaro súper-fulbito de España (algo imposible de lograr si no se cuenta con estructuras ricas y poderosas como la del Barcelona, por otra parte), poco ayuda a alentar esperanzas serias de que veremos un torneo mejor jugado, más competitivo. Porque no se trata de que volvamos al superado toquecito intrascendente (Menotti cuando era Menotti, hace treinta largos años, nunca se refirió a eso al hablar de “volver a la nuestra”), sino que, como bien sostiene Víctor Hugo, la diferencia entre el primero y el último no resida en la suerte en un par de córners y tiros libres. Si los venerables Palermo y Riquelme –que peinan y tiñen canas desde hace años– son las grandes esperanzas de Boca, y River sueña con zafar del abismo con Caruso, Arano, Pavone y Acevedo, todo parece indicar que la suerte entre el primero y el último estará separada, como vaticina Morales, por la suerte en un par de córners y, ciertamente, más de un par de fallos y fallas arbitrales. Hoy como ayer, y antes de ayer también, las decisiones del fútbol nacional pasan por su máxima autoridad, el vicepresidente de FIFA (quien gusta autoproclamarse, en un alarde napoleónico y un tanto senil, vicepresidente del mundo). El presidente de la AFA, el Padrino de Sarandí, el empresario televisivo que no es empresario televisivo, el mismo que no posee más de treinta staciones de servicio ni edificios de última generación como el Blue Sky de Libertador y Callao, el octo-
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genario pervertido al que nadie se anima a desafiar ni en voz baja. El mismo Don Julio que asumió en la AFA, en 1979, frente al desdén de Lacoste –que despreciaba su look de ferretero del Gran Buenos Aires, con corbatas de nudo ancho, colores mal combinados e imperdonables mocasines gastados–, y en tercera instancia, tras el rechazo de dos candidatos que se bajaron a último momento porque el infame Lacoste no les daba bola. El ferretero más próspero del mundo, que hoy por hoy ostenta el récord de haber gobernado la AFA unificada bajo el profesionalismo durante el 41% de toda su historia, mientras que otros 29 presidentes e interventores ocuparon apenas el 59% restante de esos 76 años. El mismo Don Julio, en definitiva, que alguna vez supo suspender las transmisiones en directo de los partidos de los viernes (“porque restaban público de los estadios”) y que después se convirtió en el zar de la televisión argentina. El que supo intuir el auge y las posibilidades de la TV paga en la Argentina, unida a la globalización comunicacional que traerían los satélites de comunicaciones y los transponders satelitales, pero que no sabe cómo enviar un e-mail. Sí, el vicepresidente del mundo que, aprovechando una movida de Agremiados, terminó llevando al Gobierno a hacerse cargo de las trans-
Bien decía el coronel Perón: “con la bosta también se construye”.
misiones de fútbol, por televisión abierta y gratuita para todos y, con esta movida, a relanzar la contraofensiva oficial contra el monopólico y poderoso Grupo Clarín, al sacar del cajón el proyecto de Ley de Servicios Audiovisuales. Un burócrata, un patán o un dinosaurio que, como sucede en las sociedades complejas, termina siendo el ariete de grandes reformas, aunque nada tenga del glamour ni de la mística revolucionaria de un barbudo en motoneta. Una reforma, volvamos a aclarar, que sigue siendo positiva para la sociedad, más allá de la mediocridad general de los dirigentes y de las dudosas credenciales democráticas del vicepresidente del mundo
La supervivencia de los más aptos Grondona es un ejemplar único en su especie, un caudillo que ha sabido convertirse en aliado del tiempo y que tiene más paciencia que un burócrata del Partido Comunista chino. Los directivos, con la venia de su Supremo, han sido una casta venial que ha logrado mantener sus organizaciones de pie frente al vendaval neoliberal, sin duda con más éxito que los propios caciques sindicales. Con el latiguillo de la función social de los clubes de fútbol, a pesar de su pésima imagen en la sociedad, lograron resistir la última arremetida que, en 1998, encabezó el ofídico ministro menemista Granillo Ocampo, para hacer de Albiceleste, sociedad anónima de Avellaneda, la regla y no la excepción del fútbol. Un ejemplo claro de darwinismo social, vampiros de la determinación firme de los hinchas de no tener patrones (¿pueden imaginar a Mauricio como dueño impúdico de Boca, sin
contralores ni esperanzas de perderlo en la letrina de la historia?). Que en los clubes haya otros deportes no equivale a decir que desempeñen una función social en el sentido de atender demandas populares insatisfechas. Vélez, Lanús, en parte River e Independiente y unos contadísimos casos más permiten el acceso al deporte a precios un poco más bajos que otras ofertas de mercado. Y en el caso de los clubes del Sur (Independiente y Lanús, principalmente), generan algún lazo comunitario de inclusión con sus colonias de veraneo (aunque las terminen pagando los municipios o los gobiernos provincial o nacional) y sus becas deportivas. En este punto es necesario aclarar que la forma jurídica “Sociedad civil sin fines de lucro” ya no responde a la función social que supieron cumplir los clubes hace 80 ó 90 años (digamos 60, en el mejor de los casos). Es, de todos modos, la que más se adapta a la idiosincrasia argentina y la que está arraigada en su cultura, ya que socios e hinchas no quieren tener patrones ni dueños. Sin embargo, es necesario aclarar que también el discurso de la función social de los clubes como sociedades civiles es el que ha permitido la vieja, larga y ya intolerable política de dirigentes que hicieron costumbre lo que alguna vez fue corrupción aislada, y convirtieron en norma consuetudinaria la célebre frase referida a los inmensos y crecientes montos que implican las ventas de los jugadores, principalmente al mercado internacional: “yo no la voy a ver siempre pasar (a la guita, la torta, la bolsa, la cometa…)”. Por eso, realizan intervenciones (y no precisamente con fines artísticos) que pueden llegar a superar el 30% de una operación, incluido lo
que les sustraen a sus clubes y al fisco (a través de triangulaciones con clubes casi inexistentes del Uruguay, ¿las Islas Caimán de América del Sur?) Un diagnóstico prematuro Tan temprano como en 1968 –época de la dictadura de la Revolución Argentina, de Onganía a Lanusse, y que fue autoritaria y salvajemente represiva en tiempos de efervescencia popular– fue el último intento del siglo XX de construir un modelo industrial, aliado a las empresas y
el capital multinacional, inspirado en la experiencia de Frondizi y del Brasil, según sostiene el reputado politólogo Guillermo O´Donnell. Esa experiencia, con un liberal pestilente como Krieger Vasena de ministro de Economía, aplicó, sin embargo, severas retenciones al agro para favorecer una industrialización sesgada a las multinacionales, pero que permitió el desarrollo de la industria automotriz y de la petroquímica, por ejemplo. En ese contexto, muchos tecnócratas, cuadros técnicos y gente de buena voluntad inten-
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tó llevar adelante políticas reformistas (la creación del PAMI es un buen ejemplo). En el fútbol, cuando Valentín Suárez dejó la AFA para sentarse en el ministerio de Trabajo a discutir con Vandor la entrega de las obras sociales a los sindicatos de las 62 Organizaciones peronistas, asumió brevemente como interventor de la AFA uno de los dirigentes más lúcidos que tuvo el fútbol argentino, el que mejor vio la necesidad de profesionalizar los cuadros administrativos de los clubes para garantizar transparencia y eficacia en el dinero que le pertenecía a los socios y no a los dirigentes, ante los montos cada vez mayores que se manejaban. El hombre venía de Racing y no le gustaba lo que estaba viendo. Fue uno de los mentores, como asesor de don Valentín, de la incorporación del interior a través de los torneos nacionales, y el estudioso más lúcido de la organización histórica de los clubes. Se llamó Armando Ramos Ruiz y dejó su visión en un libro que publicó en una edición de autor, Grandeza y decadencia del fútbol argentino (una visión dirigencial): “En la segunda década de este siglo [XX], en Avellaneda y en Barracas, separadas por el Riachuelo, están dadas las condiciones estructurales. Allí se asienta Racing, con sus triunfos, y Sportivo Barracas, institución que se funda en el año 1913 y que gana el ascenso en la temporada de 1916 a la división privilegiada. Ambas entidades desarrollarán la etapa de integración deportivo-social-cultural, que habrá de ser la característica principal del aporte del fútbol a la comunidad, en todos los rincones del país. “Con su carácter de espectáculo popular promueve ingresos a través de las cuotas-asociados y de las recaudaciones de los partidos, que exceden a los insumos propios que origina su mantenimiento. Empieza a promoverse la necesidad de aplicar dichos excedentes, cada vez ma-
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yores, que se canalizan en la instalación de canchas de pelota abiertas y cerradas, gimnasios para la práctica del básquetbol y de otros deportes, pistas de patinaje, pistas de atletismo, piletas de natación, con todas las comodidades en materia de vestuario y baños con agua fría y caliente. “El fútbol subviene así las necesidades de un mejor nivel de vida en esos barrios pobres, para la gente de menores necesidades. Es como un alumbramiento, que se manifiesta enseguida, en todos los barrios porteños en que haya un club dedicado al fútbol, así como también en los otros centros del territorio argentino. “Racing y Sportivo Barracas son los primeros –dentro del área metropolitana– en inaugurar esa ejecutoria, porque son sociedades importantes que actúan en medio de una población numerosa, que requiere, que exige esa ‘revolución social’. En ese sentido, el avance de Sportivo Barracas resulta sensacional: en 1917 inaugura su cancha de pelota cerrada, en 1920 su nuevo gran estadio de fútbol, con pista aledaña, en 1925 su pileta de natación... En 1929, Sportivo Barracas instituye los primeros campings para sus socios cadetes en Magdalena. No es extraño, entonces, que un representante de ese club conquiste la maratón olímpica en Los Ángeles: Juan Carlos Zabala... “No hay actividad alguna en la que se haya registrado un proceso de ingresos producidos por el pueblo que hayan regre-
Hoy, como ayer, emigran los mejores valores casi potrillos, y regresan caballos cansados.
sado a ese mismo pueblo con su máximo interés. Proceso de ingresos que no ha generado lucro alguno, porque han sido traducidos en favor directo de la sociedad. Logrando sin intervención ni conducción alguna del Estado y resolviendo los problemas del Estado, para servir una verdadera política social. Conseguido por dirigentes y jugadores en una labor sin acuerdo previo, pero que resultó mancomunada y generada por las condiciones propicias aportadas por este espectáculo”. Nada ha quedado de eso, salvo la necesidad incumplida de profesionalizar la gestión de negocios espectaculares, bajo la supervisión de las comisiones de fútbol, de hinchas y de las CD. Los gimnasios, las instalaciones están concesionados a empresas como Megatlón.
Un torneo que podría volver a llamarse Metropolitano Lejanos parecen los tiempos en que los equipos del interior profundo, los que vienen de los torneos argentinos antes de recalar en el Nacional B, lograban llegar a Primera a partir de plazas populares como Córdoba y Tucumán (fue una de las realidades que hace más de diez años llevó a decir a Grondona, en el Congreso de la Nación, que la federalización se estaba gestando gradualmente). Es cierto, llegó a haber siete equipos del interior no afiliados directamente a AFA compitiendo en el torneo de Primera. Sin embargo, la cercanía al vicepresidente del mundo (y la concomitante capacidad de lobby que esto implica), la injusticia deportiva estructural del campeonato, ya de arranque, por la rémora “aristocrática” del promedio (porque los que llegan a Primera tienen menos oportunidades de permanecer que aquéllos que suman tres temporadas en la categoría), sumada a la corrupción flagrante de
algunos personajes que se adueñaron de equipos grandes de tierra adentro como Talleres de Córdoba, más la sospecha de una vuelta al metropolitanismo desde que el pequeño pero poderosísimo Arsenal de Sarandí llegó a Primera, lo que le ha permitido favores de todo tipo a clubes tradicionales de pocos hinchas, arrojan un panorama cada vez más cerrado en torno de la región metropolitana y las tradiciones más antiguas de la AFA. Actualmente, de los viente equipos que comenzarán el Apertura, dieciséis pertenecen al área metropolitana (siete de la Capital, siete del Gran Buenos Aires y los dos de La Plata); y de los del Interior, dos (Newell’s y Colón) están directamente afiliados a AFA, con lo que sólo Olimpo y Godoy Cruz no hubieran podido jugar el antiguo torneo Metropolitano (que formalmente desapareció hace veinticinco años).
¿Técnicos o managers? Cuando aún era símbolo de renovación dirigencial y no el nombre de la época más negra que vivió River, un joven José María Aguilar, aseguraba, allá por el 99: “me parece que el camino más importante para cambiar la realidad pasa por modificar la relación con el Estado. Hacen falta controles mucho más estrictos de un Estado que defeccionó de sus obligaciones. Hay que dinamizar los distintos organismos de contralor, especialmente la Inspección de Personas Jurídicas, que hoy no tiene ni el personal ni el presupuesto suficientes para llevar adelante esa tarea”. Hoy, el Estado le entrega más de 600 millones de pesos al fútbol en concepto de derechos de televisión. Poco es, sin embargo, lo que controla y menos aún lo que han hecho los clubes para profesionalizar el manejo de ese paquete de plata. Un hombre como Aníbal Fernández, quien se sentó sobre la caja de las pautas
publicitarias que, en parte, subvencionan Fútbol Para Todos, tiene sobrada muñeca política para apuntalar y apañar a quienes intenten que el fútbol genere sus propias estructuras de cambio. Sin embargo, nadie amaga un acercamiento, una movida… No se hace nada que pueda disgustar
al Padrino, que pueda siquiera implicar, aunque más no sea de cara a un futuro mediano, la renovación personal y conceptual del manejo de la institución que comanda el vicepresidente del mundo. Boca nombró a Bianchi gerente del
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fútbol profesional mientras el DT era su antiguo subordinado, un entrenador con poca chapa, Carlitos Ischia. La movida se pareció más a un cargo honorífico, previo a un eventual retorno al banquillo, que a una gestión planificada. Bianchi se fue, como otras veces, dando un portazo, disconforme con la propuesta que le hicieron para que volviera a calzarse el buzo. Poco hizo por aportar a una política de compras y ventas “racional” y transparente. Nadie ha leído ningún informe producido por él, y nadie reemplazó a Bianchi. De los cinco grandes, sólo Independiente cuenta actualmente con un manager, César Luis Menotti, quien se asume como un funcionario rentado y asesora al presidente Comparada en contrataciones de entrenadores, y ventas y compras de pases de jugadores, así como en la evaluación de los activos del club en las divisiones inferiores. Y, según las malas lenguas, pretende seguir siendo un técnico en las sombras. Por lo pronto, es el mayor responsable de que el Rojo perdiera al único técnico que lo sacó campeón en los últimos años, el mismo que lo salvó del descenso y había descartado a los jugadores con bajo nivel de compromiso, promovido y consolidado en Primera a un grupo de juveniles y, con un honroso cuarto puesto, logrado la clasificación a la Copa Sudamericana y una posición expectante para entrar en la Libertadores. Además, jugando con un esquema de 4-2-3-1, igual que la España que le gusta a la gente que le gusta España. No es culpa de Gallego, después de todo, que Piatti no juegue como Iniesta y que Gandín no sea David Villa. Vélez y Banfield, dos de los clubes que mejor se manejan y cuyo futuro presenta mejores planificaciones que la de cualquier grande, cuentan con managers de
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perfil público bajo pero de alta performance laboral; Christian Bassedas, en Liniers, y Héctor Clide Díaz, en Banfield. Mario Díaz cumple funciones similares en Gimnasia y Gustavo Dezotti en Newell´s. En el ascendido All Boys está Héctor Capurro. Y paremos de contar. En el resto de los clubes siguen los que no la quieren ver pasar. Así, vemos que Boca recurre al DT del último campeón, el Bichi Borghi, del pequeño pero altivo Argentinos Juniors (al que en los tiempos de gloria del jefe comunal procesado y autoenjuiciado por violaciones a la intimidad de las personas y apañamiento de personajes represivos vinculados a atentados terroristas le compró al precio vil de sus necesidades más acuciantes, sus infantiles, la cuna de su semillero, el club Parque, y los juveniles ya formados como Riquelme), mientras sus más resonantes contrataciones son, en el mejor de los casos, los veteranos Palermo y Riquelme. Y River, con un DT con filosofía española pero jugadores demasiado locales, se jugó con Arano, Acevedo (el buen cinco que Gallego puso en la Primera de Independiente) Caruso y Pavone, y sueña con que la dignidad deportiva de Ángel Cappa sea suficiente para que Ortega rejuvenezca y los pibes maduren. Independiente trata de evitar el éxodo de sus mejores jugadores, comandado por Daniel Garnero, un técnico barato que nunca terminó de explotar en el club como un gran diez (salvo una temporadi-
River sueña con que la dignidad deportiva de Cappa sea suficiente para que Ortega rejuvenezca y los pibes maduren.
ta con Brindisi) y que fracasó sistemáticamente cada vez que se fue a Chile, pero que es obediente al manager Menotti y que, a lo mejor, sale pato y no gallareta y termina poniéndole el cuerpo a las buenas ideas que Menotti ya no quiere sostener en la diaria (la experiencia de Garnero junto con Burruchaga en Sarandí no habla del fútbol vistoso ni del paladar negro del que las generaciones mayores de 35 años supieron jactarse hace algunas décadas). San Lorenzo vuelve a insistir con Ramón Díaz, sin el nivel de jugadores con los que el riojano ganó un título local y llegó a la semifinal de la Libertadores, con los goles de Bordagaray, la renovación de Botinelli y el Chaco Torres, y las promesas de grandes valores a contratar que, a decir por la boquita torcida del riojano, no serán tantos ni tan buenos como le contaron al seducirlo para que firme. Racing, con la renovada conducción del siempre sobrio Miguel Ángel Russo, con la incorporación del talentoso volante colombiano Giovanni Moreno –quien puede ser el nexo futbolístico junto con Toranzo para que a la buena delantera que armó el torneo pasado se le seque la pólvora–, parece ser la propuesta más inquietante, la más promisoria, digamos, dentro de los grandes. Así se gastan los $30.680.000 que reciben Boca y River de Fútbol Para Todos. (Independiente, Racing, San Lorenzo y Vélez ligan $23.100.000 cada uno, mientras que los otros 14 equipos, reciben $16.897.500 por pera). El recién ascendido All Boys, por ejemplo, percibe seis millones más de lo que cobraría Boca de seguir el vínculo con TSC, la empresa de Clarín que tenía los derechos de TV. Y todo esto sin contar lo que ingresa por la venta de jugadores, cuotas sociales, entradas y publicidad. Es demasiado dinero para que todo siga siendo tan parecido. Demasiado parecido.
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Yo pisaré las canchas nuevamente
¿La “ola España” tendrá algún efecto en el país? ¿Significa algo el festejo popular de quienes no ganaron la Copa del Mundo? ¿La llegada de Cappa y Borghi renueva esperanzas de jugar mejor? Al autor de estas páginas le resulta difícil escaparle una tentación humana: ser optimista. Pese al acecho del grondonismo y sus bandidos. Por PABLO LLONTO Fotos PHOTOGAMMA.COM
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e aquel optimismo humanista revolucionario de los años idos, inspirados en la frase temblorosa de valentía de Salvador Allende (“más temprano que tarde se abrirán las grandes alamedas para que pase el hombre libre”) a este optimismo más modesto, de tablón, hay apenas cien diferencias. Ocurre que, de pronto, ha salido campeón del mundo un equipo que toca; pegado a ello, en siete países del mundo se festejó el regreso de cada seleccionado cuando sólo uno obtuvo la Copa y, de pronto, en la Argentina, Boca y River han contratado dos exponentes del bendito y bienaventurado jogo bonito que nos enseñara el genial Didí. Así que hemos decidido alegrarnos. Así, de apuro y con aviso. Porque por fin acuden a nosotros una serie de datos que no pueden ser menores. Los antedichos episodios nos vienen al pelo para volcar aquí una serie de consideraciones que dan respaldo a la teoría: se vienen tiempos mejores en el verde césped. Piensen, por ejemplo, en la victoria de España. De pronto, empezaron las medita-
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ciones en voz alta de algunos personajes. Los elogios del mundo son para un equipo que buscó la eficacia por el buen juego. Sin llegar a la orquesta sinfónica que siempre pretendemos, el ejemplo de Iniesta y diez más quizás se extienda al punto de ponerle límites a las antiguas barbaridades de la prensa. Especialmente al discurso de la eficacia. No sólo sirve ganar, mucho más sirve ganar y jugar bien. ¿Y esto cómo se razona en el país del menottismo-bilardismo-maradonismo? Aquí se nos produce el pequeño cortocircuito que pone en duda nuestras consideraciones iniciales: el grondonismo. Esa maldita peste que se adueñó de todos los clubes y que transformó a nuestros dirigentes en destripadores de técnicos y, en consecuencia, destripadores de cualquier apuesta a largo plazo. Lo observó el país
Siempre un Mundial transmite sus buenas ondas hasta unos meses después del partido final.
en el reciente capítulo del policial Echemos a Maradona. Descartamos que las contrataciones de Cappa y Borghi, previas a la consagración española, fueron realizadas en un estado de reflexión proto-Mundial. Algo así como el tango Yo vi que se venía. River y Boca, en una maravillosa sensación de fines de otoño, previeron que tomar de la mano a dos representantes del fútbol que emociona era congraciarse con las multitudes. Una carta abierta a los seguidores del estilo barrial, aún tomando sus riesgos. Porque lo sabemos: los dos equipos tienen tribunas reclamadoras de éxito. Sin embargo, son las mismas tribunas que, contradictoriamente, disfrutan, apasionadamente, de un Riquelme o de un Ortega, casi al punto de perdonarles, a ambos, casi todo. No tendríamos aquí el “efecto España”, sino algo superior: la trayectoria de dos entrenadores que simplificaron el lenguaje. Y que, en consecuencia, simplificaron el juego. Aquello que aparezca en el próximo torneo será consecuencia de los antecedentes de ambos y de cierta leva-
dura estimulada por los ecos del Mundial. Empezando por los jugadores, a quienes el pensamiento y el compromiso debería estimularlos para buscar la imagen y semejanza con aquellos equipos que respetaron a la pelota. España y Alemania, sin dudas. Y la Argentina, también. En un rapto de exageración, podría decirse que los españoles optaron por jugar así porque se “copiaron” de brasileños y argentinos. También podría argumentarse que después de dos décadas y media de importaciones latinoamericanas, los españoles se mimetizaron con los más variados representantes del sello nacional y popular. Demasiado arriesgado resulta elaborar una tesina que se incline por semejantes conclusiones. Pero como la idea parece original, prometemos estudiar el tema. ¡Qué maravilla sería concluir que estamos devolviendo los quinientos años de Conquista y explotación con una “recontraconquista” cultural y que hemos empezado por el fútbol! Siempre un Mundial transmite sus buenas ondas hasta unos meses después del partido final. Es el tiempo que habrá que aprovechar para cumplir con la vieja costumbre de los espejos. Si la prensa, o buena parte de nuestra prensa, estimulase moralmente a los equipos argentinos, tendríamos un inicio de recuperación: “¡señores, hay que jugar a puro toque, a la manera sudamericana, para llegar a ser los campeones, miren a España!” No piensa lo mismo el estimadísimo
Roberto Perfumo, quien asegura que jamás llegaremos a ser como los muchachos de Del Bosque. (“no veo la forma de poder llegar a jugar como ellos porque la Roja es puro juego en equipo. Nosotros somos los sabios, ignorantes del trabajo en conjunto. Adoramos las individualidades. Por lo tanto vivimos confiando en la magia, en los liderazgos indiscutidos; más aún, indiscutibles. No es casual que cuando aparece un buen jugador lo apodamos Mago o Mágico. España es identidad, pertenencia. Nosotros vivimos de paso, y no sólo en el fútbol”. (Olé, 12 de julio de 2010). Una discusión a través de estas páginas resultaría interesante y brindaremos por ella, pero advertimos que el pesimismo de Perfumo tiene que ver con el pesimismo nacional que se apoderó de más o menos la mitad de la población. Impulsada por los medios de comunicación mayoritarios, la consigna es “no revolucionar”, “no transformar”, “no cambiar”. Nosotros estamos en la otra vereda, arrastramos el optimismo marxista de ser capaces de imaginarnos la felicidad. Sea por la vía de la aventura o sea por un amorío profundo, estamos convencidos de que habrá más de una guiñada de ojos entre los equipos argentinos y el modelo Barcelona-España. Entonces, idealistas y materialistas a escena. Y que gane el mejor.
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Entre dos fuegos
Necesitados de reparar un daño grave a su poder, y con el desafío de una renovación en debate, Boca y River, de la mano de dos entrenadores políticamente correctos, encaran una transición de difícil pronóstico. Por ALEJANDRO CARAVARIO
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on el Mundial todavía fresco (y el cadáver calentito), cuesta sintonizar el modesto fútbol de estos lares. Las tolderías deportivas que nos roban la emoción pero que, comparadas con aquel cielo de estrellas políglotas, escenarios teatrales y Mick Jagger en la hinchada parecen el verdadero desierto de lo real. Mucho peor luego de observar a Tevez, en el living de Susana Giménez, ataviado como un lord de las pampas, dando muestras sólidas de lo que la Premier League puede obrar en los hábitos plebeyos de una criatura de monoblock. Claramente, Tevez no podría volver a All Boys. No podría Tevez arribar con su saco de tweed y la escopeta de caza al gélido vestuario de Olimpo. Pero hay que regresar al pago, y si canjeamos excelencia estética por compromiso afectivo enseguida estaremos mejor. No incurriremos en la queja viciosa de que vamos para atrás, de que el fútbol ya no es lo que era y ese tipo de lamento cuya única referencia es un mito de origen ideado por algún perverso, una condena a la frustración. No. El fútbol cambia, y eso estimula. Se ha tornado democrático como en los 80, y una racha aceptable de un equipo aceptable da como resultado un campeón como
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Argentinos o Banfield, por poner un par de ejemplos recientes. Reducida la brecha, los grandes buscan adaptar su mayor peso simbólico a una expresión contante y sonante: un equipo de jerarquía, el poder recuperado. Trance difícil para los tanques vernáculos: no tienen más plata que el resto, ni su camiseta supone una vidriera más tentadora que las demás. Ni sus divisiones inferiores garantizan una producción incesante de talentos. Sí tienen más hinchas y más obligaciones. Un mal negocio. En este panorama, River y Boca intentan salir al ruedo bien plantados. Forzados a abandonar la posición de debilidad y el rumbo errátil de las últimas campañas, donde menudearon los escándalos y los entrenadores calcinados por un partido perdido. Tragedia de enredos a la que Boca, luego de años de estabilidad en el triunfo, estaba francamente desacostumbrado. Deberá entonces empezar de nuevo.
Boca y River intentan salir al ruedo bien plantados. Están forzados a abandonar la posición de debilidad.
No cuenta ahora con el pícaro pragmatismo de Bianchi. Y de aquel plantel glorioso sobreviven apenas Battaglia (siempre en la enfermería) y los enemigos íntimos Riquelme y Palermo, generales próximos a la jubilación pero emblemas intocables para la tribuna. Y experimentados líderes políticos con los que Borghi deberá negociar para que el barco navegue en armonía. El flamante DT, hombre inteligente y relajado si los hay, tiene claro que comanda una transición (la novela por la renovación del contrato de Riquelme es un buen ejemplo de la tensión entre el pasado y el futuro). Dependerá de cómo caiga entre el público de Boca que le extiendan el permiso para perfilar un equipo a su manera. Es de esperar que ese proyecto se monte en un funcionamiento de insistencia ofensiva y de trato cariñoso de la pelota. Así han sido las propuestas de Borghi, quien, sin embargo, lejos de la inmolación romántica, le presta especial atención a su base defensiva. Por lo pronto, todos los refuerzos de Boca aportan a esa línea (además del arquero Lucchetti) que el entrenador insiste en formar con tres jugadores. Primero el techo, después los Rólex y la cuatro por cuatro. Así razona un jugador maduro. El Bichi parece apostar a un armado paciente, una renovación que comenzará con la última línea. De allí en adelante, muy probable-
mente deje, como en modelos anteriores, la densidad del juego en los pies de Riquelme. Ya habrá tiempo para una transformación radical que incluya a las vacas sagradas del club. Aún no es momento. River, por iniciativa de un avezado hombre del club como Daniel Passarella, se apronta a salir del pozo con una reafirmación cultural (una sobreactuación, si quieren). Acosado por un promedio vergonzante (y destartalada su economía por la gestión catastrófica de José María Aguilar), River huye hacia adelante. Nombra a Ángel Cappa, cuyo discurso (que no su biografía) representa como ninguna las aspiraciones profundas del público. Aunque los hinchas de River pretendan la felicidad sencilla de los campeonatos ganados aun sin destellos memorables, Passarella los devuelve a una tradición, genuina o ficticia, que implica subir la apuesta. Nada de mirar el promedio y entrar en pánico; acá se trata de refundar una identidad gloriosa, sugiere el Kaiser. Con la grata impunidad de las declaraciones al voleo, el Burrito Ortega (blasón indispensable en esta operación) ha prometido que River saldrá campeón. De ahí no bajan las ambiciones. A Cappa, cuya prédica sobre el fútbol español tiene ahora su justificación plena, lo aguarda la tarea de acomodar
su filosofía a una urgencia de otra índole. Veremos. No dispone del surtido de mediocampistas de toque exuberante como la Madre Patria, pero sus refuerzos en ataque, Caruso y Pavone, prometen un poder de fuego acorde con pretensiones importantes. La presentación en sociedad de una gema patrocinada por la nueva gestión, Manuel Lanzini, de 17 años,
aporta el color local y esperanzador que permite avistar el futuro. Pero, al igual que Boca, el plan Cappa, entre las viejas glorias necesarias y su vocación por promover jóvenes de buen pie, avanza en el proceso de recambio más que de consolidación. Los números dirán hasta dónde puede llegar.
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“Bielsa fue lo más cercano que tuvimos a un plan”
Con casi quince años en la Selección, Roberto Ayala da su diagnóstico de lo que pasa. Pide que se elija una línea y se la respete, asegura que es imposible jugar como España y piensa que Maradona debe seguir. Por IGNACIO FUSCO Fotos MAXI FAILLA
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asi todos lo dicen con los ojos medio entrecerrados, apretando los labios, meneando apenas la cabeza en un gesto que puede confundirse con la lentitud de un médico dolido y un tachero que se nos quiere agrandar: “no, pero no puede jugar más. En serio, este tipo no va más”. Este tipo es, ahora, ese tipo, el que está allá, trotando cerca de un área grande, a casi cincuenta metros de los periodistas que lo acaban de sentenciar. Estamos en el entrenamiento de Racing. Ese tipo del que nos hablan fue campeón con River, campeón olímpico con la Selección, capitán de la Selección, símbolo de la Selección, bicampeón español con un equipo que no fue ni el Barcelona ni el Real Madrid: ese tipo es, quizás –y decimos quizás para evitar la avalancha de lectores cargando la recámara de sus mails–, el mejor central de los últimos veinte años del fútbol argentino. “No, pero no puede jugar más. En serio, este tipo no va más”. Algo nos pasa con este hombre que ahora está sentado frente al grabador, planchita y barba con canas, lujosa campera italiana, su sonrisa lenta, pura amabilidad. Este hombre fue un crack del fút-
bol mundial, y sin embargo –porque en el sin embargo está su historia–, el álbum de la memoria argentina le ha coleccionado las fotos en las que peor salió: con Bergkamp en el 98, errando un penal en la Copa América 99 ante Brasil, errando otro penal con Alemania en el 06, metiéndola en contra justo en su último partido con la Selección, otra final y otro 0-3 con Brasil, ya realmente un abuso, zapatero en la Mayor. Y sin embargo –porque en el sin embargo está su historia–, aquí está, pidiéndose un café, el mejor dos que nuestra generación ha visto jugar: Roberto Fabián Ayala. –¿Cuántas veces te preguntaron si volverías a la Argentina, si jugarías otra vez acá? –Ufff… Muchísimas. –¿No es insólito entonces que ahora que lo estás haciendo te digan que estás lento, que no podés ser titular?
“Hoy, tal vez, tenga menos capacidad física, pero también aprendí otras cosas”.
–(Se ríe) Pero yo ya sabía que sería así: al no verme seguido, todos iban a querer saber cómo estaba, cómo estoy, ésa era la presión extra, mi reto. Pero todo bien, tampoco lo siento como una carga. –¿Vos sí te veías jugando en la Argentina? –Cada vez que lo pensaba creía que no, que tal vez no. Jugando sí, eso sí, la edad no era algo que me importara. Pensá que yo jugué con Maldini en el Milan, con Carboni en el Valencia, tipos que la patearon hasta los 38, 40 años. Ése era el espejo en el que yo me veía. “Si las lesiones me respetan...”, pensaba, “¿por qué no?”. –Y ahora, a los 37, ¿qué te decís? –Que tengo que moverme antes, anticiparme siempre a la jugada. Que si me relajo, me distraigo, cualquier rechazo es peligro de gol. –Difícil en tu caso, porque siempre fuiste más tiempista. –Yo leía, sí, más como un líbero. Leía algo que iba a pasar y tac, ganaba. –A muchos de los imparciales nos quedó la foto de Jara ganándote en carrera, justo en tu retorno, en el 2-4 ante Arsenal. –Pero ahí estábamos mal parados. Ponete a analizar la jugada, recordala bien: ¿quién corría con la ventaja? Él. Justo vol-
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vimos mal y yo quedé de espaldas, a contramano, con Jara de frente. Si yo hubiera sobrado, con el equipo bien parado, te aseguro que no me hubiera ganado. Es más: casi lo tapo. Yo sé cuándo y dónde fallo, conozco mis carencias. Hoy tendré menos capacidad física, pero también aprendí otras cosas. –Recién decías que la gente no te veía seguido, algo que le pasa a la mayoría de los que juegan en Europa. Exceptuando a Messi, Tevez y algún delantero más, casi ningún hincha sabe cómo ataja Romero, por ejemplo, o qué tal anda Jonás. –Por eso se enfocan más en vos cuando volvés. –Pero la mirada es incompleta. –Sí, pero es ahí cuando vos podés sentirte orgulloso de que estuviste trece o catorce años en la Selección, que es donde están los encargados de observar lo que no le llega al hincha. –¿Y vos te sentís valorado por el hincha? –A mí siempre me vieron como un tipo de Selección, y eso ya es mucho. Yo jugué poco acá, y acá no llega todo lo bueno que hacés. –El gol en contra en el último 0-3 con Brasil, el penal ante Alemania después de haber jugado un partidazo y de haber metido un gol… ¿Nunca te preguntás “por qué a mí”? –Toda mi vida me fui haciendo a base de errores. A veces elegís bien, a veces mal. Es así, no puedo decir demasiado. –Algo similar le ha pasado a los últimos ciclos de la Selección, ¿no? Todo bárbaro, siempre todo bien, pero… –Siempre había un pero, sí. Sí, fue así, es cierto, tampoco te voy a decir “no, mirá, no tuvimos suerte”, porque sería simplificar la explicación. Cuando te eliminan, siempre hay algo más, un sustento, alguna pifia, un error. En el Mundial 2002 nos dimos cuenta de que tendríamos que haber
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descansado, recuperado fuerzas, en lugar de prepararnos tanto, pero ésas son cosas que –muchas veces– las sabés después. Otra: todos hablan del tiempo de trabajo. La Selección española se junta como nosotros, la misma cantidad de días, y mirá cómo juega. Tampoco nos mintamos. –Y ahora, el debate impensado: si podemos jugar como ellos. –Es imposible. Si queremos jugar como España, se nos va a hacer imposible. –¿Por qué? –Porque ellos tienen jugadores aptos para jugar así. Ni hablar de la escuela del Barcelona, de esa pausa, ese toque... El contraejemplo nuestro es Messi: es el mejor del mundo, sí, pero todavía no le encontramos el sistema o la gente para que explote (N.de la R.: Lionel debutó en Argentina el 17 de agosto de 2005 en un 2-1 ante Hungría). En el Barsa, Messi se saca de encima un tipo, dos y patea. En la Selección tiene que ir hasta la mitad de la cancha. –¿La Selección tiene un sello, un estilo de juego? –No. No lo tenemos. Yo creo que no lo tenemos. –La furia de Bielsa, el paciente Pekerman, los volantazos de Diego… –Pero se puede, se puede, cómo no se va a poder, si jugadores hay de sobra. El tema es encontrar una línea. Elegir una línea, mejor dicho. ¿Para dónde vamos? ¿Para allá? Bárbaro, vamos para allá. Mientras más rápido se haga eso, más rápido se encontrará el equipo que queremos.
“Mientras más rápido encontremos una línea de juego en la Selección, más rápido se encontrará el equipo”.
–¿Te hubiera gustado que se quedara Maradona? –Sí. Antes de Alemania todos decían que había hecho un buen trabajo, así que… –¿No era el partido que daba la talla? –Yo todavía creo que le tendríamos que haber jugado como en el amistoso, aquel 1-0 con gol de Higuaín. –Volvemos a la discusión del estilo, entonces: de una Argentina casi italiana a la suelta de las palomas muertas. –Sí, sí, es verdad. Quizás el único estilo marcado, bien marcado, fue el de Bielsa. Entonces fue una lástima la ida de Marcelo; era una línea que te enseñaba, te educaba, que se podría haber seguido en la Selección. Tampoco quiero decir que Bielsa es la salvación, pero fue lo más cercano que tuvimos a un plan. –¿Algún jugador nos va a contar cuál era el secreto de Marcelo? –Que tenía todo atado. Eso. Vos llegabas para jugar las Eliminatorias y el tipo te mostraba videos insólitos, partidos de pretemporada que ni vos sabías que se habían filmado. Pero te hablo de prácticas insólitas, insólitas en serio, ¿eh? Qué sé yo: amistosos en medio de un bosque, por ejemplo. “¿Cómo puede ser que este tipo tenga esto, si no había nadie?”, te preguntabas. Y luego te mostraba una compaginación perfecta, desmenuzando qué habías hecho bien, qué habías hecho mal, qué quería de vos. Sólo él tenía todo eso. Con el tiempo me enteré quiénes eran sus contactos, cómo conseguía los videos, era increíble. Te repito: tenía todo atado. Si hoy me dicen que voy a ser técnico, muchas cosas se las copiaría a él. –¿Y? –¿Y qué? –¿Lo serías? –La verdad, no me veo. Gustar me gusta, sí, pero no me veo al frente de un grupo. –Parecés un tipo muy tranquilo. –Lo soy. Mientras más inadvertido pase,
mejor. Me gusta mucho que no me conozcan: es lo mejor que me puede pasar. –¿Por qué? –Porque el que me conoce me saca el tema del fútbol, y yo prefiero hablar de otros temas, aprender, escuchar. –Adelante, entonces. –(Se ríe) No, bueno, pero te digo por decir nomás… –No, ahora contá, dale. –Soy un tipo bastante curioso. Y todo lo que pienso hoy pasa por mis hijos, por su crianza, por cómo hacer para enseñarles buenos valores. ¿Te dije los nombres? –Por favor. –Francisco, Sofía, Pilar y Martina. Tienen 14, 12 y 6 años, y 5 meses la chiquita. Y también está Cinthia, de 20, mi hija mayor, que vive en Paraná. Por ellos fue que volví. En Europa se habían acostumbrado a una vida más casera, mucho más tranquila. En Zaragoza nos íbamos a pasar el día a la montaña, en Valencia teníamos cerca la playa, los días libres en Milán aprovechábamos para irnos a Suiza. Esas cosas. –Más que nunca, Roberto, la pregunta del comienzo: ¿¡por qué volviste!? –Porque no puedo privarles que crezcan con sus primos, sus abuelos. Y porque a mí también me faltaban mis afectos.
tías en esos largos viajes en camioneta, para verlo jugar. De chiquito lo seguía, desde Paraná por todo Entre Ríos, hasta que un día, bueno, me tocó entrar a mí. Y terminamos jugando juntos”. –Hablando de afectos… –Fue hermoso, una experiencia inolvidable. Era central, mi viejo. Él iba de
líbero, y yo, atento, de stopper. Me hablaba, me ordenaba. Era mi viejo, era el entrenador. Todo clarito, ¿no? –¿Era bravo? –Peor que yo, sí. Hubo una, me acuerdo, fea, muy fea, jugando para San José: voy a chocar con un delantero y, pum, me deja KO. Es el día de hoy que no puedo acordarme de nada, pero entonces mi
RATÓN, EL HEREDERO Roberto Ayala también jugaba de dos. Líbero, stopper, central, todo dependía del encuentro, o mejor aún: de él, de lo que creyera o quisiera él. Roberto Ayala era el técnico del San José entrerriano, uno de los equipos de la Liga Diamantina, o sea, su propio técnico, o sea, el técnico, también, de su hijo, el futuro Ratón. “Yo tenía 14 años, y él, 35 –se ríe Ayala, el Cebolla Ayala, su apodo de niño, ahora sin la barba cana, olvidando su café–. Siempre me gustaron mucho los torneos regionales, prenderme con una de mis
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papá me contó que le había pedido al referí que no lo echara al tipo porque se quería vengar. –El cambio, Ayala por Ayala. –¡Claro! Quería vengarse. Y bue, no sé qué pasó, la cosa fue que arregló con el árbitro, al tipo no lo echaron y mi viejo entró. –¿Y? –Nah, no lo agarró. Ni lo echaron ni lo agarró: jamás se pudo vengar. –Justo motivo para bajarlo del altar de los ídolos. –(Se ríe) Mi ídolo era Giacomelli. –¿Quién? –Giacomelli, de Patronato. ¿No te dije que me encantaba el fútbol local? Me fascinaba ver calentar a los jugadores, la charla técnica de mi viejo, entrar al campo con ellos. Mi viejo hizo debutar a Giacomelli. Era lateral, Giacomelli, y a veces central. Yo lo había seguido todas las inferiores. Y después, entonces, verlo ahí, en Primera, no sé… Me pareció algo cercano, tan cercano, que me encariñé todavía más. Yo no tenía ídolos en Buenos Aires, no veía el fútbol de acá. Yo soy del 73, y el Mundial 86 no lo vi, salí a festejar porque salieron todos, porque la ciudad era una fiesta, pero vos ahora me preguntás y no me acuerdo de ningún partido. Recién del Mundial 90, ponele, vi algo. Yo quería ser como Giacomelli. –O sea que soñabas con jugar en Paraná, ahí, y no mucho más. –Ser futbolista, futbolista de Primera, en Buenos Aires, digo, me llegó sin querer, yo nunca lo había imaginado. Una tarde había terminado de jugar en un pueblo y así, de sorpresa, le dijeron a mi viejo que me conseguían una prueba en Ferro. Así, como te digo. Y nos mandamos. Al año ya me quería volver a estudiar a Paraná. –¿Y si no? ¿Si ese hombre no hubiera aparecido? –Y si no, bueno, al reparto de fiambres y lácteos de mi viejo, como siempre. Por mí, encantado de la vida. –¿Qué hacías? –Manejaba el camión, con mis 14,
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15 años, y descargaba la mortadela, los yogures. Siempre me gustó laburar con mi familia. Mis primeras zapatillas me las compré haciendo y cosiendo pelotas, con mi abuelo. Cortando el cuero, arreglándolas, armándolas. –¿Nombre del abuelo? –Camilo. Camilo Ayala. Hacía pelotas. Un grande. –Tanto tiempo después, ¿este Racing la puede descoser? –La base la mantuvimos, así que… –¿Qué equipo imaginás? –Uno defensivo. Y otro ofensivo. Tenemos que ser descarados. La verdad, Racing me asombró. Esta pasión es diferente, es de otro mundo. La comparo con Ferro y River y no tienen nada que ver. –Ya hace casi seis meses que estás en el país. ¿Se juega bien? –(Piensa) Bien… Se juega poco, diría yo. Pocos equipos entienden el juego. Hablo de saber leer, interpretar qué se debe hacer en cada momento del encuentro, cómo no caer en la desesperación. Estudiantes, Argentinos, sólo algunos tienen un sello.
“Racing me asombró. Esta pasión es diferente, es de otro mundo”.
–¿Empeoramos? –No sé si empeoramos; que se juega diferente, se juega diferente, eso seguro. Vi muchos equipos que prefieren intentar a partir de un rechazo, que apuestan recién a la segunda jugada, a que se equivoque el otro, apretándolo, en lugar de salir de abajo, de tenerla y buscar, tocar, avanzar. Y otra cosa que me llamó la atención: no vi muchos defensores o delanteros tanques, como los de antes. Hay jugadores más chiquitos, más veloces. Eso lo hace más dinámico, también. –¿Te asombró alguien? –Me gusta Caruzzo. Cómo cierra, cómo manda. Muchas veces me preguntaron quién sería mi sucesor y siempre contesto lo mismo: Argentina es un país de centrales. No paran de salir centrales, acá. –Heinze, Samuel, Milito... –¿Qué, jugás sin dos, vos? –No, pero los que no paran de salir son los seis. ¿Y los dos? ¿Hay dos? –¿Y Demichelis? ¿Demichelis no es dos? –¿Demichelis y quién más? –A mí me gusta Martín (por Demichelis). Gonzalo (Rodríguez) también pintaba para ser referente, pero las lesiones se lo impidieron. –¿Ezequiel Garay? –Sí, que está en el Real Madrid y aun así no tiene la prensa que se merece. Hay, te digo que sobra, hay… –Insisto: ¿y Ayala? –(Se ríe) Tiene 14 años, Francisco. Juega en el medio, todavía no fue a ningún club, pero ya me lo pidió. Cinco, doble cinco, a veces va por afuera… ÉL dice que va a ser futbolista. Veremos... Eso sí: es hincha de Argentinos. Me lo agarró mi suegro y le calzó la de Argentinos, no sabés cómo está. Cuando lo enfrentamos no sabía quién quería que ganara, si yo o su equipo. –Cuando jugaron con tu viejo vos tenías 14 años, y él, 35. Ahora, vos tenés 37, y tu nene, 14. Le pegan una trompada y… –(Interrumpe) No, yo sí lo agarro… Antes que todo, la protección. Lo corro y lo agarro. Te juro que lo agarro.
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Vuelve Ramón… y dice que no los va a defraudar Sin el apoyo contundente de otros tiempos, y con suculento contrato, Ramón Díaz inicia otra “etapa Boedo”, y esta vez son más los hinchas que lo ponen a prueba. Pero, ¿quién es realmente el hombre que los medios han elevado a una categoría similar a la de un animador? Por ROMAN IUCHT
E
n el instante en que este periodista se propone escribir algunas líneas, en el país futbolero, por no decir en el país todo, el único nombre que se impone es el de Diego y su consecuente salida de la Selección. Sin quererlo, mis compañeros de Un Caño me propusieron un verdadero desafío. Frente a esta coyuntura “maradoniana”, hay que estar muy calificado para competir ante la potencia de su partida y sus dichos posteriores. Tiene que ser alguien con peso propio, con identidad y mucha chapa. Llegar a la categoría de estrella, abandonar el rótulo de persona para recibir el de personaje, no pasar inadvertido entre la multitud, definitivamente no es para cualquiera. Se consagran con ese galardón aquellos que, entre otras cosas, se despojan de su apellido y son para el vulgo sólo un nombre. Diego, Carlitos, Enzo o Román, por citar algunos casos. Atraviesan la barrera de lo conocido para adquirir la talla de lo que comúnmente denominamos popular. Ahí, exactamente ahí, está Ramón. A secas. No hace falta agregar el Díaz como colita rutera para saber de quién se trata. Decir Ramón es hablar de show, de declaraciones picantes a la prensa, de
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un producto de marketing que aprendió a venderse solo, de un técnico que se posiciona bien por delante de un plantel con todo lo que eso implica, de proyectos comerciales tan importantes como los deportivos y también de títulos. Todo eso es Ramón. Puede gustar más o menos, pero tiene ganados sus méritos y definitivamente son inobjetables. Cuando apareció, hace ya quince años, como flamante entrenador de River, su imagen parecía frágil. El incontinente idioma futbolero decretó que a su equipo lo podía dirigir y sacar campeón cualquiera. Es cierto que su valor agregado no pasaba por los aspectos tácticos, es real que se ganó su lugar a los codazos y que así como le sobraba material para ganar el tricampeonato fronteras adentro y ser el mejor a nivel continental, fue desmesurada la superioridad de la Juventus
Atravesará una etapa diferente, tan austera como infrecuente en su carrera.
cuando tuvo que enfrentarlo en Tokio. Si los entrenadores se discriminan entre dos categorías: los “intervencionistas” y los “facilitadores”, el riojano aparecía claramente afiliado al grupo de los segundos. Ramón elegía los apellidos, entregaba conceptos generales en las charlas de vestuario y aprendía mientras ejercía. De la mano de los títulos, Ramón, intuitivo como para pescar un rebote, vivo como para separarse de la marca y rápido como a la hora de someter a los arqueros en el área, decodificó lo que los medios querían y supo darles material como nadie. Sus apuestas con Macri antes de los clásicos, sus “italianismos” ante los micrófonos y el “ta luego, muchachos” partiendo raudamente luego de soltar la bomba, construyeron un personaje que excedió el simple rol del entrenador. Su perfil fue creciendo de manera exponencial, tanto como su poder. Un clásico de verano, de esos que no parecen mover demasiado el amperímetro, lo eyectó del banco de suplentes y le hizo ver también a él que lo que en algún momento parece un trono puede transformarse en la silla eléctrica. Proporcional a su estatura fue el ruido que se escuchó con su caída. Lejos de contentarse con sus dos eta-
pas riverplatenses, Ramón se mudó a Boedo, para demostrarles a los incrédulos que no se había recibido de técnico de River. Allí supo como es aquello de que la venganza es un plato que se come frío. Apuntaló a jugadores como Lavezzi, obtuvo la mejor versión de Cristian Ledesma y le devolvió la memoria a tipos como Gastón Fernández. Sacó campeón a San Lorenzo y ejerció de técnico con todas las letras, moldeando al equipo a
su antojo, ganando partidos con autoridad y el torneo con justicia. Fue su obra más evidente y en algún lugar un título con sabor a revancha. Si el facilismo valía para decir que en River los partidos se ganaban gracias a los jugadores, el mismo criterio debía aceptar que en “el Ciclón” su influencia era notoria. Pero si la historia se quedase allí, no sería Ramón. Entonces entre la omnipotencia del título y la pasividad de ese buen hombre que es el presidente Rafael
Savino, sus hijos se sumaron al plantel, el vestuario perdió intimidad y la higiene abandonó el Nuevo Gasómetro. Las compras millonarias, los grupos inversores y el inolvidable 8M en el Monumental, justo ante River, con los goles de Bergessio, sostuvieron el proyecto durante un tiempo prudencial. Las derrotas, como siempre, sacaron la mugre de abajo de la alfombra. Y como si todo hubiera estado en una olla a presión, la tapa voló por el aire y con ella el sueño de la Libertadores. La armonía dejó de existir y todos los trapitos se lavaron en público, vulnerando uno de los sagrados “códigos del fútbol”. Tras un par de años en las tinieblas, apareciendo sólo para coquetear con River y desairar públicamente a Aguilar en otro acto de dulce condena, Ramón está de vuelta, y ya demostró que hará de las suyas. Exigió ante las cámaras, como aprendió con los años, la llegada de refuerzos de jerarquía para así garantizar su continuidad y se alistó para retornar al campo de batalla. Perdió un round ante River en el intento de repatriar a Pavone, pero seguirá atacando con munición de grueso calibre. No tiene un plantel de grandes figuras, y deberá armarse con lo puesto, más allá de alguna figurita que le caiga del cielo. Es interesante tenerlo de nuevo. Atravesará una etapa diferente, tan austera como infrecuente en su carrera. Veremos qué idea táctica implementa y a qué quiere que juegue su conjunto. Más que nunca deberá demostrar, aunque seguro piense que ya no debe dar ninguna prueba, que puede ponerle un valor agregado a su equipo. Nos dará tapas de suplementos y mucho show afuera. Los hinchas azulgranas solo querrán títulos y respuestas adentro. Esta de vuelta Ramón. Sin más presentaciones. El otro riojano que dice que no los va a defraudar.
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Ave, César (Ave, Dani)
El receso futbolístico desnudó las tramas del poder en Independiente. El fin del ciclo Gallego dejó clara la influencia de Menotti en un club que busca reestructurarse a pesar del relativo éxito reciente. En este contexto, enfrenta un campeonato con buenos refuerzos y un nuevo entrenador como Garnero que, a priori, parece más manejable. Por PABLO CHEB TERRAB
S
i uno revisa la actuación de Independiente en los campeonatos recientes debe admitir que no le fue tan mal: terminó cuarto en los últimos dos torneos, fue el mejor de los cinco grandes en el Clasura 2010 e incluso pudo haber logrado una mejor posición final en esa historia si hubiera contado con un poco más de suerte (y de constancia futbolística) en aquel partido ya casi famoso que perdió ante Argentinos Juniors. A partir de estos datos, era difícil pensar en el despido del Tolo Gallego, un DT que –si bien personalista y algo bocón– había logrado reconstruir parte de la identidad histórica del club. Sus equipos siempre rindieron más o menos como se esperaba, y las mejorías futbolísticas a partir de su conducción parecían innegables. Sin embargo, a pesar del éxito relativo de su gestión, Gallego fue removido de su cargo. El autor intelectual de esta maniobra fue el mánager del club, César Luis Menotti, que no hizo demasiado por ocultar su decisiva influencia en la salida de Gallego. El presidente, Julio Comparada, tampoco se desvivió por aclarar su papel de mandamás en la institución. Más
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bien, con una frase (“avalé la decisión de Menotti”), se despegó de una responsabilidad que podría llegar a tener un costo político dependiendo de los resultados que se obtengan de aquí en más. El Flaco aceptó gustoso esta lectura de la cúpula dirigencial y se hizo cargo de entablar un discurso de ésos que tanto le gustan. Y dijo: 1) “Acá no se trata de un estilo futbolístico, sino de un cambio en el estilo de conducción. Buscamos una línea que sea común a todas las divisiones del club”. 2) “Queremos un entrenador que apunte a gente joven en el primer equipo. No podemos cometer el error de subir a diez chicos y al mes siguiente bajar a nueve”. 3) “Mi relación con Gallego no era la que se pretendía en cuanto a la comunicación. No puede ser que desde la dirigencia se vaya a buscar corriendo un lateral derecho y resulta que si hablábamos con un técnico de inferiores, nos podía mostrar que tenía a su cargo uno igual o mejor”. Los puntos de su enunciado tienen lectura sencilla. A Menotti le molestaban tanto la notoriedad como la autonomía de Gallego, con quien evidentemente no se llevaba del todo bien. Un clásico choque
de egos. Tampoco era fanático de que pidiera refuerzos. De hecho, básicamente lo acusa de desconocer a las inferiores del club, y de manosearlas. Extraño si se toma en cuenta que Gabbarini, Galeano, Julián Velásquez y Mancuello encontraron su lugar en el equipo con el Tolo. El sueño del Flaco es replicar el modelo de inferiores que logró el Barcelona español. La Masía, esa cuna de cracks catalanes que forma jugadores desde la más tierna infancia, es el espejo en el cual se refleja. Quiere que todas las categorías jueguen igual, siempre. Eso, en principio, le otorga a él –como mánager– un poder que va más allá de lo formal: él decide cuál es esa forma repetida. El DT de turno termina decidiendo qué jugadores van en cada sitio. Pero los sitios quedan decididos por la estructura. Con Gallego, eso no iba a pasar. Por eso llegó la remodelación: Menotti buscó más protagonismo, y se hizo de un ladero a priori más sumiso. Contrató a Daniel Garnero.
EL EQUIPO Las credenciales de Garnero no son particularmente brillantes ni hablan de
un entrenador inclinado hacia el lirismo. Uno imagina que dirige como jugaba: en la cancha sí era creativo, ofensivo y audaz. En su campaña como DT de Arsenal (único antecedente), tomó un equipo bastante conformado que venía de ganar la Copa Sudamericana bajo el mando de Gustavo Alfaro y, aunque no fue distintivamente conservador ni desequilibrado en ofensiva, nunca logró hacerlo brillar. En sus meses al frente del club de Sarandí, Garnero mantuvo la base del equipo, jugó casi siempre con uno o dos delanteros (alineaba, por ejemplo, a Sava y el Papu Gómez), ganó la Copa Suruga Bank, en Japón (ante el Gamba Osaka) y logró un sexto puesto en el torneo local. Lo echaron por una campaña irregular en su segundo campeonato como entrenador (había ganado 9 de los primeros 12 puntos y después logró 3 de los siguientes 24). Su desafío al frente de Independiente llega con un plantel interesante. Es cierto que el equipo perdió algunas piezas. El golpe más duro fue la salida de Piatti, un jugador que el club quería retener. Otra baja sensible es la de Acevedo, de muy buena actuación en el último torneo. Tampoco estarán Vella y Gandín. Ni, según parece, Mareque o Leonel Núñez. Así y todo, el DT contará con buenas opciones en todas las líneas. En el arco hay tres jugadores
de primer nivel: Gabbarini, Hilário Navarro y Assman, que regresó tras un préstamo en Las Palmas. Se habla también de Diego Rodríguez, un juvenil de buena proyección, que hoy queda relegado por la cantidad de opciones en el puesto. En defensa, llegó Maxi Velásquez para cubrir el lateral izquierdo. También regresó Matheu –casi un refuerzo– tras una larga lesión. Ellos se sumarán a Tuzzio, Galeano y Julián Velásquez, aunque aún queda por resolver qué sucederá con el lateral derecho (hoy en manos de Vallés). En el medio se da la mayor cantidad de cambios con respecto al último Clausura. Nicolás Cabrera, Battión (de excelente desempeño en los últimos doce meses en Banfield) y Cristian Pellerano (a quien Garnero ya dirigió en Arsenal) parecen números puestos para el equipo titular. También están Gracián y Mancuello. El ataque por ahora, resulta unipersonal: Andrés Silvera. Es cierto que llegó Facundo Parra, el ex Chacarita. También que se sumó el juvenil Germán Pacheco, un pibe del que se hablan maravillas; de categoría ’91, se formó en Vélez y llega desde el Atlético Madrid. Pero hoy en la
cabeza de Garnero sólo habría lugar para un hombre de ataque. A Pacheco prefieren llevarlo de a poco, no apurarlo y que la gente lo conozca bien antes de empezar a insultarlo. A Parra lo ven como un suplente de buen nivel. Es que el esquema decidido parece ser un 4-2-3-1. Línea de fondo con laterales, doble pivote, y tres volantes algo más adelantados para alimentar al único punta. Salvando la distancia entre nombres, un símil España y un símil Holanda. Con Cabrera y Mancuello llegando por afuera y Gracián como enganche. Habrá que ver si el dibujo logra réditos con un plantel que no resulta demasiado largo en un año de Copa Sudamericana (lo cual puede significar, además de una gloria deportiva, un ingreso importante para el club). Si la estrategia no funciona, quizás alguien hable de ese estadio que iba a estar terminado para junio de 2008 y que continúa incompleto. O a lo mejor se nombren los $12.750.566 en cheques rechazados que el club acumuló desde febrero del año pasado (nobleza obliga, fueron levantados con retraso $6.181.688 de esa deuda al momento de redactar esta nota). Si funciona, por supuesto, se hablarán maravillas de la gran intervención menottista. Se halagará a Garnero, se felicitará a Comparada por su inacción y se erigirán loas a los proyectos integrados que piensan en el largo plazo, por más corto que sea el plazo que pase hasta el logro obtenido. Mandará, obviamente, la ilógica, y los extremistas adoradores del proyecto pensarán: “menos mal que no salimos campeones antes, si no, ¿cómo hacíamos para despedir a Gallego?”.
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Como en la fábrica de chocolate
¿Confirmará el próximo torneo que los argentinos tenemos un futbolero y nuevo privilegio? Al parecer, nos convertimos en el país donde un club de los no denominados grandes puede acceder, sin demasiadas vueltas, a un título. Las razones de una historia de igualdades en la tabla. Por FERNANDO PACINI
L
os últimos ocho torneos fueron ganados por ocho equipos distintos. River y Boca sólo ganaron un título cada uno. Banfield y Lanús dieron la vuelta olímpica por primera vez en su historia, y Estudiantes y Argentinos volvieron a celebrar después de más de veinte años. Antes del comienzo de cada campeonato, los veinte equipos que participan suponen que pueden “pelear arriba”; quince de ellos piensan que pueden ganar el título y no menos de diez aspiran seriamente a consagrarse. Ninguna liga del mundo permite semejantes ambiciones. El fútbol argentino, en materia de aspiraciones de gloria, es único: el más parejo y competitivo del planeta. Aquí no es como en España, donde Real Madrid y Barcelona mandan y el resto, a la cola. En Inglaterra son cinco o seis equipos que luchan por el trofeo y luego se reparten los puestos de Champions. En Italia, lo mismo, con dominio del Inter. Independientemente de la categoría del juego, esa presunción de éxito que tienen todos los clubes (o casi) es un aspecto sobresaliente de nuestro torneo. Además, en la Argentina tiene tanto prestigio la victoria y se valora tan poco a
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los derrotados (idea miserable, pero consentida por el medio, jamás interpelada y siempre alentada) que se empuja a los futbolistas al techo de su rendimiento, imponiéndoles la necesidad de forjar un carácter adecuado a la desmesurada exigencia. Definitivamente, acá no da lo mismo... ¿Qué campeonato nos espera? ¿Es una tendencia que equipos con presupuestos inferiores a los tradicionales poderosos sean los ganadores? El comienzo de la temporada suele ser un trauma para los entrenadores. El éxodo de futbolistas nunca se compensa con la llegada de nuevos jugadores. Los que se van son los mejores, y los que llegan o son jovencitos que ni siquiera pudieron cumplir la etapa formativa, vienen del Ascenso (muy de moda en los últimos cuatro años) o regresan de Europa sin demasiado éxito (o con más años y golpes recibidos).
El fútbol argentino, en materia de aspiraciones de gloria, es único: el más parejo y competitivo del planeta.
Sin embargo, lo ocurrido en julio pasado no fue una copia de los recesos invernales anteriores por dos razones: con los nuevos ingresos por derechos de televisión, los clubes argentinos tienen algo más de dinero que el producido por la venta de jugadores; y el mercado de verano europeo se mantuvo deprimido en comparación con otros años. Estos dos factores contribuyeron a que muchos planteles no se desarmaran, e incluso a que pudieran mejorarse con refuerzos. Los equipos de menores recursos se valieron de una coyuntura favorable para organizarse y competir a la altura de las potencias. Boca no da señales de recuperación absoluta, River intenta recuperarse del sismo 9,8 en la escala Aguilar. Racing, San Lorenzo e Independiente tampoco tienen proyectos consolidados… Ese escenario de potencias empobrecidas permitió que nuevos invitados asistieran al banquete. Un club más pequeño no puede comprar como Boca ni puede vender publicidad como River. Pero sí puede estar a la misma altura en dos aspectos: calidad en el programa de formación de futbolistas, y condiciones y elementos de trabajo.
Entonces, Colón y Newell´s (que no han ganado títulos en estos años) estarán en condiciones de igualdad próximamente, en la medida que no interrumpan el trabajo de divisiones inferiores que pusieron en marcha. Ya lo hicieron Lanús, Vélez, Estudiantes y Banfield, con buenos resultados. En cuanto a las condiciones de trabajo, ya no hay brechas entre los más ricos y los más pobres. La Villa Olímpica de Vélez o el Country de City Bell no tienen nada que envidiar a la Ciudad Deportiva del Madrid o a la del Manchester United. La mayoría de los equipos de primera cuenta con excelentes campos de entrenamiento, materiales, vestuarios, sitios de
concentración, profesionales especializados en cada área, lugares de tratamiento y recuperación, tecnología para análisis de rendimientos... La deficiente planificación deportiva de los “grandes”, combinada con los austeros aciertos de los “chicos”, produjo un resultado muy atractivo para el espectáculo: la competitividad. La calidad es otra cosa. Contra ella conspiran el perfil exportador, la histeria, la presión, la desmedida valoración del triunfo, la urgencia y un larguísimo etcétera. En cuanto al juego, sí hay una tendencia positiva. Cómo sucedió en la Copa del Mundo, los equipos argentinos parecen volver a poner atención en la posesión de
la pelota y en la elaboración como paso necesario para conseguir ataques de mejor calidad. Borghi, Cappa, Garnero, Troglio, Asad, Mohamed, Sabella, Cocca, Sensini, Gareca, Zubeldía son apellidos que rápidamente se asocian con la intención de protagonizar los partidos, de privilegiar la tenencia explotando el ancho del campo. Se supone que el próximo Apertura tendrá ese sello. No es poca cosa. Aunque el fútbol argentino tenga problemas crónicos, en los buenos y en los malos campeonatos, ésta es una nota optimista respecto del torneo que comienza. Que la realidad lo confirme será una excelente noticia.
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¿Tecnología? No… TV y gracias
Desde los medios de prensa se agita la bandera de la incorporación de la tecnología para auditar las actuaciones de los árbitros. Desde Un Caño hacemos nuestro humilde aporte para entender de qué se trata este asunto. Por MARIANO HAMILTON
E
l Mundial dejó un montón de cuestiones flotando por el aire, pero tal vez una de las más mencionadas y menos profundizadas fue la utilización de la tecnología como soporte para reducir los errores flagrantes que comenten los árbitros en jugadas decisivas. “Tecnología” es la palabra de moda, como tantas otras que adopta el periodismo para hacer su trabajo de marketing sobre diversos temas. Es decir, a “tecnología” se le podrían sumar “inseguridad”, “crispación”, “caos de tránsito”, “asaltos a jubilados”, “asaltos a colectiveros”, “asaltos en cajeros automáticos”, “secuestros express” y tantísimos otros títulos sin contenido ni profundización que el periodismo, especialmente el televisivo, se ocupa de repetir y repetir, de a rachas, hasta el cansancio. Pero ahora debemos hablar de la incorporación de la tecnología al fútbol. ¿De qué se trata esto? No se dice, en principio, nada demasiado extraordinario: simplemente, sería sumar a la televisión como mecanismo de repaso, de control, de chequeo de algunas determinaciones arbitrales. Hay otros deportes que ya lo están aplicando. Y son de los tradicionales. Es decir que aquello de que se pierde la esencia del juego es un disparate. Porque frente a los defensores del pasado, decimos: ¿cómo puede defenderse la injusticia? ¿Cómo alguien puede convalidar
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que a Inglaterra no se le haya dado su gol contra Alemania? Incluso, ¿cómo se puede sostener en el tiempo como válido el gol de Tevez a los mexicanos? O aún más: ¿España sería campeón si se hubiera revisado el gol de David Villa a Portugal? Son todas preguntas retóricas, justamente porque, en el fútbol, cuando el árbitro se equivoca, no hay revancha. Y esa carga es demasiado pesada para una sola persona. En hóckey sobre césped, el rugby y el tenis (por citar tres ejemplos) ya se utilizan las revisiones automáticas para chequear las sanciones de córners cortos y goles, tries o piques complicados, respectivamente. Y la utilización de estos sistemas está perfectamente pautada. La TV también se usa en fútbol americano, tal vez el deporte en que más y mejor se aprovecha, ya que cada decisión arbitral posee una importancia capital en el desarrollo de juego. Y la continuidad de un avance, muchas veces, depende de si un liniero tiene el control de la pelota
Frente a los defensores del pasado decimos: ¿cómo puede defenderse la injusticia? .
(atrapada con las dos manos o apretada contra el cuerpo) antes de apoyar su rodilla en el campo o si no lo tiene. Es decir, ni siquiera el ojo humano puede, en muchas ocasiones, ser tan preciso como para determinar acciones muy finas y cerradas que ocurren en centésimas de segundo. Los entrenadores del fútbol americano tienen dos “desafíos” por partido (uno por tiempo) y los hacen efectivos con un gesto dramático: arrojando un pañuelo rojo hacia el campo. Si ganan el desafío después de que el juez principal revisa la jugada, se cambia el fallo. Si lo pierden, se les resta un tiempo muerto, que en este deporte puede ser decisivo en cierres de partido muy ajustados. ¿CÓMO SE DEBERÍA HACER EN EL FÚTBOL? Hay muchas posibilidades. En principio se debería decidir si será potestad del árbitro o si los entrenadores o jugadores tendrán la opción de reclamar una jugada. En el primer caso no habría demasiados problemas, ya que el juez sería el administrador se sus propias dudas, tal como hacen los de rugby cuando piden video ref en las jugadas de tries. La otra posibilidad es que los jugadores o los entrenadores (o ambos) puedan reclamar que se recurra a la televisión para
evacuar alguna duda. En este caso habría que pautar la cantidad de reclamos que se podrían hacer (nos parece que uno por tiempo es más que razonable) y las alternativas en las que se podrían realizar, ya que no todas las jugadas son revisables. A saber: se podría revisar cualquier acción que termine en gol –si es que hay alguna duda sobre su validez–, un tiro como el de Lampard (se duda sobre si la pelota entró o no en el arco), una que otra jugada confusa de infracción dentro del área (es decir, un penal) y la violencia de un golpe, para determinar si es tarjeta roja o amarilla. No se podrían revisar los off sides sancionados (es imposible rearmar la jugada para que continúe) y toda aquella jugada en donde la pelota siga su curso, porque ahí sí se corre el riesgo de desvirtuar el juego. Para organizar los reclamos, me inclino a pensar que deberían surgir desde el borde de la cancha (desde los entrenadores), para evitar las constantes protestas
de los jugadores. Además, para que no haya un abuso, debería haber sanciones en caso de que el reclamo sea desestimado. Hay dos penas que se me ocurren: la pérdida de un cambio (si un equipo fracasa en su reclamo tendría dos sustituciones en lugar de tres) y la otra alternativa sería, por ejemplo, jugar 15 minutos con un hombre menos. Considerando que el ingreso de la TV a las decisiones arbitrales sería un acierto, por las exigencias que tiene el fútbol (y por el atraso histórico que tiene en su reglamento), se me ocurre que todavía hay muchas opciones que se podrían evaluar antes de llegar a esa instancia. Los jueces de línea ya han tomado más importancia, marcando desde la línea infracciones que suceden cerca de su zona de influencia. Una buena incorporación sería sumar a dos jueces de línea más (es decir que haya cuatro, uno en cada banda) con las mismas atribuciones
que los actuales. La idea es sumar cuatro ojos más al control de un juego que ha crecido exponencialmente en lo físico y que no ha tenido un acompañamiento lógico desde los mecanismos de control. También se podría sumar, como en el básquet, un segundo árbitro, lo que haría que los jueces tuvieran menos recorrido. Uno podría trabajar en un campo, desde el área hasta el círculo central y el otro en la zona de enfrente. Si me preguntan qué es lo que yo sugeriría como cambio más apropiado, me inclino a la opción de los dos jueces de línea, sumándole al juez principal la potestad de revisar la jugada que le genera más dudas. ¿Qué hará la FIFA? Supongo que si abre el uso de la tecnología, y por el perfil autocrático de la entidad, le dará la atribución de revisión al árbitro. De ese modo, esa entelequia llamada tecnología tendría su correlato en la vida real.
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Tutti frutti
A los hinchas argentinos les sobran las motivaciones en cada comienzo de campeonato. El relevamiento de Fabbri da para que cualquiera se entusiasme. ¿Su equipo fue goleado en las primeras fechas? No se preocupe, puede salir campeón. ¿Le tocó una mala racha inicial? Caramba, no pierda las esperanzas. ¿River y Boca jugaron alguna vez en la primera fecha de un torneo? Éstas y otras historias de la dimensión desconocida brillan en ambas páginas. Por ALEJANDRO FABBRI
C
uando el hincha del Bari italiano, del Bochum alemán, del Sporting de Gijón español, del West Ham United inglés o del Aberdeen escocés se sienta cómodamente para alentar a su equipo en la primera fecha de la liga de su país, sabe perfectamente que no tendrá chances de salir campeón. Que los poderosos, llámense Inter o Juventus, Bayern Munich o Werder Bremen, Real Madrid o Barcelona, Manchester o Chelsea, Celtic o Rangers, se quedarán con el premio mayor y nadie se escandalizará. En el fútbol europeo de alta competencia, los campeones o los subcampeones ya tienen nombre antes de que arranque la temporada. Salvo un cataclismo o un torneo muy equilibrado como el francés, los que alzan la Copa son siempre los mismos. Poder económico, muchísimas figuras en cada plantel y diferencias a la hora de ser juzgados por los jueces son parte de un terreno bien conocido y aceptado por la mayoría. Sin embargo, en la Argentina las cosas no son así. Por la manera de ser del hincha, cada cual se hace ilusiones y cree que puede pelear el título, aunque no tenga con qué. Después, el andar del torneo pondrá a cada uno en su lugar. Cada uno se hace la película, se imagina a su equipo ganando en racha y quedando bien arriba en la tabla de posiciones.
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La realidad, casi siempre, marca otra cosa, aunque Estudiantes, Vélez, Banfield, Lanús, Newell’s y Argentinos Juniors han logrado hacer posible aquel sueño del hincha. Hoy, Boca y River aparecen devaluados, con el equipo de Nuñez buscando dinero por donde aparezca y pagando lo que sea por armar un equipo que les permita zafar de la muy incómoda situación de ubicarse en los últimos lugares de la tabla de promedios para evitar el descenso. Boca cambió la defensa completa y apunta a ser uno de los favoritos, ya que, encima, no juega la Copa Sudamericana. El principal clásico argentino se disputará el domingo 7 de noviembre, para la decimocuarta fecha. En los últimos años ha sido una costumbre que Boca y River jueguen cuando el torneo ingresa en su etapa decisiva. En los últimos veinte años, en cuatro ocasiones el superclásico se
disputó en la sexta fecha. En los restantes, siempre se jugó entre la décima y la decimocuarta. En la temporada 1994/95 se midieron en la penúltima jornada. Está claro que entre Torneos y Competencias y sus socios de la Asociación del Fútbol Argentino resolvieron “democráticamente” que River y Boca no se enfrentarían al principio de un campeonato. Los sorteos, en los años noventa y comienzos de la primera década del nuevo siglo, no eran tales, aunque tampoco se hacía todo a dedo. Las quejas abundaban pero el argumento era el mismo: la televisión manda. Sin embargo, para los buscadores de rarezas, tenemos antecedentes: en diecinueve temporadas, River y Boca se midieron en alguna de las tres primeras fechas de cada campeonato. La primera vez ocurrió en 1936, cuando lo hicieron en la tercera jornada. Y la curiosidad se repitió en 1938, 1947, 1959 y 1960. Para el Metropolitano de 1969, el superclásico cayó en la segunda fecha, y para el Nacional de 1972, ¡el choque se produjo en la primera fecha!, cuando River venció 5-4 a Boca en la electrizante tarde de Vélez. Lo mismo se repitió –primera fecha y superclásico– en el Metro de 1973, el Metro de 1974 (Boca lo ganó 5-2 con cuatro goles del debutante García Cambón en la Bombonera) y en el Nacional de 1975. Nunca más. Cuando los presidentes Alberto J. Ar-
Chaca salió campeón en 1969. Pero en la tercera fecha había perdido 7 a 1 ante Lanús. Había que remontar.
mando y Antonio Liberti resolvieron armar el supuesto “fútbol espectáculo”, en 1960, comprando jugadores extranjeros, el fixture estableció que el clásico de los clásicos se disputara en la tercera fecha. Allí posaron, ante una multitud, los peruanos Joya, Benítez y Gómez Sánchez, los brasileños Edson y Paulinho, los uruguayos Davoine y Sasía. La gran conmoción que se produjo llevó a que se vendieran 50.538 entradas generales para aquel partido en el Monumental. Enseguida, las flojas campañas de ambos los fueron distanciando en la tabla general de Argentinos Juniors e Independiente, los mejores cuadros de aquel lejano 1960. River conmocionó nuevamente el mercado al contratar al técnico brasileño Didí, padre del Perú que en 1969 había eliminado a la Selección argentina en la Bombonera para el mundial de México 70. El entrenador mantuvo una línea coherente con su pensamiento táctico, y River pasó
a jugar mejor, con muchas variantes ofensivas, pero padeciendo los crónicos problemas defensivos de años anteriores. La teoría de la “manta corta” se cumplió a la perfección, y Didí no pudo torcer la historia de aquellos tiempos sin títulos. Tras dos años de esfuerzo y de promover chicos con buen pie y mucho más (Alonso, Jota Jota López, Morete, Laraigneé, Ghiso, Merlo) el brasileño se despidió de River. Para 1973, Boca retomó aquella línea futbolera y ensambló a una suma de chicos de inferiores talentosos que también daban espectáculo: Potente, Trobbiani, Ferrero y Novello, aunque sin conseguir el título que buscaron conducidos por Rogelio Domínguez. Hay muchos ejemplos para contar la historia de un campeón que arrancó mal y luego se repuso manteniendo una racha positiva que le permitió lograr el título. Inclusive, equipos más chicos, como Chacarita Juniors, que fue vapuleado en la tercera fecha por Lanús con un contun-
dente 7-1, se repuso y ganó el Metropolitano de 1969. Durante el campeonato de 1978, fue Quilmes el que cambió de entrenador en la octava jornada y comenzó un sostenido avance que lo llevó a alcanzar a Boca y superarlo en la penúltima jornada para consagrarse en Rosario. Entre los últimos casos, el más contundente es el que vivió Lanús: cuando se habían disputado tres fechas del Apertura 2007, apenas cosechaba un punto. Independiente le ganó 5-3, no pudo superar al discreto Huracán y perdió con Colón. A continuación se inició la recuperación, y el equipo de Ramón Cabrero cosechó 39 de los 48 puntos que disputó para ganar el torneo. El fútbol argentino tiene tanta historia diversa que bien se podría escribir un manual con datos para justificar un montón de situaciones y otro del mismo tamaño para argumentar exactamente lo contrario. Por eso aun resplandece, porque hay datos y variantes para todos los gustos.
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Dueños de todo, dueños de nada Podríamos llamarlo descuartizamiento. Y podríamos definirlo como el sello característico del negocio de las transferencias. Empresarios, familiares, dirigentes y hasta jugadores que compran su pase o parte de su pase. Un informe sobre semejante pandemonium en el fútbol argentino. Por ARIEL SENOSIAIN
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or tantas veces comentadas, las verdades en el fútbol argentino pasan a ser lugares comunes. A esta altura cualquiera sabe que el ideal es armar una estructura de inferiores, foguear valores y, en este mercado vendedor, equilibrar los balances con alguna transferencia al exterior. El círculo cerrará cuando, de ser necesarias incorporaciones, el club pueda adquirir a los jugadores y no sólo contraer préstamos pata terminar renovando los planteles anualmente. Todos lo dicen, pocos pueden cumplirlo. Vélez, Estudiantes y Lanús siguen esa línea. Son propietarios de la mayoría de los pases de sus futbolistas. Banfield mezcla futbolistas con contratos temporales (los refuerzos de este invierno, Sebastián Romero, Marcelo Carrusca y Ariel Rosada, más Víctor López, Marcelo Quinteros, Rubén Ramírez) y aquellos a los que les compraron por lo menos porcentajes de sus fichas al advertir un negocio a futuro, tales los casos de Walter Erviti, Sebastián Fernández o James Rodríguez –vendido en los últimos meses–. Con Roberto Battión no llegaron a hacerlo: el mediocampista había finalizado en junio su año de vínculo en Banfield, que le proponía comprarle el 30% para su permanencia, pero repentinamente Independiente le aseguró el 50% y Battión dijo adiós. En los últimos años ha crecido, por otro lado, la figura de los grupos de inversión, fomentados por la distinción entre derechos federativos y económicos, y el hermetismo de los contratos privados. Las cifras aproximadas que surgen en Futbolistas Agremiados apuntan a ser las definitivas: “no menos del 10% de los jugadores de Primera División tienen parte o el total de sus fichas en manos de empresarios”, resumen. Paulo Ferrari, varias veces capitán de River, es un ejemplo: su 80% pertenece a la desconocida Beaufort y Balmer S.A. Daniel Passarella trató desde su asunción de reducir la tendencia: hace un año, sólo la totalidad de nueve de los cuarenta profesionales del plantel pertenecían al club. Pero también tuvo su quiebre: la empresa Full Play, de capitales europeos, manejada por Hugo Jinkins, Ricardo Cosentino, amigo de Passarella, y Hugo Buitra-
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go, le compró a Olimpia de Paraguay, en enero pasado, el 80% del pase de Rodrigo Rojas y lo acercó a Núñez. Sin el dinero fresco que, por ejemplo, Boca tuvo para comprar gracias a la venta de Nicolás Gaitán, en este receso River se armó fundamentalmente de préstamos. Entre ellos, el de Mariano Pavone, cuyo representante, Fernando Hidalgo, abonó la primera cuota establecida con el Betis. Existen otras particularidades cerca del Monumental, como la reciente cesión del 20% de los pases de Ezequiel Cirigliano y Manuel Lanzini a sus familias para asegurarse la permanencia de los juveniles. Huracán prácticamente no tiene jugadores propios. Sólo surgen Gastón Monzón y Paolo Goltz. De este último, cerca de ser transferido al momento de cierre de esta nota, un grupo de empresarios posee la mitad de la ficha. En las últimas ventas de jugadores del Globo, el protagonista principal ha sido el empresario Marcelo Simonián. Hace un año ganó 3,6 millones de dólares por la venta al Palermo del 50% del pase de Javier Pastore (al club de Parque Patricios le dejó 400 mil dólares en concepto de “agradecimiento”), a quien había comprado de adolescente, cuando jugaba en Talleres. En enero, la figura que se marchó fue Mario Bolatti, la mayor parte de cuyo pase también pertenecía a Simonián. Recientemente, Patricio Toranzo pasó a Racing, que le pagó un millón de dólares a... Simonián. El empresario desea continuar la línea, y para esta temporada acercó al uruguayo Agustín Peña y al venezolano Yonathan Del Valle. La explicación que abunda es la siguiente: “la única manera de reforzarnos bien es con empresarios que nos traen jugadores, aún sabiendo que les tenemos que pagar los sueldos nosotros, que no los podremos mantener cuando terminen sus contratos y a su salida nos dejarán, en el mejor de los casos, apenas un porcentaje menor por la vidriera”. Pan para hoy… San Lorenzo es otro caso paradigmático. Prácticamente sin jugadores titulares del club, en los últimos torneos vio alejarse a Diego Placente, Gonzalo Bergessio y Alejandro Papu Gómez
a
con los campeonatos empezados o a punto de empezar. Habían llegado por medio de grupos de inversores que no le dieron al club potestad alguna a futuro. Marcelo Tinelli, su socio Gustavo Ranucci –vinculado con el negocio de los bingos- y Raúl Delgado– Secretario de Medios en la época menemista- lideran dichos grupos, que mantienen el 100% del pase de Juan Manuel Torres, el 80% del de Fabián Bordagaray y el 70% del de Gastón Aguirre, entre otros. Racing se reforzó fuerte en los últimos recesos. En su caso sobrevuelan los rumores de apoyo kirchnerista desde hace tiempo, precisamente desde que Fernando de Tomaso asumió como titular de la gerenciadora de Blanquiceleste. En enero de 2007, desde la Casa Rosada encaminaron a de Tomaso a que hablara con Sergio Taselli –hoy procesado por vaciamiento de la empresa Carbonífera YCRT en Río Turbio–, “designado” para que aportara en las incorporaciones. El entorno K también colaboró para las llegadas de Rubén Ramírez, en enero de 2009, y del colombiano Giovanni Moreno, recientemente. Los gastos fuertes en incorporaciones que realizó Racing en el último año fueron por Gabriel Hauche, Claudio Bieler y Matías Cahais. Los dirigentes realizaron la operación, el club se hizo cargo de la primera cuota y luego vendieron cuotas partes de los pases a allegados de la Comisión Directiva. Así, por ejemplo, del 100% que habían firmado por la compra de Cahais a la institución le queda un 30%. “Cualquier negociación de club a club es más barata. Una vez que la concretamos, tratamos de recolectar dinero”, justifican. El empresario Miguel Pires negoció para que uno de sus representados, Gabriel Mercado, abandone Racing y recale en Estudiantes, donde aquél realizó varias operaciones y donde juega el futbolista más cotizado de su agencia, Juan Sebastián Verón. El club platense le compró al de Avellaneda el 50% de Mercado, y la otra mitad quedó en poder de Pires, quien mantiene junto a un grupo de inversores media ficha de Pablo Lugüercio, Marcos Cáceres y Martín Wagner. Después de ser campeón, Argentinos apenas pudo renovarle a uno de los jugadores que estaban a préstamo: Santiago Gentiletti. Los otros se alejaron: Peric, Calderón, Raymonda, Sosa, Coria y Pavlovich. Newell´s debe renovar cada temporada su plantel: se nutre de préstamos y no tiene fondos para pagar las opciones de compra. Sí mejoró la relación con empresarios impuesta por el anterior presidente, Eduardo López, que constantemente negociaba
porcentajes de futbolistas, aún de muchos que esperaban en inferiores, a cambio de dinero en el acto (así llegó a vender más del 100% de algunos jugadores). Cuando López perdió las elecciones, Fernando Hidalgo tenía el 80% de Hernán Bernardello, el 90% de Nicolás Spolli, el 80% de Germán Ré, el 50% de Santiago Salcedo y el 90% de Miguel Torrén; del plantel actual, cuenta sólo con el 20% de Mauricio Sperdutti. “Con lo que lidiamos ahora es con los convenios de porcentajes con los clubes de origen. La ley marca que el 5% de la venta de un jugador debe ser para las instituciones que lo formaron. Pero esto se degeneró con las propuestas de los clubes de Buenos Aires para llevarse lo mejor de las ciudades cercanas a Rosario. Para competir, no nos queda otra que asegurarles alrededor de un 20%”, aporta Jorge Ricobelli, tesorero de Newell´s. En All Boys apuestan a permanecer esta temporada en Primera. Por lo pronto, se reforzaron con gran cantidad de jugadores a préstamo, para no caer en el riesgo de qué hacer con futbolistas de alta cotización si llegaran a descender. Lo mismo realizaron Olimpo y Quilmes, por idéntica razón. “Los ingresos en Primera son de 20 millones de pesos. Con ese dinero, si se compran jugadores, después no se les puede pagar. Lo de los grupos empresarios no lo veo como un mal necesario, sino como una herramienta. Por ejemplo, gente amiga pagó el pase de Gervasio Núñez, lo sacó de Central y se lo presta a Quilmes por una temporada”, cuenta José Luis Meiszner, sin dar detalles de lo que muchos descuentan: la gente “amiga” es afín al Jefe de Gabinete, Aníbal Fernández. Godoy Cruz ya superó esa vara. Afianzado en la categoría, de presupuesto equilibrado y con una estructura chica, sus dirigentes, a partir del nuevo contrato con la televisión, se decidieron a dar un paso adelante: a la hora de incorporar buscaron capitalizarse. Se valieron, también, de una sociedad con un empresario: Luis Belvedere, quien les propuso comprar a medias al delantero Pablo Miranda, de Villa San Carlos, como hicieron hace un año con Rodrigo Salinas. Por lo visto, el fútbol argentino encuentra todo tipo de variantes. Desde clubes que apuestan por una línea y privilegian lo propio hasta millonarios y nuevos ricos inmersos en el negocio. Jugadores divididos en porcentajes, mercancía descuartizada… Otros que suben a Primera ya vendidos. Para terminar en los clubes que viven el día a día, nutridos de futbolistas prestados y errantes, una muestra más de la pérdida de identidad.
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Año rima con desengaño
¿Cuánto han cambiado las cosas desde aquel cimbronazo del fin del monopolio de la TV? Las reflexiones de Víctor Hugo vienen al pelo para estos días de primeras fechas. Las piezas se movieron nuevamente (o las movieron). ¿Será para bien o para mal? Por VICTOR HUGO MORALES
Y
a no es como era entonces, hace un año. Apenas dos torneos. Antes era el acabóse, el no va más. El fútbol había tocado fondo, y ni los pronosticadores más adversos para el establishment pensaban que el desastre podría llegar de esa manera. Un tsunami de deudas y conflictos puso la actividad al borde del abismo, y entonces sobrevino el cambio histórico de la ruptura con los usurpadores y el comienzo de lo que da en llamarse –sin que lo sea realmente– Fútbol Para Todos. Todos los clubes de la Primera División, y los de la B, denunciaban que no podían iniciar los torneos. Los litigios en puerta se contaban por decenas, las arcas de los clubes no tenían un peso. Los adelantos miserables de los miserables ya no aparecían por ningún lado. Cada club había gastado por el período de su gobierno y por los que vendrían. La hipoteca parecía imposible de levantar. El único dato positivo era que, más allá de los abusos cometidos desde la impunidad de un poder brutal, corrupto y mafioso, el del capitalismo salvaje, se había promovido la socialización del futbol. Se había entrado a una etapa en la que el campeón era cualquiera y los torneos parecían una tómbola, pero lo seguro es que era más divertido que antaño. El fútbol había perdido previsibilidad, y en ese dato residía lo único para celebrar. Aún en medio de la mediocridad, los certámenes parejos, indecisos hasta la última fecha y con cinco o seis candidatos hasta la etapa decisiva, llenaron estadios y convocaron a la fiesta. En más de una ocasión, a este cronista le pareció más entretenido lo que ofrecía el desplumado fútbol argentino que el superprofesional de los países del Primer Mundo. Paralelamente a esos certámenes de imposible pronóstico que se jugaban en el país, en esos años de campeones siempre distintos, los países europeos tenían como vencedores siempre a los mismos. Cumplido un tercio del torneo, ya había ventajas indescontables para los vencedores de siempre. Nada es como hace un año. Julio Grondona entendió de inmediato la seña del ancho de bastos que le hizo el gobierno y se dio el gusto de dejar a Clarín pedaleando en el aire, queriendo litigar como “indigente”, para resarcirse de lo que, dice, se perdió de ganar (una cifra infinitamente mayor a la que admite
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haber ganado, mintiendo en un sentido o en el otro, como no podría ser de otra manera). Grondona tiene esas cosas –el hombre se sigue dando algunos lujos, con o sin razón–, y en estos días dejó a Maradona sin la Selección después de poner a su vocero a decir que Diego seguía sin condicionamientos. Pasaron pocos días y sucedió lo contrario. Un Grondona legítimo, cabe reconocer. La noticia la recibió el cronista sobre el cierre de este artículo. Pero en la despedida de Maradona hay muchas ideas para discutir. Empezando por la que, en el manoseo de la cosa política, se había insinuado respecto a que Diego seguía porque el Gobierno lo imponía. ¿De qué se van a disfrazar ahora? ¿Podía aceptarse que un gobierno se jugase una parte de su destino apostando a los resultados del fútbol? ¿No era mejor para el Gobierno timbear en el casino? La cuestión es que, casi al mismo tiempo, el fútbol estrenará torneo nuevo y Selección con otro técnico. El campeonato sin sobresaltos, con los equipos recibiendo un dinero muy superior al de antes y con el Estado recibiendo una contraprestación publicitaria de muchísima más penetración que cuando le entregaba ese dinero a los medios más poderosos. La Selección aparecerá con el Checho Batista como interino y luego con el nuevo entrenador, para iniciar una nueva etapa que también será una nueva ilusión.
La insoportable levedad del fernet
Comienza otro torneo sin equipos cordobeses. Una clara injusticia de una AFA desinteresada por el federalismo. Desde aquella provincia, el compañerazo nos da su enfoque, que nace de recuerdos, que nacen de bellas historias, que nacen de... Por OSVALDO ALFREDO WEHBE
M
e gustaría volver por un rato. Y por qué no para siempre. A pararme detrás de una barricada en la avenida Colón en la lucha de fines de los 60, cuando Córdoba era el corazón rebelde de una Argentina encendida detrás de respuestas a sus anhelos de justicia social, educación y cultura. A caminar por la calle Arturo Orgaz hacia abajo, entre el humo de los choripanes y una escenografía celeste que envolvía al visitante de respeto y hasta temor por lo que sucedería a partir de las tres de la tarde en la cancha de Belgrano. A llegar antes de la medianoche a una de esas peñas estudiantiles en donde el debate, la canción, la poesía y el vino eran una delantera envidiable para todos los espíritus que daban vuelta. A un lunes por la noche de cine club en Luz y Fuerza para gozar de una buena película que decía cosas, que alborotaba el alma, que nos ayudaba a comprender porqué y cuando. Córdoba espera el comienzo de la B Nacional y el Argentino A. Suena a poco. Y sin ser despectivo con campeonatos atractivos y llenos de pasión, no es lo que la Docta debiera esperar. Pero esta ciudad mediterránea, cuna de maestros y doctores, de serenatas y flores, vive una realidad futbolera vacía de contenidos y pelea de distintas maneras para volver a ser. Con un gerenciamiento por ahí, otro por acá, un esfuerzo aislado más allá y un camino largo que baja y que, esperemos. no se pierda. Belgrano privatizado, trabajando bien en inferiores y moldeando una estructura que parece querer caminar a futuro. Instituto con su faceta de siempre: la de una correcta institución. Racing apostando al piberío generalizado. Y Talleres que no puede con su alma herida desde sus internas interminables. Y un techo visible y que no tiene remedio: el ascenso a la A no les sirve. Se sube para bajar irremediablemente Salvo que se gane el campeonato. El sistema de promedios es implacable con estos proyectos. Y mientras esta realidad los cobija, está la otra, la más importante: la pérdida de identidad. Córdoba tuvo siempre una manera de pelearle a la vida, un signo que lo representaba mucho más allá de la X de la vieja patente, de la revista Hortensia y del cuarteto. Eran esos preciosos escudos detrás de los cuales había un pueblo politizado, comprometido y agazapado por si hacía falta darle batalla a las injusticias.
Talleres ganó holgadamente su zona en el Nacional 84 con el Hacha Ludueña al frente del cordobazo.
Hoy Córdoba acepta un destino de liviandad asombroso y triste. Para el común de los ciudadanos argentinos, ensimismados en el juego del baile por un sueño, esa forma de inmovilidad cerebral atrapó ya a varias generaciones: Córdoba es un boxeador que a todo lo califica de “culiao”, o un pretendido candidato a gobernador que cuenta chistes para descalificar a sus pares, balanceándose entre la derecha, la izquierda, el peronismo y el radicalismo, sin ponerse colorado. Me gustaría escucharlo otra vez en una tribuna al Gringo Tosco. O concurrir a una peña en donde el Chango Rodríguez llene de poesía y reclamo el ambiente. Pasar por barrio jardín y verlo a Willington caminar la cancha con su presencia única. O salir de un zaguán de Alta Córdoba y en la cancha del barrio gritar los goles del Tula Curioni, primero, y de Mario Kempes, después. Córdoba espera la temporada de fútbol como cada año de los últimos. Tratando de mojarle la oreja al rival de siempre, sabiendo en el fondo que se trata del que está menos peor. Sólo eso. Pero no solamente el fútbol cordobés está huérfano de contenidos. Hay que buscar en las viejas y olvidadas rebeldías, en los cines y en las aulas, en las fábricas y en los potreros para encontrar la salvación. Y así, las próximas generaciones sabrán que Cordobazo y cuartetazo riman, pero están muy lejos de ser lo mismo.
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Con los ojos cerrados me ves mejor
Manuel Alba Olivares es colombiano, director técnico y ciego. Perdió la vista a los once años, pero igual se las arregló para ordenar a sus equipos a partir del relato de un amigo. Ex arquero y fanático de Maradona, confiesa que la pasión le salvó la vida. Por IGNACIO FUSCO
L
a última vez que el señor Manuel Alba Olivares se vio a sí mismo tenía cara de niño. Ustedes disculparán la arrogancia: ninguna oración será mejor que ésa para entender su historia, ésta historia, la de su vida. Manuel Alba Olivares cerró los ojos una noche, a los once años, y nunca más los abrió. “Fue en el 86, tres meses después del Mundial de México –recuerda en charla con Un Caño–. Lo último que vi fue el gol de la mano de Dios, la puñalada de Burruchaga tras el pase de Diego Armando, toda esa dicha... Nunca me olvidaré de eso, no se me borra. Cómo la engancha el maestro ante Italia, cómo la ubica en el segundo palo, esa zurda, ¡por Dios! Yo amo el fútbol, y desde entonces me refugié en la radio, en los relatores colombianos: Hernán Peláez, Carlos Vélez, Edgar Pereyra… Ellos me enseñaron a escuchar el fútbol, a imaginarlo. Por ellos, tú fíjate, pude volverlo a ver”. Manuel es colombiano. Nació –y aún vive– en Juan de Acosta, una localidad de casi 20 mil habitantes de la provincia del Atlántico. Manuel es, también, director técnico. Y abogado. Y presidente de un club. Y conductor de radio. Y cantante. Y soñador. Tiene 35 años. Ya pasaron veinticuatro desde que se les desprendieron ambas retinas. Tercer hijo de una familia con cinco mujeres y tres chicos, toda su infancia sufrió de miopía. En el verano del 86, a diez meses de que la ceguera lo venciera por única vez, Manuel disfrutaba de las excursiones que los colegios organizaban en el Parque Muvdi, en Barranquilla, la capital del Atlántico. “Por favor, no me lo dejen bañar a Manuelito”, insistía su madre, Felisa. El cloro, los golpes en la piscina, esa miopía… Desobediente, Manuel empeoró. Llegó junio, julio, la puñalada de Burruchaga, Maradona y la Copa: Argentina campeón. Antes y después, los Alba Olivares lo intentaron hasta el llanto: cirugías,
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paciencia, dinero, mucho dinero... Su padre vendió una finca, su único patrimonio, para pagar las operaciones. Fueron dos: la primera salió bien, la segunda salió mal, y ya todo se apagó. Ya todo, entonces, sería oscuro: un eterno silencio oscuro. “Fue una etapa dura, muy dura. Las primeras semanas estuve mal, sin querer hacer nada, sin entender cómo había pasado, por qué, hasta que unos amigos me propusieron fundar un equipo. Eran los muchachos con los que yo jugaba al fútbol, con los que me divertía, de pequeño, en la calle. ‘Anímate, Manuel’, me insistieron, porque me habían visto mal, como te digo, muy mal. ‘Tú serás nuestro líder’, me arroparon. Estar en esa situación y volver a sentirte importante, volver a creer que tú eres fundamental para alguien, o animando una actividad, me cambió todo. Y así rehice mi vida. Por mis amigos, por el fútbol”. –¿Y antes de qué jugabas? ¿Antes? De portero. Un gran portero. –¿Estilo Higuita? ¡Chilavert, hombre! ¡Como Chilavert! Un portero de los tres palos, muy, muy seguro. Me gustaba observar, hablar, ordenar. Tú no sabes cómo lo recuerdo: desde atrás se ve todo mucho más claro, y así también entiendo de qué manera deben pararse mis equipos. El Nacional de Manuelito se fundó en 1989. Habían pasado sólo tres años desde que su hermana menor vio que él no veía, o algo peor: que él, de repente, no la vio más. “¡Mami, mami, Manuelito no me ve!”, corrió la niña, desesperada. A tres años de esa noche que pudo ser eterna, circular, Manuel ya se paraba al costado de un campo –jugando, escuchando, imaginando– con su Nacional. “Entonces se hablaba mucho de Arrigo Sacchi, del pressing,
del orden atrás, y yo asimilé todo eso. En cada conversación previa les decía a mis jugadores que se pararan como tal equipo, como lo que yo había escuchado en los relatos –se entusiasma Manuel–. Y ahí estaba, hombre, al borde de la raya, preguntándole a mi colaborador, un amigo, qué veía: ‘pues mira, Manuel, nuestro tres no regresa. Nos están atacando por la banda izquierda’, me alertaba, y yo me acercaba inmediatamente al lateral: ‘¿¡pues qué ocurre, Gaspar!? ¡No puedes dejarle toda la carga al volante de tu lado!’. O cuando me decían que el 10 estaba rezagado, tomando aire, y a mí me venía la imagen de Diego Armando, recostado sobre una punta, haciendo jarrita, mientras Giusti y Batista corrían por él, para devolvérsela”. –¿O sea que también podemos charlar sobre alguna jugada reciente, Manuel? ¿Te han comentado alguna jugada del Mundial? –¡El gol de Tevez! Fíjate tú, el gol de Tevez contra México: avanza Messi, hay un rebote, se la dejan ahí. A mí me lo contaron, yo lo vi: Tevez ya sabía lo que iba a hacer. ¡Qué fuerza tiene ese chico, amigo! –Recién decías que muchas de las jugadas de tu equipo las imaginabas recordando a la Argentina del Mundial 86. Traducción: tenés muy presente a Maradona. –Muchísimo. Diego Armando es un prócer, un rey. He escuchado todo este Mundial y siempre quise que les fuera bien, que nos fuera bien, porque yo también me sentí parte de tu Selección. Me imagino lo que debe significar que te hable Diego Armando. “¡Pues yo no puedo sudar menos que lo que sudó este hombre!”, se dirán sus jugadores. Argentina tiene ésa fuerza, su fuerza. El mundo de Manuel es todavía un mundo exclusivo, ideado por sí mismo, obligadamente infantil. Su mundo es todavía el
mundo de los cuentos de niños, la madre y un libro al borde de su cama, “siempre oír e imaginar, que me describan a una mujer, que me digan que es alta, morena, y yo acomodarla como me plazca”. O sea, la radio: un eterno mundo de radio. “Pues claro, si me agarras saliendo de la emisora”, nos dice, asentando, mientras el tránsito del atlántico le grita en el celular. Manuel conduce hace dos años Vallenato de caché, un programa de música, y hace uno nomás editó el primer disco de su banda, El vallenato universal. También fundador de la Asociación de Personas Discapacitadas del Atlántico, Manuel Alba Olivares es panelista de La Hora del Deporte y asesora aún a los equipos del Nacional, al que ya no conduce desde el 2000. “Y la gente me escucha, me consulta, parece que mi opinión tiene un buen peso –dice–. Cada tanto, también dirijo a la selección del colegio Victoriano Padilla. Entrenar es mi vicio, hombre, me encanta. Hace poco se dio una anécdota chévere, muy chévere. Jugábamos contra Gimnasio Altamar. El encuentro iba 1-1, y yo conducía desde la tribuna. A poco del final, tú sabes, sugerí que ingresara un delantero. El delantero ingresó, dribleó a tres, pateó, anotó el gol. Tú no sabes lo que se oían esos gritos, esa algarabía, todos saliendo a celebrar, abrazándose por el gol”. –¿Y vos? –¿Y yo? ¿Pues qué iba a hacer, qué querías tú que hiciera? Lo festejé, me emocioné, di un paso, dos, tres y me caí de la tribuna. Una tribuna de tres metros de altura, y yo, allá, en el suelo. –¿Y? –Y nada, hermano, nada. Recién entonces me vinieron a buscar: ni un rasguño. La pasión, imagínate. La pasión me ha salvado. La pasión nos vive salvando.
Sombra ovalada
En la Unidad 9 del Servicio Penitenciario, en La Plata, resurgi贸 de las cenizas el club F茅nix, un proyecto de reinserci贸n social fundado por los internos. En un mismo equipo de rugby, cuarenta presos y cuatro guardiac谩rceles. Por NACHO LEVY Fotos ALEJANDRO KIRCHUK
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iete años sin ver un peaje ni un semáforo ni una ruta reinventaron su campo imaginario, en esas miles de noches vestido como interno, tendido sobre el colchón húmedo de un mundo externo a toda libertad. A la sombra de su pasado, el Negro se cansó de ver informes televisivos focalizados en la sangre que la vampiresca opinión pública succiona para luego volar bien lejos de ese universo sin deporte ni luz que sólo vende facas tumberas, de negros tumberos, con su autóctona lengua tumbera, apuñalados por el descarado gentilicio que atraviesa sin piedad a todo habitante de esa tumba hecha negocio, por los vivos, para los vivos, aun cuando las sentencias imponen la pena debida y el sistema carcelario decreta la pena de vida. Sólo por eso y sólo por ésos, ahora hay una pelota de rugby cayendo del cielo sobre el poco césped de la Unidad 9, en La Plata. Pensado por personas condenadas a prisión para la reinserción de personas que quizás algún día saldrán de prisión, nació el club Fénix, según lo explica Copa, médico, preso y entrenador del equipo. “Resurgió de las cenizas”, como resurgió el Negro, gracias al propio Copa: “El viejo es como un padre para mí, porque yo lo conocí en Olmos, cuando me salvó la vida”. Hubiera muerto José Luis si su compañero no lo atendía, ahí tirado, con nueve puñaladas en el estómago, en una escena que hubiese hecho babear a los productores de la televisión tumbera. Pero desde aquel día, “hace unos cuántos años”, la vida del Negro no volvió a tener escenas extremas, ni facazos de rating. Y hoy, en el momento más soleado de sus días de encierro, a ningún programa le interesa que, aun tras las rejas, Copa le haya devuelto su libertad: “el rugby no es
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parecido a recuperar la libertad… ¡Es la libertad! Jugando me contacté con gente del mundo exterior que, sin conocerme, me brindó mucho; y yo nunca había vivido algo igual, porque si bien estuve siete años preso anteriormente, cuando salí fui a buscar laburo por todos lados y no encontré nada. La sociedad me discriminaba por ser ex convicto”. La necesidad de sembrar el rugby entre las piedras de la Unidad 9, nació de Copa, que del otro lado de la pared había jugado en GEBA, Los Pinos y Neuquén Rugby, con la misma pasión que Leonardo tackleaba en Los Tilos. “La idea surgió de estos internos, que nos sugirieron la idea a los profesores; en principio, nos pareció una locura total”, afirma Carlos Galuci, responsable de la educación física en el penal. “Me imaginaba a los internos rompiéndose la cabeza –confiesa–, pero es impresionante lo que han logrado los valores en el rugby”. De las palabras del Negro, se desprende eso que han logrado: “fue un giro de 180 grados en mi vida, porque yo era otra persona adentro de la cárcel, sólo me preocupaba por mí... Acá aprendí a ser compañero, a pensar en los demás”. Algo similar le sucedió a Dimas Suffern Quirno, actual apertura de La Plata Rugby, que también recibió una lección en Fénix, aunque no de rugby. “Cuando me invitaron a dar una clínica, yo tenía miedo, por lo que había visto en el programa Documentos América: tipos enfrentados con cuchillos, en el patio, en el comedor… Y haber ido me sirvió para ratificar que la tele apenas muestra un recorte de la realidad”. No parece levantarle temperatura a la fiebre amarilla de la televisión, un proyecto que, por de-
cisión de sus protagonistas, no tiene a la vista cicatrices tumberas: “el reglamento que creamos dice que uno debe portarse bien y no andar con facas, ni enfrentar a la autoridad”, explica José Luis. Y Copa argumenta que “desde el principio, acordamos que no se hablaría en tumbero durante los terceros tiempos, porque nuestra idea es jugar al rugby, con la misma filosofía que tiene afuera del penal. Por eso, antes de cada práctica, les decimos a los muchachos: ‘los pabellones quedaron allá: esto es el club Fénix’”. Poner en marcha al rugby en la cárcel empezó a ser el sueño máximo de Copa y Leonardo, en octubre de 2008. Y en la lógica del encierro, un sueño suele ser lo más parecido a la libertad. “Cuando empezamos, nos decían que estábamos locos, pero una de las chicas que estudiaba informática nos dijo: ‘van a ser los All Blacks de la 9’. Y así nació el color de nuestra camiseta, que es negra”. Ya con nombre y colores, llegó la acción a la sala de experimentos, donde flotaba el temor de una sobredosis de acción. Hubo tensión. “Y nada más”, aclara Leonardo: “en una situación de juego, el oficial del servicio penitenciario le hizo un tackle francés a un interno y le rompió todo el pantalón. Ahí, todos dijimos ‘uhhh’, porque era la primera situación tensa… Pero no pasó nada. Siguieron jugando, y eso fue bárbaro, porque acá adentro romper una remera o un pantalón, en otro contexto, es motivo de choque”. No dijo un interno del servicio penitenciario. Dijo un oficial. Y no fue un error. “Hay cuatro policías que juegan siempre con Fénix, porque son parte del equipo. Para nosotros es un accidente que sean guardiacárceles. Incluso, algunos
son oficiales jefes, de jerarquía, pero para nosotros son compañeros. Ellos trabajan en una parte del penal, y nosotros en otra”, enfatiza Copa, que además grafica con el final de una historia poco creíble para la ciencia ficción: “jugando la final de un seven entre cárceles, había muchos guardias custodiando a los internos en el perímetro del campo. Todos aguerridos, armados hasta los dientes, mirando que nadie se escapara, porque si alguno lo intentaba, le pegaban un tiro. Pero nuestro guardiacárcel estaba agarrado del alambrado, gritando por el equipo… Los otros lo miraban, porque no lo podían creer. Y cuando perdimos, me abrazó y me dijo: ‘ya vamos a ganar el próximo’”. No son declaraciones impostadas, Galuci lo garantiza: “los guardiacárceles son muy sufridos, porque se pasan 24 horas
acá adentro y son muy demandados. Y había uno que no dejaba pasar a los jugadores… Pero cuando viajó a Batán como custodia, terminó llevándoles agua y gritando ‘¡Vamos, Unidad 9!’ al costado de la cancha”. Por si acaso, Leo refuerza la tesis: “en otro partido, un jugador rival pasó cerca de un compañero, al que le estaban haciendo masajes porque se había contracturado, y dijo: ‘che, éstos se trajeron un preso masajista’. Pero no era un preso, era un guardiacárcel”. La ovalada estrategia de integración y reinserción se propagó, desde La Plata hacia los penales de San Martín, Campana, Olmos, Florencio Varela, Magdalena y Batán, donde el año último se desarrolló el primer torneo de seven del servicio penal. Ante la invitación, el plantel de Fénix tuvo su primer debate como conciente
“Me imaginaba a los internos rompiéndose la cabeza –confiesa Carlos Galuci, responsable de la educación física en el penal– , pero es impresionante lo que han logrado los valores en el rugby”.
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colectivo, puesto que la modalidad reducida no ofrecía lugar para todos. “No queríamos ir, porque nos parecía injusto, pero al final decidimos que debíamos estar presentes y que quienes no viajaran estarían representados por los que pudieran ir”. No era un viaje de egresados, ni una gira de fin de año. Para Fénix, salir a jugar un campeonato de rugby implica algo mucho más importante que un campeonato de rugby: salir al mundo. Y desde esa motivación –el acceso a las rutas, a las caras nuevas, a los pajaritos, a los bocinazos– se inculcan parámetros de disciplina que los propios internos se encargan de regular, como lo apunta Copa: “hoy somos más de cuarenta, y el 97% está calificado con 10 puntos, que es la mejor conducta, porque los chicos han cambiado mucho, incluso en la manera de hablar. Antes, varios estaban en el ostracismo total, porque acá cada uno vive
en su propia burbuja, y las burbujas no se tocan entre sí”. La propuesta sigue siendo la ramificación y no el enquistamiento del rugby en la órbita del servicio penal, para que esos valores se propaguen por todos los pabellones y no se aíslen en meros discursos de barrios privados, como suele suceder en el mundo exterior: “no se juntó a todos los internos del rugby en un pabellón exclusivo o VIP, porque eso no sirve. La idea es que puedan difundir sus experiencias, para que todos vean los beneficios, como las salidas, que son importantísimas”, remarca Galuci, mientras Leonardo le pasa un mate y toma la palabra: “hay pabellones de evangelistas, de universitarios, de trabajadores… Pero en el campo de juego nos olvidamos de dónde venimos”. Todo se borra con el kick off, incluido el pasado reciente, cuando Fénix todavía era cenizas y Copa debía soportar que “muchos
dijeran pavadas o les gritaran ‘Pumitas’, poniendo voz de nena”. Ahora, esos mismos “juegan en el equipo”. Aquellos que no creían, hoy son parte de Fénix. Y los que alguna vez creyeron, también. Incluso, dice Leonardo, los que recuperaron su libertad: “un compañero había salido y reapareció sólo para jugar un partido. Salió de trabajar, jugó y se volvió a su laburo. Esa es la esencia del proyecto: que cuando salgamos en libertad, hagamos las cosas bien, cumpliendo las normas y las reglas, como lo hacemos en el equipo, pero ante la sociedad”. Así lo vive Walter Olmos, capitán de Fénix, que encontró en el rugby el camino para andar sus días en la cárcel y su futuro en libertad: “Si tengo que dejar este lugar, Fénix no se termina para mí, porque la esencia de este club son los privados de la libertad, pero un día esos hombres van a dejar de estar privados de su libertad. Entonces, integrar a los de adentro con
los de afuera, con sus familias y con el resto de la sociedad es lo más grande que nos puede pasar. Hoy todo el mundo pide la paz social. Y quizá ésta sea una gran oportunidad para conseguirla”. Su fórmula, a primera impresión, resulta más sensata que las manos duras de Luis Patti o Susana Giménez. Justamente de esa “inseguridad” se están ocupando ellos, los internos de la Unidad 9, que pensaron en el rugby porque, según Leonardo, “si bien un deporte de contacto puede resultar peligroso en una cárcel, este juego inspira valores de grupo, situaciones de consenso, liderazgos positivos, apoyo a los compañeros… Y es un deporte de obstáculos, como la vida, que es un obstáculo”. Para sortearlo, Copa no sólo ha incubado el rugby, sino también una historia que merece ser contada, para empezar a inclinar la balanza de la subjetividad. “Todo esto, además de ser un proyecto social, es una noticia buena entre todas las malas que se publican sobre las cárceles. Y es un modo de demostrar que los internos no son delincuentes asquerosos que merecerían estar muertos. Acá hay gente que ha cometido un error y lo está pagando, pero todos necesitamos que la opinión pública pueda empezar a mirar las cosas desde un punto de vista más objetivo”. Desde ahí se lo puede ver a Leonardo, intentando sortear su obstáculo de la mejor manera posible y recordando cómo era su vida a los 15 años, cuando jugaba al rugby, como juega hoy: “atrás de esa pelota ovalada, hay muchas cosas. Cuando empezamos, yo les conté a los demás internos cómo se habla en el rugby, cómo se escucha, cómo se entrena. Así se mejora la autoestima y se generan fuerzas para
sobrellevar esta situación que nos tocó en la vida, porque el rugby es un paralelo a lo que nos pasa afuera de la cancha, y yo lo siento cotidianamente. Mi subconsciente todo el día está pensando cómo será el entrenamiento, cómo será el próximo partido, cómo patearía a los palos… Tanto es así que, cuando me voy a dormir, muchas veces sueño que hago un try. Y me siento libre”. Sin tanta sangre mediática ni prosa tumbera, del otro lado de la cárcel y del otro lado de la televisión, también se vive dignamente. Y todavía se lucha por abolir esa pena de muerte que irrumpe tortuosa y legal, cuando la sentencia no mata.
“El 97% está calificado con 10 puntos, que es la mejor conducta, porque los chicos han cambiado mucho, incluso en la manera de hablar”.
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Huyamos hacia la derecha
No se trata del león Melquíades. Es el Jefe de Gobierno de la Ciudad, el ahora recontraprocesado Mauricio Macri, a quien lo espera un juicio oral y, tal vez, un futuro con un plan que lo reinstale en las oficinas de la presidencia de Boca. Algo así como un regreso sin gloria. Por GUSTAVO VEIGA
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in menospreciarla, la única candidatura a la que podría aspirar Mauricio Macri en 2011 es a la presidencia de Boca. Procesado por ser presunto partícipe de una asociación ilícita dedicada a las escuchas, su actualidad no tolera aspiraciones mayores. La Casa Rosada le queda ahora demasiado lejos, y una eventual reelección a la jefatura de Gobierno porteño, también. El líder de la derecha cocoliche, curiosamente, contribuyó a que se formara el aparato de espionaje en el mismo club donde disfrutó de los éxitos en serie cosechados por los equipos que dirigía Carlos Bianchi. Ahí lo nombró gerente de Seguridad al comisario Jorge el Fino Palacios, y éste lo conchabó a Ciro James, un espía de película clase B. Los dos, a diferencia del ingeniero, están presos. También lo había designado antes a su monje negro, Andrés Ibarra, como gerente general boquense. El mismo que contrató al pinchador de teléfonos con apellido de western en el Ministerio de Educación de la ciudad de Buenos Aires. El posible regreso sin gloria de Macri a la institución que manejó entre 1995 y 2007 no es una elucubración de este periodista. Opositores que siempre lo resistieron puertas adentro de la Bombonera, creen que la hipótesis no resulta descabe-
llada. Es más, se preparan a resistirla. ¨Volver¨, el tango de Alfredo Le Pera, le pone letra a la situación: “Volver, con la frente marchita, las nieves del tiempo platearon mi sien / Sentir, que es un soplo la vida / que veinte años no es nada…”. Lo que ahora supone un retroceso, Macri ya lo vivió en 2003, cuando perdió las elecciones con Aníbal Ibarra. Estaba por cumplir su segundo mandato como presidente de Boca, cayó en el ballotage y se refugió en el club. Todavía le quedaría un período más al frente de Boca gracias a que consiguió lo que no pudo Carlos Menem: la re-reelección. Interpretó el estatuto a su antojo y se quedó cuatro años más. En el verano de 2008, y ya como flamante Jefe de Gobierno, fue repuesto fugazmente en la presidencia porque la oposición liderada por Pablo Abbatángelo y Roberto Digón impugnó los avales que había presentado su sucesor, Pedro Pompilio. La Inspección General de Justicia (IGJ) firmó una resolución que declaró “irregular e ineficaz a los efectos administrativos” la entronización de la Comisión Directiva que encabezaba el dirigente que fallecería meses después, en octubre. Macri no tenía interés en reemplazar a Pompilio, pero sí en condicionar su gobierno. Le colocó algunos hombres de su confianza en puestos
clave. Y su figura se tornó omnipresente. Todavía hoy lo denuncian por entrometerse en la vida interna del club, como sucedió a fines de julio con las acusaciones que desparramó el vocal boquense, Horacio Cholo Palmieri. “Ameal (por el presidente) está haciendo fuerza y equilibrio para que los macristas no lo terminen de echar. Está muy presionado”, señaló el dirigente, que jugó en las primeras de Boca y River durante los años 70. ¿A quién se habrá referido? ¿Al propio jefe de Gobierno? ¿Al tesorero Daniel Angelici, uno de sus seguidores en la actual directiva? Las tres presidencias de Macri dejaron como herencia un incremento notable en el presupuesto de seguridad. Ya con el Fino Palacios adentro, elevó los gastos de 800 mil a 1.500.000 pesos anuales. La suba total ascendió al 320%, una inversión que casi ni se notó, si se considera la tarea de persuadir a la barra brava para que no cometiera hechos violentos. El comisario que pasó de manera efímera por la jefatura de la Policía Metropolitana debía mantener a raya a Rafael Di Zeo, entre otras actividades. En Boca y en el ambiente judicial hay quienes sostienen que las fugas que emprendió el ex jefe de la Doce cuando lo
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buscaba la Justicia, habrían contado con la invalorable colaboración de algunos servicios de inteligencia. El club tenía contratada a una empresa de origen israelí que brindaba el servicio, PCP (Prevención y Control de Pérdidas) que comenzó a convivir con la estructura que montó el comisario. Macri e Ibarra le crearon el cargo de gerente de Seguridad que hasta su llegada no existía. Cumplía sus funciones desde una oficina en la planta baja de la Bombonera, donde antes funcionaba la señal de cable Boca TV, una iniciativa
acababan de aplicarle el derecho de admisión para no dejarlo entrar a un partido con Banfield, el 2 de abril de 2006. “Me dio la mano, comentó que teníamos amigos en común y que Mauricio estaba enceguecido conmigo y no lo escuchaba”, explicó sobre el Fino. Una pieza importante en este damero era Ibarra, hoy responsable del área de Recursos Humanos en el gobierno porteño. Tiene bajo su control a los 120 mil empleados de la ciudad. En febrero de 2004, anticipándose a la llegada de Pala-
que terminó en fracaso. El ex vicepresidente boquense Roberto Digón confirmó ante el juez Norberto Oyarbide, junto a unas fotografías que difundió como prueba, el modo en que Palacios y James trabajaron codo a codo en la institución mientras Macri la presidía. También aseguró que el comisario ingresó con un sueldo de 15 mil pesos y se retiró ganando 25 mil. Ambos se cruzaron una sola vez, caminando por el estacionamiento de la Bombonera. A Digón
cios, lo habían designado gerente general del club. Macri, Palacios, Ibarra y James convivieron en Boca durante la última presidencia del ingeniero (2004-2007). El actual ministro de Justicia y Seguridad de la ciudad, Guillermo Montenegro, también integraba ad honorem la comisión de seguridad que compartía con otros especialistas del derecho: Carlos Stornelli, Ariel Lijo, Raúl Plee, Carlos Alberto Beraldi y Gerardo Pollicita. Todos debían asesorar al presidente del club.
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La captación de voluntades rentadas o desinteresadas para ocuparse de la seguridad fue una política corriente de Macri. Así como se reforzó en Boca, también lo hizo en el gobierno porteño. Utilizó la Bombonera para ensayarlo. Montenegro, Palacios, Ibarra y James lo siguieron a la ciudad. Y otros dirigentes o personajes funcionales a sus negocios futbolísticos los imitaron. Ernesto Petrini, un empresario que colocaba jugadores en China, pasó al IVC (Instituto de Vivienda) sin tener la más remota idea de la función que le confiaron. Tuvo que alejarse tras varias denuncias por irregularidades contra ese organismo en febrero de este año. Raúl Oscar Ríos, actual vocal titular de la Comisión Directiva boquense, dirige la Agencia Gubernamental de Control, donde también se desempeña la abogada Estela Iribarren, quien integró el departamento de Cultura del club. Fabián Horacio Zampone, vocal suplente, es el director general de Asuntos Patrimoniales de la Procuración; María Vanesa Wolanik, hija de Pedro Daniel Wolanik –el secretario de Asuntos Legales boquense– dirige el área de Niñez y Adolescencia del gobierno porteño y el comodín Jorge Wellington Alves, ex director de Cultura y su asesor a tiempo completo en Boca, consiguió trabajo por 6.500 pesos mensuales en la Jefatura de Gobierno. Si Macri termina como Aníbal Ibarra o aún peor –destituido y condenado en la causa de las escuchas–, ni siquiera tendría la posibilidad de regresar al club presentándose en las elecciones de 2011. En ese caso debería ir a prisión, de acuerdo a la envergadura de los delitos que se le imputan. Pensar que abrió una cárcel para contraventores en el estadio de Atlanta, donde purgó unos días de condena el actual jefe de la barra xeneize, Mauro Martín. Si fuera encontrado culpable de integrar una asociación ilícita, sería el lugar más simbólico de detención para un jefe de Gobierno y ex presidente de un club de fútbol.
PICADO
Españolito que vienes
¿Se alegraron del mismo modo vascos y catalanes por el título mundial de España? La pregunta de café, en aquellos últimos instantes de la fiebre de la Copa 2010, dio para empujar desde España una reseña de un colega que vive cerquita del Mediterráneo. Después dicen que el fútbol separa a los pueblos… Por FERNANDO VERGARA
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ras la semifinal frente a Alemania, un periodista le preguntó a Xavi Hernández: “¿éste es otro triunfo del Barcelona?”. La respuesta fue seca: “Esto no es el Barcelona, esto es la Selección, es España”. Vicente Del Bosque asumió la conducción en julio de 2008. Pidió continuidad en esa unión clave que ayudó a obtener la Eurocopa, y prosiguió con una idea. La base y su estructura es catalana (Xavi, Puyol, Piqué, Busquets); Iniesta y Pedro no lo son, pero sí son piezas fundamentales para Guardiola; Villa se sumó esta temporada. Y hablando de pluralidad y diversidad, aunque todos conozcan el castellano, de los once titulares de la final, sólo lo hablan como lengua materna Ramos, Iniesta, Casillas y Pedro. Futbolísticamente, España dejó de lado cualquier separatismo. CRÉASE O NO El País Vasco es históricamente una comunidad autónoma de fuerte sentimiento nacionalista. Sólo aportó a su seleccionado a un nativo: Xabi Alonso. Llorente y Javi Martínez no son vascos, pero juegan en el Athletic de Bilbao. Igualmente, la Plaza Moyua fue invadida y se escucharon cantos inusuales: ¡Viva España!, e incluso ¡Viva el Rey! Según mediciones, el 75% de los vascos (644.000 personas) vio la final. Odón Elorza, alcalde de San Sebastián, dijo: “muchos ya no sentimos vergüenza de expresar nuestra alegría”. Y agregó que “un sector no lo dice pero está feliz; otro está fastidiado porque no se llevan más que disgustos con las victorias de España”. Estibaliz Santamaría, periodista de El Correo de Bilbao, le cuenta a Un Caño que “desde que tenemos un gobierno socialista las cosas han cambiado. La gente no tuvo miedo de llevar una bandera española”. Hubo una minoría que estuvo en contra, la izquierda Abertzale. El senador Iñaki Anasagasti, del Partido Nacional Vasco, no dudó en señalar que “una Selección catalana o vasca también hubiera podido ganar el Mundial”.
FÚTBOL Y POLITICA Mientras España se preparaba para la final, en Barcelona miles de personas realizaban el día anterior una marcha para protestar por la decisión de un tribunal que dictaminó que Cataluña debe seguir formando parte de España. Una encuesta realizada por TV3 (televisión catalana) indicó que al 20% no le interesó el último partido, porque no participó su “Selecció”. Y a otro 30% sí, pero sólo porque jugaban catalanes como Xavi o Puyol. “No existe el miedo a festejar, hay gente que se siente catalana y española, y un 20% que es sólo catalana”, le dice a Un Caño Federico Winer, periodista argentino que reside en Barcelona. Los ocho goles que convirtió España fueron de autoría culé: Iniesta (2), Puyol (1), y Villa (5). “Sus presencias influyeron en el ánimo de un catalán”, afirmó Carlos, un vendedor, en La Rambla. Gestos como el de Puyol mostrando la Senyera (bandera catalana) fueron un incentivo. En el Mercado La Boquería, Sergi dice: “España no es mi Selección. Mis valores no son los españoles”. Esta revista buscó opiniones en Barcelona, y sobre 30 entrevistados, 25 alentaron por España, 3 opinaron lo contrario y a 2 les dio igual el resultado. En las afueras de la ciudad, hubo gente más reacia a festejar. En un país de históricos contrastes, evidentemente no todos festejaron con la misma intensidad. Luego del gol de Puyol a Alemania, Marca tituló en su web algo inédito: “¡Visca España!”. Madrid estalla. Se ven pancartas con la frase “Unidos podemos”. El micro con el plantel avanza por la Gran Vía. Iniesta apenas levanta el brazo para saludar: tiene una imagen austera, tímida, casi introvertida. Madrid alabó al ídolo de Barcelona. Al menos por un día, el gol de Andresito unió a millones en un grito único: “¡Yo soy español, español, español!”. A menudo, el fútbol consigue milagros.
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A Biblias, calefones y recepciones Son tiempos extraños los que vivimos. Siete selecciones mundialistas (la campeona, España, Holanda, Alemania, Uruguay, Paraguay, Chile y Argentina) fueron bien recibidas en sus países. No ganar la Copa del Mundo ya no parece una tragedia. Le pedimos a uno de nuestros librepensadores que se descargue sobre el tema. Y aquí estamos. Por DIEGO BONADEO
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ntes y durante la década infame, inclusive para algunos hasta ahora, los pregoneros del establishment difundían como verdad revelada que la Argentina, por entonces “granero del mundo”, estaba entre los primeros cinco países del planeta. Todo de acuerdo a ciertas mediciones perversas y arbitrarias, algo así como el INDEK de por entonces, que tomaba como referencias productos brutos internos e ingresos per cápita de algunos. Quizás el más tristemente renombrado seguidor de aquellas falacias haya sido Álvaro Alzogaray, acompañado por sus monaguillos del Partido Cívico Independiente (como si en política se pudiera ser independiente), luego Nueva fuerza y por fin la Ucedé y su versión universitaria, la Upau, a la que adhería el actual ministro de Economía, Amado Boudou, que fiel a sus convicciones desestatizantes, librecambistas y privatizadoras, cuando
tenía a su cargo el ANSES, destinó cien millones de pesos de los jubilados para el salvataje de la multinacional automotriz General Motors, lo que hasta ahora fue prolijamente omitido por los operadores mediáticos oficiales. Aquella algarabía de esos prohombres del cipayaje por la supuesta ubicación de la Argentina entre los países más ricos, sin tener en cuenta la exclusión de la enorme mayoría de los ciudadanos de aquel entonces, es un terrible antecedente para aquellos que festejan lo que no se debe. Está claro que mucho menos grave es lo sucedido con las secuelas de la participación de la Selección nacional de fútbol en la Copa del Mundo de Sudáfrica. Pero así como los contemporáneos del pacto Roca-Runciman apostaban a que las cuentas cerraran, sin que importe mucho el destino de los desposeídos, aquí no cerró ninguna cuenta. Sin embargo, ciertas obscenas urgencias, y algunas in-
toxicaciones más, llevaron a varios miles de personas a Ezeiza a recibir a la Selección nacional de Maradona. La amnesia cagó a goles a la memoria y el propio Bilardo, que alguna vez a cargo del equipo argentino propició la caída del avión en el que viajaban los jugadores en el caso de un fracaso y ahora fue manager-ñoqui-figureti de la delegación, viajó con el equipo. Entendible, y a la vez para quien esto escribe entrañable, fue el festejo de los uruguayos, que quedaron cuartos pero llegaron mucho más lejos que lo imaginado. Y especialmente entrañable por el recorrido del ómnibus del querido país hermano, por calles de tierra cercadas por alambrados, en pleno campo, como para que TODOS pudieran coparticipar. Pero volviendo a nuestro país, no debe extrañar demasiado la recepción a la delegación argentina, dado que fue en Ezeiza, la patria chica del joven Granados, hijo del
intendente del distrito otrora menemista, ahora kirchnerista, y presidente del club Tristán Suarez, cuyos equipos fueron habitualmente sparrings de la Selección antes del Mundial. Granados es el “enlace” entre Julio Grondona y Diego Maradona. Mientras tanto, nada de lo que anticipó Cherquis Bialo, el vocero de Grondona, se cumplió. Porque Maradona, en el supuesto día D, viajó a Venezuela, y ya casi nadie recuerda la incontinencia verbal de la presidenta, que en un acto preelectoral –aunque falte más de un año para las elecciones y política es una cosa y campaña electoral, otra– se sumó a la sinrazón de algunos asistentes que pedían la continuidad de Maradona como entrenador de la Selección, aunque después, desde Balcarce 50 se enfatice en que nadie opera a favor de la continuidad del Diez. Y no parece que esto sea así porque la Selección no cumplió con las expectativas de algunos, sino porque todo esto es un kilombo... AGOSTO 2010 | UN CAÑO 57
Tenis en otra dimensión
Ya saben, pasó Wimbledon y la gloria fue para Rafa Nadal. Sin embargo, por tres días, la Catedral se conmovió al asistir al partido más largo de la historia del tenis. John Isner venció a Nicolás Mahut por 6-4, 3-6, 6-7 (7), 7-6 (3) y 70-68, ¡luego de 11 horas y 5 minutos de pegarle a la pelotita! Juntos lograron varios récords que parecen irrompibles. Por ROBERTO ZIMMERMAN
Para Roscoe, con cariño “Tiri... riri... riri...”. ¿Pueden oírla? ¿Reconocen esa inconfundible y...? ¿Cómo definirla, Rod? ¿Alucinada, extraña melodía? Lo siento, amigos, pero este sonoro comienzo no funciona por sí solo en letra impresa. Requiere además de audio. Así que, antes de seguir leyendo, les propongo –y me refiero concretamente a nuestros lectores más purretes, los under 30 años; de ahí para arriba sabrán de qué estoy hablando–, que vayan a la compu y busquen en YouTube cualquiera de los alucinantes episodios de esa alucinante, extraña y maravillosa serie de TV que marcó a fuego los 60. Hablamos, claro, de La dimensión desconocida. ¿O acaso dos hombres pegándole a una pelota de tenis durante ¡11 horas y 5 minutos (casi) seguidas! no darían pie, tranquilamente, a una de aquellas historias fantásticas siempre precedidas por las enigmáticas palabras de Rod Serling(1)? Una alucinante y extraña trama que el gran Rod –de no haberse muerto en 1975– hubiera presentado más o menos así: “vengan, acompáñenme hasta la cancha número 18 de Wimbledon. ¿Ven a esos dos jugadores que desde hace rato gastan el césped más sagrado del tenis? El más
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grandote es John Isner, norteamericano, 25 años, número 19 del mundo; un título en su haber (ganó Auckland a principios de año), y uno de los más poderosos sacadores del circuito, algo sencillo de entender si consideramos sus 2,6 metros de altura y sus 111 kilos de peso. Su rival, el francés Nicolás Mahut, tiene 28 años y ocupa el puesto 152 del ranking mundial. Lleva diez temporadas como profesional y aún no ganó títulos; de hecho, su recuerdo más glorioso se remonta al 2000, cuando aquí mismo, en la Catedral, se consagró campeón junior de Wimbledon”. Más o menos así, en ese tono hablaba Serling. Y seguía: “Isner y Mahout aún no lo saben, claro. Entraron al court pensando en jugar un partido de primera rueda; un partido normal como cualquier otro, de ahí que hayan sido relegados a esta cancha secundaria. De ninguna manera, ni ellos ni nadie, podían imaginarse enfrentados red de por medio durante más de once horas. Ni que el juego se prolongaría durante tres días, y mucho menos que –golpe a golpe, saque a saque– estaban protagonizando, cual duelistas, el partido más largo de la historia del tenis. ¿Qué no es posible? Todo es posible en La dimensión desconocida.” Esto empezó, entonces, el martes 22 de junio, y terminaría dos días después, el
jueves 24. El partido se prolongó durante tres días, con dos interrupciones por falta de luz. El martes, entre las 18:08 y las 21:03 quedaron dos sets iguales: 6-4, 3-6, 6-7 (7) y 7-6 (3), el primero y el cuarto fueron para Isner, el segundo y el tercero, para Mahut. Regresaron a la cancha 18 el miércoles a las 14:07. Quedaba por delante el quinto y definitivo set, pero eran las 21:10 cuando debieron interrumpir otra vez por falta de luz. ¡Iban 59 iguales! A esa altura, en Wimbledon nadie pensaba en Federer o en Nadal. Toda la atención estaba en la cancha 18. Andy Roddick no lo dudó y se apareció por el vestuario con tres pizzas y varias porciones de pollo con papas, todo para su compatriota: “me hubiera comido doce Big Macs”, dijo Isner. Retomaron el jueves a las 16:48. Isner decía que había logrado dormir “cuatro horas”. Mahut, “sólo tres”. Tras 65 minutos más de lucha, por fin el norteamericano logró definir el partido por 70-68. Y con esa última bola quedaban instaurados todos estos nuevos récords. Saquen una hoja: 1) 11 horas con 5 minutos: nunca un partido duró tanto en la historia del tenis. El anterior récord lo tenían los franceses Fabrice Santoro y Arnaud Clement (4-6,
3-6, 7-6, 6-3 y 16-14), tras jugar 6 horas 33 minutos en Roland Garros 2004. 2) 8 horas con 11 minutos: la duración del quinto set marca un récord en sí mismo (superando, incluso, al partido más largo anteriormente). El parcial debió disputarse a lo largo de dos días (miércoles y jueves) por falta de luz, y sólo tuvo un quiebre, que le terminaría dando el triunfo al norteamericano. Durante ese quinto set, Isner calcula haber consumido “40 botellas de agua, 12 barritas energéticas, 3 bananas y 7 raquetas”. 3) 7 horas con 6 minutos: es el tiempo que Isner y Mahut estuvieron en la cancha el segundo día (miércoles), otro récord. Curiosamente, si bien ambos jugadores se veían exhaustos, ninguno pidió la asistencia médica o fisioterapéutica de la ATP. Tampoco fueron al baño. Tal como indica el reglamento, se limitaron a descansar cada dos games. A esa altura, también era para destacar el aguante del umpire, el sueco Mohamed Leyhani. “¿Que qué se siente al estar sentado durante siete horas viendo tenis? Nada en especial. Estoy acostumbrado... Viajo en clase turista”, explicó después del match. 4) 183: el número de games globales que jugaron. El récord anterior (112) lo marcaron Pancho González y Charlie Pasarell (22-24, 1-6, 16-14, 6-3 y 11-9) en la primera rueda de Wimbledon 1969. En dobles, por la final de la Zona Americana de la Copa Davis de 1973, los norteamericanos Stan Smith y Eirk van Dillen habían disputado 122 games contra los chilenos Patricio Cornejo y Jaime Fillol (7-9, 37-39, 8-6, 6-1 y 6-3). Para Isner, todo pudo haber sido más breve y normal si el miércoles hubiera aprovechado los cuatro match points de los que dispuso (uno en el 10-9, dos en el 33-32 y uno en el 59-58). Recién el jueves liquidó la historia en la primera ocasión que se le presentó, y con un passing de revés definió el quinto set y el encuentro. 5) 138: el número de games jugados en el quinto set supera ampliamente los 48 que habían disputado John Newcom-
be y Marty Reissen (25-23) por los octavos de final en el US Open de 1969. 6) 112: fueron los aces que conectó Isner. Tanto él como Mahut –que metió 103– superaron con creces la marca anterior, en poder del croata Ivo Karlovic (78 aces contra Radek Stepanek, por la Copa Davis 2009). Ambos jugadores conectaron primeros y segundos servicios por encima de los 230 km/h. 7) 215: el número total de aces determinó otro récord. La marca anterior también se había dado en el partido por la Davis entre Karlovic y Stepanek, con “apenas” 96 aces.
que su rival, haya perdido? Mientras lo piensan, terminamos con un dato que viene a cuento. Ya saben: Isner no ganó. La copa la levantó Rafa Nadal. El norteamericano sufrió demasiado rápido eso que John McEnroe, espectador de lujo de gran parte del encuentro, anticipó cuando dijo: “este partido les va a costar seis meses de recuperación”. Al otro día, por la segunda rueda, el holandés Thiemo De Bakker demoraba sólo 73 minutos en vencer a Isner por 6-0, 6-3 y 6-2. En el primer set –que perdió en 16 minutos–, necesitó asistencia del fisioterapeuta por dolores en el cue-
8) 490: es la cantidad de winners (tiros ganadores que no llega a tocar el rival, empezando por los aces, claro) que sumaron entre ambos jugadores: 246 logró Isner; 244, Mahut. 9) 980: otro récord –más que lógico a esta altura– es la cantidad de puntos jugados. Lo curioso es que fue Mahout quien ganó más (502), contra los 478 de Isner. Lo cual, claro, nos lleva a la “preguntaPaenza” que no podía faltar en esta nota, la que todavía debe estar haciéndose Mahut: ¿cómo puede ser que, después de 11 horas, y habiendo ganado 24 puntos más
llo. Ah, y como si fuera una caricatura del temible sacador de los días anteriores, ¿saben cuántos aces logró conectar esta vez? Cero. Ninguno. ¿Que no es posible? Todo es posible en La dimensión desconocida”.
(1) “Abramos esta puerta con la llave de la imaginación. Tras ella encontraremos otra dimensión, una dimensión de sonido, una dimensión de visión, la dimensión de la mente. Estamos entrando en un mundo distinto, de sueños e ideas. Estamos entrando en La dimensión desconocida” (así hablaba Rod Serling, guionista y presentador de la serie, al comienzo de la última temporada. Insisto, busquen en YouTube).
AGOSTO 2010 | UN CAÑO 59
No se aceptarán cartas que excedan los 1000 caracteres.
Asunto: PEDIDO De Fernando Ramos Me sumo a la propuesta que les hizo el lector Leandro Javier Vaquila en el número de mayo y subo la apuesta: ¿cuándo van a hacer un informe que nos descubra quien o quienes representan a los jugadores de los equipos de Primera División y si, además, representan a determinados técnicos? También me gustaría saber a que “escudería” pertenecen los 23 seleccionados para Sudáfrica y que vinculacion tienen con los miembros del cuerpo técnico. Desde ya, gracias y ¡aguante Muñiz!, aunque estemos desafiliados. Un caño: Estamos en eso. Saludos y gracias.
Asunto: FLOR DE CALENTURA De Leonardo Rabboni El motivo del mail es la selección. Sé que es fácil hablar con el diario del lunes pero esto venía mal parido desde la elección misma del DT (mandé un mail después de la penosa clasificación advirtiendo). Me da pena que se esté desperdiciando una de las mejores camadas de jugadores, que se haya desperdiciado el último mundial de Verón y que por caprichos e internas nos hayamos perdido a otros que no estuvieron. Desde ya que hay un solo ganador, y no por eso los demás son horribles. Pero... el hecho de saber que por nombres teníamos el mejor plantel del certamen, da más bronca. ¿Nadie se dio cuenta de las fallas en los 4 primeros partidos? Les ganamos a Platense, Ferro, Chicago y Excursio (con el respeto que me merecen) y creímos que estábamos en la final. Nunca una autocrítica, cambios desacertados o tarde, banca a jugadores que restaron, nunca se supo a qué jugaba este equipo. La idea era tirarlos a la cancha y que se la dieran a Messi (no lo voy a criticar porque supuestamente es el mejor, y a pesar del partido con Grecia tuvo un torneo aceptable). No se gana un mundial pegando afiches en el vestuario, respetando cábalas estúpidas como las conferencias de prensa o las notas o el color de la camiseta, o festejando tantas similitudes tontas con el 86. ¡Basta por dios! Y lo que más me enerva es que no tuvo la grandeza de dar un paso al costado, que ningún periodista se atrevió a decir lo que realmente vio (¿le tienen miedo?), la gran cantidad de gente que los fue a recibir (¿festejando un octavo puesto después de una humillante derrota?) Eso dejémoslo para Chile o Paraguay (de gran torneo ambos)... ¡Nosotros somos Argentina! Me cago en Grondona y toda su mafia, tanto en la selección como en el fútbol argentino, me cago en el ridículo de Bilardo, en sus cábalas y comentarios de manicomio, en el periodismo obsecuente y chupamedias y en este Maradona técnico, soberbio, 60 UN CAÑO | AGOSTO 2010
ciego y necio. Fuiste mi dios, lo más grande que vi en el verde césped y eso no me lo quita nadie. Pero estoy seguro que nos sacaste la ilusión de ver a un gran campeón del mundo. Y pronostico lo mismo para el 2014... Ojala me equivoque. Un caño: Es fútbol, viejo… Es fútbol… Tomate cinco minutos…
Asunto: UN MUNDO DE SENSACIONES De Pato Foglia Primavera verano otoño invierno, otra vez primavera. Venía pensando en el tema de los ciclos. Cada cierto tiempo me toca en suerte encerrarme porque se avecina algún parcial fiero, y entro en una rara zona zen en donde solamente estoy yo y eventualmente mi abuela, quien me ceba cientos de miles de mates en silencio. Pierdo noción del tiempo exterior y realmente no sé si llueve o hace frío o calor. No hay afuera. No la paso mal, al contrario. Cada tanto niego todo lo que existe y soy yo con unos apuntes, en este caso de la revolución mexicana, y la sensación de estar en una peli de Kim Ki-duk. Pequeño sensei. Estadio Azteca: Los aztecas tenían una concepción cíclica del tiempo. Si hoy era hoy, entonces ya estaba dictaminado por los antiguos dioses cómo sería ese día, que volvía a ser el mismo que aquella antigua vez, y se sabía de ese modo si era conveniente cosechar o era mejor guardarse hasta la próxima. Nuestra concepción occidental del tiempo es, por el contrario, lineal; aunque contiene una serie de ciclos: los días de la semana, los meses. Cada tanto es domingo, cada tanto estamos en Junio. Pero lo que define es el año. Y el año no se repite, siempre cambia, es todo el tiempo otro. Pero los años también tienen sus ciclos. Vuvuzelas: Estar encerrado me permitió ver más partidos del mundial de lo que en un principio hubiera pensado. Descubrí que no siempre una costumbre autóctona es agradable por si misma, y que convertir un estadio de fútbol en un panal de abejas que transmite en vivo directo para todo el planeta es otra de las formas de la tortura. Pero me paso también algo fuera de lo previsto: volví a ver un partido de Argentina con mi viejo. Un partido de mundial. La última vez había sido también contra Nigeria, pero Messi era Caniggia y Diego estaba dentro de la cancha. Después todo fue oscuro, mis viejos se separaron, la enfermera entró de blanco y fue la muerte para todos. Y yo lloré como un idiota, todo ese año nefasto. Eso sí que fue un ruido ensordecedor. Y es raro, ahora me siento muy distinto, y siento que estoy en el mismo lugar pero no, algo cambió. A lo mejor son los sillones, a lo mejor mis propias expectativas. Pero les juro que no, que Sudáfrica es para mí muy distinto de aquel Mundial 94. Aunque de alguna forma volvamos a estar otra vez representando la misma escena. Un caño: Gracias por compartir tus desvelos. Respetuosamente, reenviamos este correo a THC.
Asunto: UN LECTOR MENOS De: Juan Martín Ugalde Es la primera vez que escribo a una revista y les quiero preguntar por qué son tan obsecuentes con el gobierno. Me repugna ver como tantas publicaciones que se dicen independientes están con el gobierno. Se que me van a tildar de gorila, no me interesa por que es mi opinión y no me la van a cambiar. Con respecto a la nota “Veinte años en la aldea global”, en una parte dice que con lo que se gastó en construir los estadios se hubiese podido construir miles de viviendas. Acá va mi duda: ¿No es lo mismo que pasa con el Fútbol para Todos? El gobierno gastó millones para mojarle la oreja a Clarín y a TyC sacándoles los derechos de televisación del fútbol o ¿será que tal vez no haya otras necesidades como viviendas, salud, educación y seguridad o tal vez soy tan gorila que estoy equivocado? Para terminar les digo que ni se tomen la molestia de publicar mi correo ya que no pienso volver a comprar la revista. Sólo les quería dejar mi opinión. Les sugiero que cambien de nombre y se llamen Un Kaño 6,7,8. Un caño: Nos tomamos la molestia de publicar el correo porque nobleza obliga. No respondemos a tus consideraciones porque no te vamos a hacer cambiar de opinión. Ah… el nombre de la revista no se mancha.
Asunto: SOMOS MUCHOS De Nicolás Canzoniero
Estoy viendo la llegada de la Selección. Es para reflexionar lo que genera Diego. ¿Por qué la gente se identifica tanto con él? Digo esto poniéndome primero en la fila de incondicionales. ¿Se podrá sacar algún provecho de ésta cuestión? ¿Cuál es el punto: que salió de muy abajo y llegó muy arriba por sacrificio? ¿Que tuvo patas de barro y coraje para levantarse? ¿Podremos ser mejores si encontramos ese punto que nos une a pesar de los fracasos? Es un “negro villero” que nunca descansó en su talento sino que le sumaba laburo (primero en llegar y último en irse de los entrenamientos) y esfuerzo (recordar el tobillo y el dedo gordo en el 90) y que así se hizo querido y admirado en absolutamente todo el mundo (descontando a los yanquis, que todavía juegan soccer) y eso le da bronca a mucha gente (como se pudo oír en el programa de Dolina after LTA en respuesta a una oyente de apellido distinguido...) que cree que debemos ser rubios, blanquitos y educaditos, sin tener en cuenta que el fulbo viene del potrero. Lo han juzgado por sus excesos, seguramente gente que nunca se puso en pedo, o se tomó unas líneas de merca, o vaya saber uno cuántas cosas no hizo porque no son “negros villeros”. Pero los que sí se reconocen como seres humanos comunes y corrientes, con errores y aciertos parece que lo quieren. Y son muchos. Somos muchos.
Asunto: PEGÁNDOLE A MANCUSO De Leandro A. De Toro Hoy los técnicos de futbol no quieren tener dentro de su cuerpo técnico a un psicólogo, porque creen que ellos pueden llevar y traer información personal. El famoso “buche”. O tienen el temor de que terminan manejando ellos el grupo, en fin... ¿Qué hizo Mancuso? ¿En dónde están los famosos códigos de los que hablan todos? Apunto a Mancuso porque él le dijo a Maradona las actitudes que tuvieron Verón y Samuel de realizar indicaciones a los demás jugadores. ¿Cuál es el problema? ¿Para qué los llevaste? ¿No tenés personalidad para manejar estas situaciones? ¿Por qué Mancuso no le habló a estos jugadores para que tengan más cintura y que no pasen la imagen de Diego? ¿Por qué Mancuso le dijo no a Palermo? Diego igual lo puso y encima metió un gol. En definitiva, nos volvimos porque Diego plantó mal el equipo. No siempre hay que “morir con las botas puestas”. Hay que ser inteligente y saber jugar cada partido. Para mi Diego ya aprendió lo suficiente y –más ahora con este golpe– yo lo banco para que siga. Pero que cambie el entorno.
Asunto: LOS DIRIGENTES AL DESCENSO De Francisco Ezequiel Perezlindo
Pensaba. Aún hoy, ¿fracaso mundialista? mediante, el mundo entero sigue sosteniendo que muchos de nuestros jugadores son “ los mejores “, potencia mundial. “La única verdad es la realidad”, supo decir Aristóteles. Y se ratifica tal etiqueta. En pocas semanas, estos jugadores volverán a sus clubes de elite. Por eso, mi imaginario razonaba que ellos no representan nuestro 8° puesto. No, que lo justifican otros. Que también fueron a Sudáfrica. No caigo en la paranoia barrabravesca del multimedio, ¿eh? No, son otros. Los dirigentes. Sí, quizás lo que más represente nuestro lugar en el mundo, como equipo y como nación, son nuestros dirigentes. Subdesarrollo, tercer mundo. Un escalón, o algunos, por debajo de las potencias. Un baño de realidad. Quizás solo cuando cambie esto merezcamos mejor suerte, hasta tanto, 8° parece justo. Y generoso. Porque él solo recordar a nuestro octogenario mandamás creo seriamos dignos de mayores fracasos. Aseveración tan triste como cierta. Hoy más que nunca. Un caño: Sin ánimo de polemizar: Argentina fue 5° en el Mundial… ¿Y los dirigentes? Les podemos mantener el 8° puesto. E incluso mandarlos un poco más abajo en la tabla.
AGOSTO 2010 | UN CAÑO 61
Asunto: ULTRAMARADONIANA De Mónica Machado Terminó la ilusión, nos derrotaron deportivamente, pero no es un fracaso. Sólo hay que esperar 4 años más y como Maradona es un Ave Fénix, resurgirá para el próximo mundial, con todos los planetas alineados, pero en contra. Por eso hay que creer que puede ocurrir el segundo Maracanazo y guardar la vincha, bandera y gorra hasta la próxima cuando nos toque del otro lado de la frontera. Lo banco a Diego Armando sin importar que me digan “los cambios fueron tarde, no puso a Verón, etc. etc. etc.” ¿Obtusa yo? No, creo que técnicos hay muchos. Pero sólo uno con mística, con amor por la camiseta, con entrega absoluta, con pasión por su país, con fervor popular. Volvimos a amar a nuestra selección, volvimos a creer que podía ser posible y eso solamente lo logró Maradona. Como dije antes, lo banco en ésta y en las que vendrán..., a prepararse entonces, para las que vendrán... Y a pagar las apuestas, el más contento con la derrota de Argentina es el carnicero de mi barrio, a quien le pido el mejor vacío, el asadito del centro, todo para comenzar a honrar los compromisos contraídos… (Lo vi a Pablo Llonto el 7 de junio en el acto que se hizo en el diario Crítica, quería saludarlo, pero no me animé, después me arrepentí. Fui una estúpida) Un caño: Hiciste bien, Llonto no saluda a desconocidas.
Asunto: SER O NO SER (GORILA) De Juan Jose Ceminari
Desde que leí la nota de Pablo Llonto en la edición anterior, (“Deben ser los gorilas...”) no pude dejar de parafrasear a vuestro compañero Matías en aquel (gracias a dios) olvidado ciclo televisivo donde no paraba de preguntar: ¿De qué lado estas... chabón? En este caso la pregunta me la hago a mi mismo y digo: Pablo, ¡decime de que lado estoy! Porque yo, que toda mi vida vine pregonando el amor a dios y me considero Maradoniano de la primera hora; que sufrí, lloré, punteé y me dolió como a nadie la eliminación de la selección a manos de Alemania; también debo confesar que tengo afectos campestres, escucho a Magdalena, aunque prefiero a Víctor Hugo y de hecho también lo escucho y lo sigo todas las mañanas. También leo Noticias (a veces), pero no soy plateista de boca (nada más lejos), no sigo a los pumas ni tengo Direct TV. Por otro lado no me molestó, sino todo lo contrario que Diego le dijera lo que le dijo al insoportable de Pasman. Pero si es cierto que no me banco al gobierno K ni a los piqueteros ni a Chávez ni a toda esa manga de trásfugas y de viejos carcamanes como el hijo de puta de Grondona. En fin, seguramente me dirán que tengo más de gorila que de lo otro, pero para los que estamos en esta situación, que no somos pocos; que en pocas palabras amamos a Diego pero no estamos de acuerdo con la forma en que se administra nuestro país… Decime Pablo: ¿¿¡¡de qué lado estamos!!?? Un caño(Respuesta de José Narosky): Escuchá a tu corazón. Allí encontrarás la respuesta que tanto buscás. La vida está llena de momentos que pueden dañar nuestros pisos.
62 UN CAÑO | AGOSTO 2010
Asunto: FAN DE HAMILTON De: Juan Manuel Mitidieri Soy lector de esta revista (que ya se trasformó en una revista de culto para mí y para mis amigos) desde el número inaugural de la primera etapa. Tuve el placer de leer cada uno de los 26 números que salieron, pese a que nunca había les había escrito. Ahora sólo quiero felicitarlos por esta excelente entrega que nos hacen mes a mes, y especialmente para saludar a Mariano Hamilton, con quien comparto (luego de leer sus notas, editoriales y comentarios varios), el gusto por el mismo fútbol, y la mayoría de sus opiniones políticas. Seguramente, hasta compartimos el gusto por el mismo estilo de mujeres.... A mí me gustan morochas y de ojos oscuros Mariano.... Un caño (respuesta de Hamilton): Sólo me gusta mi mujer. Y si no digo esto me mata.
Asunto: DOBLE MANGAZO De Diego Brun El fin de semana pasado un amigo viajó a Capital y en ese viaje descubrió su revista. La verdad se vino encantado y al llegar a Pergamino fue lo primero qud nos contó. Sobre todo, al leer una nota escrita por el pergaminense Fernando Pacini, la cual nombraba a personas del futbol local. Nos encantaría poder leer esa nota y poder publicarla en nuestro sitio, siempre y cuando sea posible. Despues quisiéramos ver la posibilidad de ver, como hacer para que nos llegue cada edición. Un caño: La nota subila tranquilo, pero danos el crédito. Y sobre lo otro, acercate a un quiosco. Allí podrás conseguir, a un módico precio, la edición de cada mes.
Asunto: SIEMPRE FUE IGUAL De Bruno Ferrari Amigos de Un caño, les mando una humilde parodia de la salida de Diego de la selección. Excelente la revista, son una inspiración permanente. –¡Pero carajo! ¿Como puede ser que estos chilenos nos den semejante baile? Encima con ese técnico que más que DT parece filósofo, nunca le entendí nada de lo que dijo. Habla muy difícil al pedo. (Suena el teléfono algunas horas después). –Hola, sí, ¿se va Coco? Y bue, ya me parecía que estaba para otra cosa, pero a quién iba a poner si el piola del Virrey no quiere ensuciarse las manos. Ahora viene el baile del sucesor, aunque quedate tranqui que ya lo tengo cocinado, si si, tranquilo, todo pasa. –¿Estás seguro Julio? Mira que como técnico, mmm… –Mira querido el tema es simple, le regalamos a Maradona a la muchedumbre, si le va mal se prende fuego solito y le sobra espalda para bancarse los quilombos, si por esas casualidades le llega a ir bien nos colgamos todos de ahí y listo, mientras tanto hacemos la plancha… y algunos negocitos mas… (Otra vez teléfono, tiempo después) –¿Cómo? ¿1-6 con Bolivia..? ¡¿Pero estamos todos locos?! No, no, estás en pedo, que se va a ir, no, no, al mundial vamos seguro, tranquilo.
(Más tarde) –Se zarpó un poco con lo de que “la chupen”, pero así es Diego, el chivo expiatorio, si de Nápoli se tuvo que ir por enfrentarse con el presidente, por reclamar sueldos más altos para los compañeros. Siempre igual, lo importante es que estamos en Sudáfrica querido, ¿viste?, te dije. (Luego) –Nueve puntitos querido, ¿hace cuánto que no pasábamos primeros y con todos ganados? La verdad que tiene un culo de novela el Gordo, más vidas que un gato. Con el nivel de este mundial quién te dice que no damos la vuelta otra vez. Si si, vendé, pero vendé te digo que esas acciones ya no sirven mas. (El final) –Con México había sido un aviso. No la vimos ni cuadrada, ¿qué querés magia? Ya esta, ya está, nos comimos cuatro, todo pasa, todo pasa. Ahora lo van a crucificar. –¿Pero como salimos de esta Don Julio? Le van a pedir la cabeza de Diego –No te hagas drama pibe, yo no quiero que siga, ya me apagó el incendio… –¿Lo va a echar don Julio? –¿Te crees que como vidrio pibe? Es muy fácil, le limpio a todo el cuerpo técnico y se va solito… Siempre fue así, tiene códigos, el chivo ya está en el lazo.
Asunto: ESPAÑA Y LOS PREJUICIOS PROGRES De Antonio Gabriel Santos Los leo desde el principio y nunca los abandone. Los extrañe cuando dejaron de salir y me puse muy contento cuando volvieron. Son muchas las coincidencias. Desde la ley de medios hasta el antigrondonismo. Pasando por una actitud progresista ante la vida y el deporte. Reflejando siempre una manera de hacer periodismo que enaltece la profesión. Ahora bien, no todas son loas. Porque España fue un merecido campeón y en la revista no pude encontrar una nota exclusiva sobre el tema. La selección Española fue “ninguneada”. Y esto merece una reflexión. ¿Existe un prejuicio sobre España? Entiendo que desde el progresismo argentino, suelen considerar a España desde una perspectiva negativa. Para la gran mayoría de los “progres”, España es sinónimo de oscurantismo, inquisición, rusticidad intelectual, imperialismo en la conquista y en los 90. Y recientemente repudiada por la cantidad de compatriotas rechazados en el aeropuerto de Barajas. Por eso entiendo, que todo esto terminó influenciando en el “ninguneo” aludido. Lo sé, en algún punto es comprensible. Pero también tengo claro que España es la Madre Patria (por más que Alejandro Fabbri se empeñe en decir lo contrario). Hablamos y escribimos en español, la inmigración hispánica es un clásico y Argentina como país no se puede entender sin la influencia española. Para bien o para mal es parte de lo que somos. Además, se sabe que hay dos Españas, la oscura, la de la conquista, la de Franco; y la otra, la del arte, la cultura, la del pensamiento. La de García Lorca, Picasso, Ortega y Dalí entre otros. En resumen, como argentinos, a España no la podemos menospreciar y eso es lo que ha hecho el entorno progresista de nuestro país. No pretendo que hinchen por España, solo pido un poco de simpatía identitaria. La verdad que viví intensamente todos los partidos y el gol de Iniesta lo grité como un fanático más de la Furia Roja… abrazado a mi viejo y yendo al Obelisco con mi familia para celebrar el titulo, demostrando que también se puede ser argentino de esta manera. Un caño: Lo único que no nos quedó claro es si detestás o si les tenés cariño a los “progres”…
Asunto: NO SALTES QUE NO HAY CHARQUITO De Mariana Benoliel La Volpe: “Quiero que gane México”. Respuesta de Maradona: “Es un vende patria”. Es tétrico lo que dijo el DT de la selección. ¿Por qué el Bigotón no puede estar a favor del país en el que se formó como técnico y persona (tiene familiares allí)? ¿Qué tiene de malo? Absolutamente nada. Si él no hubiese pisado tierra azteca y decía eso, sería lógica la respuesta de Diego. Pero no es así. Es una declaración nacionalista/fascista que, obviamente, los obsecuentes de Un Caño van a justificar y hasta a atacar a la que escribe esto. A los autoritarios desde el discurso también hay que combatirlos. Por tal motivo, causa rechazo una frase tan asquerosa que en varios países fue aprovechada (acá inclusive) para grandes masacres (la defensa del “ser nacional”, superior a los demás). Tenés toda la razón del mundo, Mariana. Siempre tenés razón. Firmado: los obsecuentes de Un Caño.
Asunto: EL JUEGO DE LAS DIFERENCIAS De Alfonso José Catulo El hermoso relato de Víctor Hugo Morales en México 86,”arrrranca el genio del fútbol mundial”, referido a Diego en el segundo gol a los ingleses, no nació ese día. No. Venía de lejos, desde la cuna misma. De los cebollitas, del humilde Argentinos, de equipos grandes como Boca y Barcelona, para volver al humilde Napoli italiano y así llevarlo a un lugar tan alto como inimaginado por los fanáticos de club. ¿En qué se parece Messi a Maradona? En nada. No hay siquiera un punto de comparación. Un cajón como cuna, casa humilde en Villa Fiorito, casa de clase media en Rosario, equipos chicos que él los hace grande, equipo grande que será siempre grande. ¿Por qué se los compara? Esa puta manía de algunos periodistas que salen a vender la piel del oso sin cazarlo. Una audición radial encuestaba, hace años, si Roberto Ayala, el 2 de la selección, era igual a Roberto Perfumo. Periodistas que no vieron jugar al Mariscal contestaban con respuestas largas. Cuando le tocó el turno a Macaya Marquez respondió corto: “Se puede acercar, pero aún esta muy lejos”. Final de la encuesta. La tapa de Un Caño es elocuente. Un enorme Maradona riega una maceta con el “yuyito” brotando, en la cúspide de la flor esta Messi. Vuelvo al relato de Víctor Hugo, “genio, genio, genio”. Messi está lejos de esa palabra, se podrá acercar pero no igualarlo. Pelé hizo grande al Santos, Di Stéfano al Real Madrid y Diego a Argentinos y Napoli. Para ingresar a esta galería necesita de un Big Bang y un equipo sin estrellas, de lo contrario seguirá en la maceta y sin glifosato que valga.
UN BLOG PARA ROJOS DE ALCURNIA A partir del 6 de agosto, los hinchas y seguidores de Independiente que sean cultores de sus mejores tradiciones, vinculadas al juego de paladar negro antes que a la cultura del “aguante”, a la gloria internacional que los supo distinguir como el primero de los cinco grandes en tener proyección internacional, y lograr así adhesión en todo el territorio nacional a pesar de la resonancia mediática de Boca y de River tienen un nuevo espacio: http://independientefootballclubpaladarnegro.wordpress.com AGOSTO 2010 | UN CAÑO 63
El rompeportones
Los diecisiete penales que pateó en Argetinos Juniors terminaron en gol. Sin embargo, no conoce la historia de Rafael Albretch, “el rey de los doce pasos”. Así vienen los futbolistas hoy. Les presentamos, en un breve capítulo, vida y obra de Néstor Ortigoza, el volante del equipo de La Paternal que apunta, dispara y disfruta. Por ANDRÉS BURGO
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n un fútbol sin tiempos para gestar nuevos especialistas, Néstor Ortigoza transita el recorrido de los viejos artistas: con tres metros o 30 centímetros de carrera, de puntín o con la cara interna del pie, a fusilar al arquero o con remates de terciopelo, el cinco de Argentinos Juniors patea los penales con la misma maestría que sublimaba José Rafael Albrecht en la década del 60. El defensor de Estudiantes y San Lorenzo, hasta ahora el gran referente argentino desde los 11 metros, convirtió 35 de los 37 penales que pateó entre 1960 y 1970: una eficacia del 94%. Y aunque todavía está a mitad del camino del tucumano, Ortigoza exhibió, desde su debut en 2004 hasta aquí, una efectividad insuperable: 17 goles de 17 remates. Su promedio también amenaza con romper los registros de los otros referentes de la historia doméstica: José Leonardi (25 de 27, el 92%), Oscar Mas (30 de 33, el 90%), Santiago Santamaría (27 de 30, el 90%), Pedro Barrios (33 de 37, el 89%), Orestes Corbatta (39 de 45, el 86%), Enzo Francescoli (38 de 44, el 86%), Néstor Gorosito (29 de 34, el 85%) y Carlos Babington (56 de 66, el 84%). Como los magos que ocultan sus trucos, Ortigoza prefiere
mantener escondido su tesoro, pero en la entrevista con Un Caño deja filtrar algunos de sus secretos: por ejemplo, cómo, dónde y cuándo empezó a patear penales que engañan a los arqueros como ni siquiera Diego Maradona lograba. “Todo lo aprendí en los campeonatos relámpago”, dice con argot de potrero. –¿Dónde puliste tu técnica? –En el barrio. Primero en Loma Grande, Merlo. Ahí vivía y jugaba los viernes de 9 de la noche a 6 de la mañana. Eran torneos de toda la noche, y yo iba con mi tío Manuel y mi hermano Gustavo. Pero también los sábados nos íbamos a jugar a González Catán, en La Matanza. Tenía un viaje más largo: dos horas. Ahí, en esos campeonatos relámpago de Catán, empecé a mejorar la técnica. –¿Qué son los campeonatos relámpago? –Campeonatos mano a mano. Después de los partidos había torneos de penales, mano a mano. Y me quedaba hasta la una de la mañana. Yo atajaba y pateaba. Hacía todo. –¿Sos buen arquero también? –Sí, atajaba muchos tiros, eh. Y también los metía. Mi tío, lo mismo: los pa-
teaba y los atajaba. Los otros equipos eran duplas: uno atajaba y otro tiraba. Nosotros hacíamos todo, cada uno por su lado. Y era lindo, teníamos un pacto con mi tío. –¿Cuál? –Llegar a la final para repartirnos la guita. A veces llegaba yo, a veces llegaba él. Pero muchas llegábamos los dos y nos repartíamos todo lo del primer y segundo puesto. Eso era lo mejor. –¿Cuánto dinero era? –No, eso no lo te lo voy a decir. Pero lo necesitaba. –¿Cuántos años tenías? –Y… 17, 18. –O sea, mientras los pibes de tu edad ya estaban en Quinta o Cuarta División y tenían un técnico, un masajista, un médico y canchas de césped para entrenar y jugar, vos te curtías en un ambiente más áspero. –Sí. Pero ahí aprendí a no ponerme nervioso. Y eso lo aplico hoy en Primera. –¿Por qué? –Porque allá no había alambrados. Y tampoco había vinchitas ni cremitas (como usan los jugadores de Primera División). Ahí tenías que jugar, y ahí sí había patadas. Muchas más que en Primera y
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en inferiores. Aprendías a poner el cuerpo y a jugar siempre igual. Por eso no me afecta tampoco jugar de local o visitante. Me da lo mismo, yo no siento la presión. Porque también jugué en barrios de San Miguel y en Fuerte Apache. Fui tomando experiencia. –¿Ahí aprendiste la concentración marcial que ahora mostrás antes de un penal? –Claro. No sabés lo que es patear penales en el barrio. Cada vez que vas a patear ahí, tenés la gente por todos lados, eh, atrás, a los costados y adelante. Y encima se te va cerrando a medida que tomás carrera. Era como un ruido así: “fuuuuu”. Se te cierra la gente cuando te acercás a la pelota y tenés que patear igual. ¿Cómo no vas a aprender ahí? –Ahora, en Primera, cuando tomás carrera, parece imposible que el arquero te adivine la intención: a veces te parás en línea recta a la pelota. Otras, te perfilás en diagonal, como el resto de los diestros. Y para más desconcierto, siempre escondés la dirección del pie de apoyo: lo dejás oblicuo a la línea de gol. –Son cosas que aprendí en el barrio. –Pero tu técnica también es un don. ¿O la aprendiste de cero? –La aprendí toda. Practiqué mucho y todavía practico mucho. Yo me vestía gracias a eso, a los penales. Salía de noche con esa plata de los campeonatos relámpago. Si no, se me complicaba. –¿Antes de cada partido, durante la semana, ya sabés adónde vas a patear? ¿O lo definís en el momento? –En el momento. Lo decido ahí. Siempre espero hasta el final. –¿Cuándo fue la última vez que erraste un penal en una cancha de once? –En Primera nunca erré ninguno. Pateé 17 y metí los 17. Y en amistosos, tampoco. Sólo erré en los entrenamientos. –También tuviste una pequeña cuota de suerte en un partido contra Tigre: Daniel Islas te atajó el penal, pero el árbitro lo hice repetir y recién ahí fue gol. –Eh, pero se adelantó un montón. Islas me salió a achicar. Pareció un mano a
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mano, más que un penal. –¿Qué arquero es el mejor para atajar penales? –No sé, no les presto atención. –¿A ninguno? ¿Y ni siquiera mirás al arquero antes de patear? –Eso no te lo voy a contar. –¿Y al árbitro lo mirás? –Nooooo, eso jamás. Perdés concentración. –Es lo que recomendaba el Flaco Menotti a los pateadores: “no miren jamás a los árbitros, es al pedo”. –¿Ah sí? Y claro, tiene razón. Hay que concentrarse en la pelota, no en el árbitro. –¿Y quién te gusta como patea? ¿O tampoco te fijás en los otros pateadores? –Riquelme. Es buenísimo. Y Abreu ¡Cómo la picó en el Mundial! (risas). Yo nunca la picaría en un Mundial, ni loco... Pero a él le sale bárbaro. Tiene mucha personalidad. –¿Sabés quién es el tucumano Albrecht? –No, ni idea. ¿Quién es? –Un ex defensor de San Lorenzo, considerado uno de los mejores pateadores de penales del fútbol argentino. O tal vez el mejor. –Ah, mirá. ¿Y cuántos metió? –Treinta y cinco de treinta siete. Si no te venden al exterior, lo podés pasar. –Sí, sí, pero ¿vos no me estarás mufando, ¿no? Ajeno al polvo de Loma Grande y González Catán en el que Ortigoza aprendió el arte de engañar desde 11 metros, el matemático-economista español Ignacio Palacios-Huerta publicó en 2003 en la revista The Review of the Economics Studies un análisis sobre 1.417 penales ejecutados en las ligas de España, Inglaterra e Italia durante cinco años, entre septiem-
“Yo nunca la picaría en un Mundial. Pero a Abreu le sale bárbaro. Tiene mucha personalidad”.
bre de 1995 y junio de 2000. Entre otras conclusiones, Palacios-Huerta concluyó que el porcentaje de penales convertidos en Primera División es del 80,1%, que los pateadores zurdos suelen cruzar el remate hacia la derecha y viceversa, y que cuando el arquero adivina la intención del rematador y se arroja hacia el costado correcto tiene un 40% de chances de atajar la pelota. Fue precisamente en ese informe, y en otro detalle al milímetro de los jugadores argentinos, que el cuerpo técnico de Alemania se basó para escribirle el famoso papelito al arquero Jens Lehmann antes de la definición por penales por los cuartos de final del Mundial 2006: “Ayala se toma mucho tiempo, carrera larga, derecha”, decía el mensaje. Y fue lo que ocurrió: Lehmann siguió la instrucción, atajó ese penal y Argentina quedó eliminada. Pero Ortigoza, que también se crió vendiendo zapatillas en las esquinas con semáforos de Moreno, descree de la ciencia aplicada al fútbol profesional. “No veo fútbol europeo”, respondió antes del Mundial 2010 cuando le preguntaron por sus jugadores italianos favoritos, en la previa de Italia y Paraguay, el seleccionado para el que juega desde que se naturalizó (nació en San Antonio de Padua, en el oeste del Gran Buenos Aires). –Tras el Mundial 2006, muchos dijeron que la clave de la derrota de Argentina estuvo en el papelito de Lehmann. ¿Esos análisis previos sirven para algo? –Nooo, para mí eso no sirve para nada. Es como cuando el arquero te señala uno de los costados antes de patear: “pateá para allá, pateá para allá”, te dicen. No sirve para nada, porque después vos hacés lo que vos querés con la pelota. –También te quieren poner nervioso los rivales que esperan detrás de la medialuna. –Sí, se ríen, me dicen cosas. Me quieren mufar. –¿Qué te gritan? –Lo vas a errar, pega en el travesaño, quirococho y mil cosas más. Algunos hasta me apostaron la camiseta.
–¿Quién? –Vega, el arquero de River. “Si te lo atajo, me das la camiseta”, me dijo. Pero yo lo corrí por atrás: “si me adivinás la punta, que el árbitro lo dé por errado y lo haga patear de nuevo”, ja. Pero ni siquiera así pudo: las tres veces que le pateé a Vega lo metí. A mí los nervios no me entran. –¿Por qué jugadores tan técnicos como Maradona, Baggio, Zico o Platini erraron penales en los Mundiales, y otros más rústicos tienen mayor efectividad? –Porque para meter un penal también hay que tener una cuota de suerte. Y eso hasta ahora me jugó a favor. –¿Y qué es tener suerte en un penal? Desde 1962, tras el penal que Roma le atajó a Delem, se parafrasea al árbitro Nai Foino y se dice que “penal bien pateado es gol”. Es una frase que elimina al azar como uno de los factores en juego. –Pero tenés que tener suerte para que
“Practico entre cuarenta y cincuenta penales por semana”.
la pelota no se te levante o no pegue en el palo. Y eso le puede pasar a cualquiera. –En el Mundial de Sudáfrica no pudiste patear para Paraguay. –Sí, justo Martino me sacó en el alargue contra Japón, antes de los penales. Tenía ganas. –Después, contra España, el Tacuara Cardozo pateó y se lo atajó Casillas. –Sí, pero de los paraguayos, el que más me gusta es Lucas Barrios. Igual, en la lista del equipo primero estaba Tacuara y después venía yo. –¿Algunos de tus técnicos en Primera
te aconsejaron de cómo patear un penal? –No, ¿qué me van a decir? Si hasta ahora los metí todos. –¿Cuántos practicás por semana? –Entre 40 y 50, tres días por semana: los martes, los jueves y los sábados. –A veces le pegás con todo el empeine, a veces de puntín y a veces con la cara interna del pie. ¿De qué depende? –Depende del partido y del momento. No te olvides de que siempre termino de decidir en el momento previo. –¿Y de zurda vas a patear alguna vez? –No, jamás. Sólo con la derecha. Tampoco picarla. Ni en el barrio hacía eso. Y si Ortigoza no lo hacía en el barrio, tampoco lo hará en Primera contra arqueros que usan vinchitas y se untan con cremitas pero que, como los de Catán, también terminan engañados por su pie derecho. A la ley de los campeonatos relámpago nunca se la traiciona.
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A los tortazos
Ahora que unos cuantos panqueques, tanto periodistas como dirigentes, se convirtieron en protagonistas del escarnio luego del 0 a 4 ante Alemania, vale la pena recordar en qué andaban algunos argentinos cuando Checoslovaquia sacó a la Argentina de un Mundial por 6 a 1, en 1958. Locuras del fútbol. Por EDGARDO IMAS
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i hay un paradigma del desastre, ése es el 1-6 de 1958 ante Checoslovaquia, en el Mundial de Suecia. Aquél que ganó por primera vez Brasil, con un Pelé casi adolescente. Luego de veinticuatro años, la Argentina regresaba a los Mundiales, tras haber arrasado en 1957 el Sudamericano de Lima y las Eliminatorias. Con la dirección técnica de Guillermo Stábile, quien desde 1939 ocupaba el cargo de entrenador. La etapa previa al Mundial fue como la crónica de una muerte anunciada. Ya no estaban los Carasucias campeones en Lima (Maschio, Angelillo y Sívori), que se habían marchado al fútbol italiano. La improvisación reinaba, y no existía un calendario de partidos preparatorios importantes frente a selecciones europeas. La Argentina jugó cuatro amistosos: frente a Paraguay y Uruguay, más otros dos en Italia ante Inter y Bologna. En el último partido se había lesionado Roberto Zárate, y Stábile convocó de urgencia a Ángel Labruna. Con 39 años, Labruna se convirtió en el jugador más veterano de Suecia 1958. En el debut, la Argentina cayó sin atenuantes 3 a 1 ante Alemania Federal. El triunfo posterior ante Irlanda del Norte pareció indicar la recuperación. Sin embargo, el fatídico domingo 15 de junio, en Helsingborg, tuvo lugar el desastre. Checoslovaquia despachó en un set al equipo de Stábile. Los once mariscales de la gran derrota fueron Amadeo Carrizo; Dellacha y Vairo; Lombardo, Néstor Rossi y Varacka; Corbatta, Avio, Menéndez, Labruna y Cruz. La prensa se refería al 1-6 como un “Waterloo”. Sin TV ni Internet, las transmisiones radiales y los diarios fueron suficientes para que los hinchas se indignaran. El domicilio particular del presidente de la AFA, Raúl Colombo, fue apedreado. Se pegaron afiches que exigían la renuncia de toda la dirigencia, un sueldo máximo para los jugadores profesionales y la rebaja del precio de las entradas a la cancha. El domingo 22 de junio regresó la mayoría de la delegación al país. Según Crítica, 15.000 personas recibieron a jugadores y dirigentes arrojándoles monedas y al grito de “que se vayan”. Se desplegó un gran operativo policial.
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Previamente habían sido desalojados los puentes de la autopista, donde había hinchas apostados con tachos llenos de agua y trozos de madera. Apenas pisó Ezeiza, el defensor boquense Federico Edwards prendió el ventilador. “Yo no jugué. Me parece que salí ganando”, afirmó. Crítica detalló los escándalos en el plantel. Salidas sin control, hasta altas horas de la madrugada, en Roma y en Suecia. Fuertes enfrentamientos de Sanfilippo con el PF Borau y de Amadeo Carrizo con Stábile. Insultos de Menéndez y Corbatta hacia Avio en pleno partido con los checos. Trompadas entre Vairo y Musimessi. Por su parte, El Mundo se preguntaba “qué podía esperarse de una dirección inepta, de una conducción cómplice de indisciplinas y faltas serias”. Desde sus páginas, el matutino comenzó una campaña por la renuncia del titular de la AFA, Raúl Colombo, viejo dirigente de Almagro y amigo del presidente de la Nación, Arturo Frondizi, también fana del tricolor. “Todos los que fueron a Suecia, tal vez con la honrosa excepción de Varacka y Corbatta, merecen una sanción ejemplar. Pero vamos a hacer una cuestión de responsabilidad jerárquica. El primero que tiene que renunciar es el doctor Colombo. Después que renuncien todos los otros. Cuantos más renuncien, mejor para nuestro fútbol”. El vespertino Noticias Gráficas hacía centro en la poca autoridad de Stábile: “Debe irse. Está fuera de órbita, por carencia de ritmo apropiado para estos tiempos”. Para Crítica, “no cayó el fútbol argentino, no cayó un estilo. Fue la derrota del caos y la improvisación. Fue el triunfo de la responsabilidad profesional, de la disciplina, de la organización y de la honestidad deportiva”. El desastre de Suecia marcó el fin de la era Stábile. En cambio, Colombo siguió hasta 1964 al frente de la AFA. La Selección volvió al ruedo en marzo de 1959 para ganar invicta, con nueva conducción técnica, el Sudamericano de Buenos Aires.
Tenemos un equipo que es una maravilla
¿Salió campeón España o el Barcelona? A prepararse, que arrancan las copas y torneos, y todo el mundo querrá ver a las grandes estrellas del equipo catalán. Sepamos si detrás de tanto brillo y tanta gloria hay algo más que toque y toque. Por EZEQUIEL FERNANDEZ MOORES “Hasta el Rímini juega mejor que cualquier Selección”. Arrigo Sacchi me contaba en Sudáfrica que, para él, las selecciones que jugaban el Mundial eran inferiores en funcionamiento colectivo a todos los equipos de club que él había dirigido y me citaba inclusive al Rimini, al que condujo en sus inicios como técnico, en la Serie C italiana. Sacchi, se sabe, es un fundamentalista de la táctica. Cuentan, seguramente exagerando, que no festejaba goles de su equipo si estos no llegaban de una jugada ensayada. La teoría que me contaba esa tarde en un lujoso hotel de Johannesburgo, decía, en síntesis, que cualquier equipo de club tenía un mejor funcionamiento colectivo que las selecciones que estaban en Sudáfrica, con jugadores cansados tras una larga temporada y casi sin tiempo de preparación previo al Mundial. El ex DT del Milan y de la Italia subcampeona mundial en Estados Unidos 94 no recordaba, tal vez, que los clubes argentinos suelen cambiar DT y renovar planteles cada diecinueve fechas, lo que siguen durando sus campeonatos. Ni que hasta en las categorías inferiores muchos DT juegan para ganar títulos, no para formar jugadores. La España campeona con base fuerte de Barcelona sería una excepción. El Barça es más que un club, dice el lema del equipo catalán. Y sí, lo es. Es una Selección. Cuando Barcelona abra su temporada oficial, dentro de unos días, jugando la Supercopa de España ante Sevilla, bien podría decirse que allí estará jugando la Selección campeona del mundo con el lujoso agregado del mejor jugador del mundo, Lionel Messi. Es cierto, Barcelona, un club modelo para muchos, perdió 77 millones de euros la última temporada, y su deuda supera los 500 millones, pese a que la TV le paga diecinueve veces
más que al último de la tabla, porque España, una liga con clubes modelo según Michel Platini, presidente de la UEFA, es la más injusta en la distribución de su riqueza. Cuando se habla de Barcelona como club modelo, la referencia se dirige entonces a la importancia que la entidad catalana da a su escuela de formación de jugadores y al respeto a un estilo de juego. Se trata del fútbol entendido como juego colectivo, aunque el orden de Barcelona necesita igualmente de los goles muchas veces caóticos e individuales de Messi. El fútbol, deporte colectivo, es orden. Pero juego creativo también es caos. Todo mejoró con el arribo del DT Josep Guardiola, porque Barcelona no sólo forma jugadores. También forma entrenadores. Lo bueno es que el estilo Barça, al tornarse exitoso, está haciendo escuela. La Selección Sub 19 de España parece un Barça junior. Podría decirse que, con ese dinero, es fácil ser como Barcelona. Pues bien, allí, bien cerca, en la misma Liga y cobrando los mismos dineros de la TV, está Real Madrid. Si el Mundial de Sudáfrica dejó como lección el modelo Barcelona, Real Madrid sería la antítesis. Su concepto de jugadores-estrella hizo agua en Sudáfrica. No sólo por el fracaso de sus dos principales “galácticos”, Cristiano Ronaldo y Kaká, sino también porque el Mundial estuvo a punto de ser ganado por los holandeses Wesley Sneijder y Arjen Robben, que el club había despreciado un año antes, pese a la opinión en contrario del DT chileno Manuel Pellegrini. Además del buen estilo made in Barça, el Mundial de España dejó como lección, ahora que empieza otra vez el fútbol de clubes, que los modelos no dependen exclusivamente del dinero que se tenga. Dependen también de la convicción con que se apliquen, más allá de una posición final que se ocupe en un torneo de apenas diecinueve fechas.
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Hombres del felpudo
Los llaman “el Comité Ejecutivo”. Son los integrantes de una pandilla que primero quiso salvarse con Maradona de técnico y ahora le soltó la mano, escudándose en reuniones sobre falsa moral. Se pavonearon por los medios hablando de “la unanimidad”, con la prepotencia de quienes saben que nunca se les pide –desde la prensa– rendición de cuentas. Para ellos va este desahogo en las santas teclas de una computadora. Por PABLO LLONTO Fotos PHOTOGAMMA.COM
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o hago otra cosa que pensar en ellos. En sus patéticas manos levantadas. En su incapacidad para tener opinión propia. En su desfachatez para poner la sonrisa cuando los resultados van bien y su infame caradurez para posar de moralistas cuando la tortilla se ha dado vuelta. No queremos que el episodio Maradona pase de largo ni que el periodismo argentino pase de largo con ustedes. De ustedes, señores miembros del Comité Ejecutivo de la AFA, hablan estas páginas. De ustedes, que poseen la maravillosa cultura de adaptarse a cada momento, a cada ocasión. De ustedes, que se organizan en comisiones, en viajes, en congresos, en Mundiales, en Copas Américas, en hoteles cinco estrellas, comiendo y bebiendo, disfrutando de los placeres de la guita dulce del fútbol. De ustedes, que ahora han estallado en cólera porque un entrenador, al que ustedes eligieron y aprobaron, de pronto les dijo “si me tocan un utilero, me voy”. De ustedes, que le pidieron a ese entrenador que se haga cargo de la Selección con la gente que él eligiese. De ustedes, que nunca se preocupa-
ron por la decencia en el fútbol y ahora se horrorizan por los representantes de los jugadores. De ustedes, que se pasan la vida colocando amigos y familiares en los clubes, pero no quieren que los entrenadores les den trabajo amigos y familiares entre el cuerpo técnico de los seleccionados. Quizás porque los conocemos, concluimos en todo esto. Porque los hemos visto durante años y años, porque son la casta sin escrúpulos que dijo siempre una cosa e hizo otra. Porque son los hombres moralistas de doble faz, los de la canción de Vivencia, ¿se acuerdan? Porque cualquiera sabe cómo se han montado al fútbol argentino. Entregaron derechos de televisión, derechos de jugadores, incumplieron contratos, pagos, evadieron impuestos, cargas sociales, aportes
“Yo no les pido planes a los entrenadores que se contratan en Argentinos Juniors, les pido que ganen” (Luis Segura, secretario de Selecciones Nacionales).
a la AFIP; llenaron los clubes de despidos, mandaron instituciones a concurso, a quiebra... Y lo más lindo de todo es que instalaron la costumbre irresponsable de echar a cuanto técnico se les antoja después de llenarse la boca con las “apuestas a largo plazo”. Todos sabemos qué hacen y qué no hacen en sus clubes. Todos sabemos cómo ignoran las palabras “proyectos”, “planes”, “sistemas de trabajo” cuando salen a buscar entrenadores en sus clubes para que les salven la olla. Ahí están las deslumbrantes apariciones del dirigente de La Paternal, Luis Segura, Secretario de Selecciones Nacionales de la AFA, que repitió por los medios, durante la crisis maradoniana: “yo no les pido planes a los entrenadores que se contratan en Argentinos Juniors, les pido que ganen”. Ahí está otra lumbrera, el Secretario Ejecutivo de la AFA, dirigente de Quilmes, José Luis Meiszner admitiendo en la semana del despido de Diego que si le “solicitasen una opinión” (infeliz confesión de una rutina de la AFA, la ausencia del debate), él opinaría que el entrenador interino de la Selección “debería seguir hasta fin de año, y que recién el año que viene podría asumir el entrenador definitivo”. Y que todo dependerá de cómo
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evalúen a los candidatos a entrenadores en lo que resta del año. “Los que hoy son los mejores candidatos tal vez dentro de seis meses no lo son”, dijo. Apestosas presunciones que dan náusea y cólera porque se dijeron en los días que todo el mundo le hablaba de exigencias de seriedad y organización al entrenador de la Selección. ¿Eso es planificación? ¿Eso es tener celo y rectitud a la hora de elegir un proyecto para las Selecciones Nacionales? ¿No era que anhelaban carpetas y papeles y pautas? Estos son los personajes que acaudillan el fútbol nacional, van jadeando detrás de Grondona, del hijo de Grondona, del yerno de Grondona. Son los besapiés (en España, por esas contundencias del castellano los convocan al grito de ¡lameculos!) que en los primeros días de Sudáfrica 2010 se aseguraban una silla en los templos de la felicidad, cuando sobraban los adjetivos para la Selección. En aquel momento no estaban encendidos en cólera, estaban encendidos en oportunismo.
Tenían la misma pretensión cuadrupedante de un ex ministro de Alfonsín durante el Mundial de México 1986. ¿Se acuerdan? El que aparece en la foto al lado de Diego.
Tenían la misma pretensión cuadrupedante de un ex ministro de Alfonsín durante el Mundial de México 1986. ¿Se acuerdan? El que aparece en la foto, al lado de Diego, cuando le entregaron al capitán argentino la Copa en el Estadio Azteca. Storani formaba parte del gobierno que había insinuado destituir al entrenador Bilardo y odiaba al seleccionado, pero cuando la Argentina avanzaba hacia la final a paso redoblado, mostró pasaporte, subió al avión y llegó a México DF como titular de la cartera de Salud y Deportes. Lo animaba el enorme estímulo
de muchos dirigentes: no perderse la foto con Maradona. ¿Y qué se sabe de la frenética decisión de octubre de 2008? ¿O ya olvidaron quienes eran los integrantes del Comité Ejecutivo que refrendaron el almuerzo de Puerto Madero, cuando Grondona y Segura hablaban maravillas del Diez al ofrecerle la Selección? Son Grondona y veintisiete más. Sus nombres y apellidos se encuentran en la página web de la AFA, presidentes y vicepresidentes de clubes cuya mayor coherencia es la eterna incoherencia. El analfabetismo y el panquequismo de buena parte de nuestro periodismo deportivo ha permitido que se la lleven de arriba. Algún día, cuando se escriba sobre la desmemoria futbolera, cuando se terminen los disparates y por la escalera vayan rodando los miembros del Comité Ejecutivo, un director de Medios y Comunicación de la AFA, nuevo y creíble, aniquilará una por una las mentiras de estos hombres, en los que, en este preciso momento, he dejado de pensar.
Por ALEJANDRO CARAVARIO
Es al menos curioso que Julio Grondona haya sugerido sus sospechas sobre el profesionalismo de los colaboradores de Maradona. Pero ésos han sido los motivos exhibidos a la respetable platea. Es cierto: Diego no iba a llevar a Ricardo Piglia para que cargara con la bolsa de las pelotas. Se sabe que prioriza la cercanía, le lealtad, cierto código cerrado que cunde entre futbolistas y tumberos. El mismo que aplica Grondona y que lo hace delegar misiones propias de un experto, por caso, en su hijo Humbertito, cuyos antecedentes en el fútbol son iguales a los méritos presentes: el acomodo. Sin dudas, el conocimiento de Héctor Enrique y Alejandro Mancuso supera con creces el de Grondona Jr., aunque en cuanto a llegada al amo del fútbol, éste corre con notoria ventaja. Su demanda de profesionalismo no le impidió a Grondona, en su momento, contratar a quien acudía públicamente a la contratáctica de los cuernitos y el talco para neutralizar los movimientos del rival. Lo que hizo Grondona fue balbucear una explicación inverosímil para expulsar a Maradona de la conducción de la Selección. Un gesto de elegancia completamente innecesario, como quedó demostrado en la farsa de reunión en la que su corte, sin abrir la boca, convalidó una decisión que, como todas, es completamente personal. Grondona dio una muestra cabal y terminante de cómo son las cosas. Cómo él quiere, cómo se le canta. Ya no se trata de amansar árbitros, de presionar dirigentes, de controlar la caja, todas atribuciones que le están concedidas de por vida. Ahora no dudó, no amagó el menor simulacro de consulta, para sentenciar al apellido más glorioso de nuestra historia deportiva. El hombre que además, y según propia confesión, lo inventó como dirigente con rango internacional. Maradona es el fútbol argentino, más que nada y que nadie. Pero Grondona está más allá de estas categorías irrelevantes. La guardia de pusilánimes que venden sus lisonjas y su voto por un pasaje o un favor menor para sus clubes estragados por la angurria de la AFA saben guardar el silencio que consiente, que le otorga perpetuidad a la autocracia aldeana de don Julio. El ferretero más rico y poderoso tiene licencia para cagarse en cualquier gobierno, más allá de su costumbre de asociarse a ellos para beneficio propio. Podría, como Calígula hizo con Incitatus, ascendido a senador,
nombrar a su caballo para ejercer algún cargo medular. Los presidentes de los clubes harían fila para llevarlo a pastar a Ezeiza y tomar apuntes de sus inquietudes. En un país que aún se entrena en procedimientos democráticos y que, a un costo altísimo, se libró del fanatismo criminal de los militares y sus socios civiles, la AFA navega a contramano, montada en el poder discrecional y corrupto de un personaje de caricatura. Las idas y vueltas ficticias en torno al contrato de Maradona han certificado ese absolutismo que ni conserva las formas. Si Maradona aún debe hacer los palotes como entrenador es otra discusión, realmente digna de abordarse. Pero esto fue una ejecución sumaria por parte de quien, en la Argentina de 2010, se comporta como un estanciero de un siglo atrás. Claro, la única oposición proclamada en todo este tiempo fue la de Raúl Gámez, que tras una década a acaparar micrófonos para proferir insultos más o menos matizados, no armó nada de nada. O sí. Se consolidó como dirigente de Vélez, y disfrutó de un campeonato espurio bajo el ala del capo. Vendrán Sabella, Bianchi o Humbertito a cargo de la Selección. Lo mismo da. Bilardo, en su media lengua, prolongará su inmunidad a cambio de la dudosa lealtad de palacio y su contribución nula en términos profesionales, habida cuenta de su avanzado deterioro neurológico y su predicamento inexistente entre los futbolistas de cualquier latitud. Vendrán, como siempre, la miseria institucional, los ecos más berretas del autoritarismo digitando un patrimonio popular.
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En tu cabeza hay un gol Se estrenó un documental que ha tomado como argumento el único tanto que el seleccionado de El Salvador marcó en la derrota 10-1 frente a Hungría, en España 82. Interesante documento para reflexionar acerca de la guerra civil que vivió el país centroamericano durante once años. Por GABRIEL TUÑEZ
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uevo Estadio de Elche, España, 15 de junio de 1982. Veintitrés mil personas en las tribunas, poco público para un partido mundialista si se lo compara con la cantidad de espectadores en Sudáfrica. Todos a punto de asistir a un hecho histórico. Saca el arquero Luis Mora, que tiene 19 años y una carrera por delante. Francisco Hernández recibe poco después de la mitad de la cancha, sale hacia la izquierda y toca a José Huezo, quien antes de soportar la marca cede hacia el extremo para Jorge González. Es el Mágico, y cualquiera que llega ahora mismo a la jugada entiende el adjetivo al instante. González encara el área, elude a un rival, amaga ante el siguiente, pasa rápido hasta el fondo y manda un centro bajo, hacia atrás, de zurda. Huezo, que lo había acompañado silencioso, para el balón con derecha, se acomoda, pero duda y duda, y cuando los ojos se le nublan apenas intenta un tiro al arco nomás para evitar el reproche general. El esférico (nombre con el que un relator calificó a la pelota en la Argentina, especialmente entre los duros setenta y principios de los ochenta) atraviesa a dos defensores alineados y le queda, inesperadamente, a Luis Ramírez Zapata. Da media vuelta frente al arquero y... la imagen desaparece, la pantalla
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queda oscura y muda. Segundos después, cuando la pantalla vuelve a iluminarse, sólo se ve el festejo de Ramírez, feliz, colmado de infancia, sus rulos despeinados en la carrera hacia sus compañeros, que lo reciben para abrazarlo como a quien vuelve de una batalla. Allí está el hecho histórico, ocurrido durante el Mundial de España 82. Y así lo refleja el documental Uno, la historia de un gol, dirigido por Gerardo Muyshondt y Carlos Moreno. Entre reportajes y recuerdos, el film aborda el contexto en el que
Acaso resulte incomprensible ver la sonrisa de Zapata en pleno salto después de anotar el transitorio 1-5.
Zapata convirtió aquel tanto de El Salvador en el 10 a 1 sufrido frente a Hungría, la máxima derrota futbolera en todos los mundiales. Siete de los diez goles húngaros fueron marcados en el segundo tiempo, cinco de ellos en un lapso de 14 minutos, y dos, en poco más de 70 segundos. Con estos datos acaso resulte incomprensible ver la sonrisa de Zapata en pleno salto después de anotar el transitorio 1-5. Pero no.
“TODO ESO NOS PASÓ A NOSOTROS”, REZA UN CANTO MAYA El seleccionado argentino no fue el único que participó en aquel Mundial mientras su país afrontaba un conflicto bélico. Cuando los jugadores salvadoreños llegaron a Madrid, días antes del torneo, la nación centroamericana llevaba algunos años involucrada en una guerra civil que, una década más tarde, dejó como saldo 75.000 muertos y 9.000 desaparecidos. “En el país se vivían tiempos duros. Era normal que todas las noticias trataran acerca de cuántos muertos habían resultado después de un enfrentamiento. Todos los días te enterabas de que había muerto alguien que conocías. Ése era nuestro día a día. En medio de todo eso había algo que nos llenaba de ilusión y de esperan-
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Laszlo Fazekas y Gabor Poloskei festejan el tercero de los diez goles que Hungría le marcó a El Salvador.
za, que nos hacía sentir orgullosos de ser salvadoreños: nuestra Selección de fútbol”, recuerda Muyshondt desde San Salvador, a pocos días del estreno de Uno…, el pasado 8 de julio. Fue el asesinato de monseñor Oscar Romero, cometido por un grupo paramilitar mientras oficiaba una misa el 24 de marzo de 1980, el que instaló en las ciudades el agravamiento de la lucha contra la dictadura por parte del Frente Farabundo Martí para la Liberación Nacional (FMLN). Todo ello ocurría tras varias masacres perpetradas meses antes contra campesinos. “La violencia fue una llamarada que avanzó por los campos, invadió las aldeas, copó los caminos, penetró en las familias, señaló como enemigos a cualquiera que no apareciera en la lista de amigos”, detalló en su informe de 1993 la Comisión de la Verdad, una suerte de Nunca Más salvadoreño. Y en medio de todo aquello, el fútbol. Muyshondt, quien llega al cine desde la publicidad, asegura que aquel seleccionado “hacía olvidar el amargo día a día” y daba a los habitantes “la ilusión de querer esperar
un siguiente partido”. Esos jugadores, afirma, “hicieron que las balas y las bombas sonaran menos que los gritos de la gente en un estadio, y creo que por eso el fútbol nunca se paralizó, nunca se detuvo”. Después del 10-1 frente a Hungría, El Salvador cayó 1-0 ante Bélgica y 2-0 frente a la Argentina. “La gente y los jugadores estaban felices de haber caído en el grupo de Argentina. ¡El Salvador iba a jugar contra un equipo campeón del mundo! Todo el planeta se iba a enterar de que existíamos. Los mismos jugadores cuentan que aquel era el partido que más los ilusionaba, y en especial, jugar contra ¡Maradona!”, exclama Muyshondt.
TIEMPO DE VALIENTES Nueve años y medio después de aquel partido, el 16 de enero de 1992, militares y guerrilleros firmaron la paz en el Castillo de Chapultepec, en México. Recién en mayo de este año, un juez estadounidense condenó al militar salvadoreño Álvaro Saravia a pagar 10 mil dólares por participar de la conspiración que asesinó al monseñor Romero.
¿Qué pasó para que un equipo pierda 10-1 con otro que, semanas después, iba a quedar eliminado? “Tuvimos la valentía de salir a buscar el partido. No fuimos tan cobardes como para agazaparnos para que no nos sucediera nada. Esa misma valentía que tuvimos para salir de nuestras casas bajo la Ley Marcial o atravesar balaceras para ir a un entrenamiento…”, relata en el documental Luis Mora, el arquero en aquella goleada. “He visto aquel gol al menos mil veces por cada uno que nos metió Hungría. Cada vez que lo hago tengo que luchar contra las lágrimas. Marcamos ese tanto en la peor goleada de la historia de los mundiales, pero no importa. Vale mucho para mi país. Cualquiera que ama de verdad el fútbol entiende lo que te estoy diciendo”, expresa Muyshondt. Volvemos atrás la imagen. Zapata recibe de Huezo, da media vuelta en el área chica y define. Ahí viene corriendo, remera blanca, las letras ES azules pegadas a la altura del corazón. Tiene una sonrisa enorme y las manos abiertas. Dan ganas de abrazarlo. ¿Qué festeja ese hombre en medio de semejante derrota? Quizás la vida.
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Más allá de la neblina
Omar Asad piloteó uno de los equipos sorpresa del último campeonato. La vida del Turco, combinación de melancolía y alegrías como tantas otras, merecía unos cuantos párrafos. Y su visión de los técnicos argentinos, también. Para saber de hombres jóvenes que están haciendo su experiencia en este enrollado mundo del fútbol, va el siguiente reportaje. Por ARIEL SENOSIAIN Fotos PHOTOGAMMA.COM
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u equipo florecía, pero él había desviado el foco. A un costado del campo de juego, donde Godoy Cruz había goleado 6-2 a Tigre y lograba la punta del Clausura, los técnicos se habían dedicado un par de minutos. “Les pedís plata a los jugadores”, acusó él, Omar Asad. “Callate, gordo falopero. ¡Drogón!”, respondió Ricardo Caruso Lombardi. Fue la mancha de un torneo que lo catapultó a la fama como DT. Fue, también, motivo de su preocupación por cómo podía recibirlo su hijo. Hasta que volvió al hogar. “Tiene 15 años, nadie sabe qué puede pensar en un momento así. Pero volví y me la tenía preparada: ‘así que sos drogón y te la habías guardado’, me tiró… Yo había sufrido y él se reía. ‘Te quedaste en el molde, te cagaste’, me decía. Fue gracioso todo lo que pasó después. Me llamó Chilavert desde Asunción: ‘estoy viajando a Buenos Aires, ¿querés que te lleve de la buena?’, me preguntó. Ya pasó, los dos pedimos disculpas. Yo hablé por boca de jarro, sin saber realmente si lo que le dije era cierto. Y Caruso reconoció que no sabía qué contestarme y me dijo la fácil. Pensar que nunca, pero nunca, eh, toqué ni un cigarrillo. Y mirá que de
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chico vivía en un lugar bravo. En mi barrio, como sucede en tantos lados hoy, la droga estaba al alcance de cualquiera”, le cuenta el Turco a Un Caño. –¿Qué es Ciudad Evita para vos? –Los mejores recuerdos. Mis amigos, mi formación. Mi mamá y mi hermana viven ahí todavía. Y vivía mi viejo hasta que este año falleció. Cuando vuelvo, me gusta caminar con mi hijo y mi hija, mostrarles las canchas donde jugaba, los lugares para los asados. Recuerdos de carencias, también. Porque mis viejos se separaron, mi vieja volvió con sus padres y mi viejo necesitaba dos o tres laburos para que pudiéramos comer mis dos hermanos y yo. Algún que otro día lo pasábamos con sólo una comida. –¿Cómo te llevabas con lo ajeno? –A veces se me pegaba algo en lo mano y me lo llevaba. Nada grave, algo para picar. Si no, distraía a la que atendía al almacén… Ojo, fueron sólo algunas veces. Te repito, mi viejo se multiplicaba: trabajaba de sereno, como encargado de limpieza en una empresa y en Austral, los tres laburos en simultáneo. Mi vieja era empleada doméstica. Por eso el mayor éxito de mi carrera es haberles podido
pedir, apenas cobré mi primer sueldo, que no trabajaran más. Que a partir de ese momento yo me encargaría de ellos, que se merecían vivir tranquilos. No creo que sea grandeza, apenas un gesto de un hijo con sus padres. –¿Dejarías que tu hijo juegue esos torneos de un día que jugabas en el barrio? –Sería difícil. Mi hijo juega en las inferiores de Vélez, y prefiero que tenga más cuidado. Ligás bastante en esos torneos… Pero a mí me armó el temperamento, me dio una guapeza que me sirvió el resto de mi vida. Era el más chico, tenía que hacerme guapo, no me quedaba otra. Lejos de renegar, fue el pulmón de la felicidad de mi niñez y parte de mi adolescencia. Mis alegrías pasaban por esperar el fin de semana para esos torneos. Se los llama torneos relámpago, duran un día y todos ponen plata: los que juegan, los que miran… A números de hoy, juntábamos cinco lucas para repartir entre los que ganaban. Para algunos era la comida de un par de días. Teníamos un equipazo, con chicos que habían pasado por Chicago, Morón, Brown, Riestra; se armaban para ganarnos y no podían. Yo tenía 16, 17 años, todavía no había llegado a ningún club, porque al fútbol llegué de grande. Me habían rebotado en 20 clubes. Jugaba de seis. Después pasé a jugar de nueve. El primer día hice dos goles, uno muy lindo: pisándola para hacer pasar al arquero. Qué bárbaro, ¿no? Me lo acuerdo tanto como el que le hice al Milan. El que dice haber engordado en la fábrica de Coca Cola, donde trabajó para ayudar a aquella familia que luego pudo mantener. El que se quedó con su 147 y sorteó el Toyota que ganó por ser el mejor jugador de la Inter-
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continental. El que pasó más años de su carrera tratando de recuperarse de operaciones en la rodilla que jugando. En el juego de las máscaras, Asad, el Turco sólo porque su tío ya cargaba con ese apodo en el fútbol, estudió para entrenador más para ocupar el tiempo y canalizar la preocupación de no poder recuperarse que por una vocación desarrollada. El 16 de octubre de 1995, se lesionó convirtiendo: marca del destino. Llegó antes que el arquero uruguayo Oscar Ferro, que casualmente atajaba en Ferro. La pelota siguió su cauce, pero él se quedó en el suelo. Rotura de ligamentos de su rodilla derecha. En total, fueron cuatro operaciones, cada una dándole paso a la siguiente, recuperaciones lentas y médicos cuestionados. Dos años después, jugó contra Platense, una noche de Reserva. Parecía que volvería. Parecía. –¿Tus frustraciones por no poder volver las compensaste con esta temprana carrera de entrenador? –Son cosas que van por caminos distintos. Ayudó, sí. Por eso, este torneo con Godoy Cruz, donde los dirigentes me miraban como un loco cuando les pedí premio por el título y terminamos todos lamentándonos por un par de partidos que perdimos, me llevó a decir que fue la situación más linda desde la lesión. Un renacer. Pero me queda un dolor muy grande. Más bien, una frustración. Porque lo intenté. Empecé muchas veces y viví ilusionado. Encima me agarró en el mejor momento de mi carrera: menos de un año después de la Intercontinental, todavía con proyección, apenas con 24 años. Vélez estuvo cerca de venderme, pero la política era que los jugadores no fuesen transferidos a un club de la Argentina. Y a
mí me quería Boca. –¿Eran amigos los jugadores campeones de todo en Vélez? –Había amistades de acuerdo a los grupos y las edades. Era un vestuario de leones en el que tuvimos roces todos contra todos. Personalidades muy fuertes: Chilavert, Trotta, pero también los más pibes teníamos lo nuestro. Liderados por Bianchi, un especialista en grupos como nunca vi. Siempre primero tiene que estar el grupo, no es cuento. El objetivo en común. Es muy difícil que un equipo con varios individualistas termine ganando. –¿Qué te faltó como jugador al no haber pasado por inferiores? –Es cierto, sorprende. No hice inferiores, pero sí las dirigí. Sólo jugué seis meses en cuarta. Me vio el Bambino Veira en un entrenamiento y me llevó al banco de Primera al fin de semana siguiente. Algunas cosas tuve que aprender de grande; lo táctico, por ejemplo. Fundamentalmente, me sacó la posibilidad de un cuerpo estilizado, que pudiera soportar si alguna vez me excedía... Yo miraba todos los partidos que tenía a mi alcance, iba a ver a River, copiaba… Pero siempre entrenar mejora. Me faltó un maestro. De chico se incorporan mejor los conceptos, aunque de grande lo hacés con más ganas, convencido. Por todo ello dirigir pibes me dio conducción. Sacarme nervios de estar frente a un grupo, motivar, armar prácticas. Es una buena preparación. Aunque de entrada sabía que quería dedicarme a los grandes, es una gran satisfacción que algunos de esos pibes ya estén en Primera. Me alegra escuchar elogios a Ricardo Álvarez, el pibe de Vélez, el mismo que yo veía pisarla todos los días. –¿Qué tiene que tener un gran técnico? –Conocimiento y capacidad para adaptarse a lo que posee, en cuanto a lo futbolístico, que para mí es un 40% de la responsabilidad de un entrenador. Y sinceridad en la conducción, lo más importante de nuestra tarea. Si el jugador nos cree, se va a jugar la vida por nosotros. El futbolista le paga la verdad al técnico. La motivación es clave,
también, pero en su punto. Si le decís ‘fenómeno’ a un jugador cinco puntos, no te cree. Y no podemos quedar como verseros. –¿Se puede jugar siempre igual o hay que cambiar de acuerdo a las circunstancias y el rival? –Están las dos líneas. Los técnicos de “los equipos de memoria” y los que varían mucho. Creo que, ante todo, hay que cambiar de acuerdo a lo propio. Este año en Godoy Cruz nos paramos de acuerdo a lo que fuimos teniendo en cada momento: a veces con línea de tres, otras veces con cuatro en el fondo. Siempre tratamos de tener un enganche y abrir la cancha. Quiero esa forma para mis equipos. Igualmente, el problema que tenemos los entrenadores son las ganas. No podemos ver
“Algunos técnicos, por querer estar, firman ante la primera propuesta. Después conocen al plantel y se dan cuenta de que no es para ellos”.
cómo pasa el tiempo desde afuera. Por eso algunos técnicos aceptan dirigir donde los llaman sin fijarse las condiciones, sólo para estar en el ruedo. Hay mucha demanda y poca oferta. Eso lleva a que algunos, sólo por querer estar, firmen ante la primera propuesta. Llegan, conocen el
plantel y después se dan cuenta de que no es para ellos. –¿Sentías que los jugadores de Godoy Cruz confiaban en vos al principio? –Les bajé un mensaje de entrada: “vengo a trabajar, necesito que me den una mano”, les dije en la primera charla. Teníamos el promedio del descenso como una tormenta a superar. La superamos, y cuando quisimos darnos cuenta estábamos peleando el título. Supongo que al principio los jugadores habrán tenido dudas sobre mí. Hubiera sido lógico, no había dirigido nunca a profesionales. Y seguramente hayan hecho algo para sacarme la ficha, es típico. Yo lo hacía. Todos lo hacen. Somos bichos, pero no defraudamos al que nos va de frente.
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Nuestro compañero de ruta ha quebrantado totalmente su privacidad y, con arrojo, decidió contarnos sus sueños más íntimos. Respetuosamente, decidimos publicar esta confesión, mientras le decimos que podemos cumplirle alguno de sus deseos, pero con mayores modestias. Por ejemplo, en el potrero de Brasil y Combate de los Pozos. Por SEBASTIÁN WAINRAICH
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odavía no lo llevé a terapia, pero adelanto mi sueño con los lectores de Un Caño. Jugaban Argentina-Uruguay la final del Mundial y yo formaba parte del equipo argentino. Estábamos 0 a 0 en el minuto 90, y un tiro libre a favor en la puerta del área uruguaya nos dejaba a un pasito de la Copa del Mundo. Entonces me acerqué a la pelota, exigí distancia de la barrera, charlé con mis compañeros, espié a mis rivales y, cuando el árbitro dio la orden, corrí hasta la pelota y, cual Loco Abreu, la piqué. Se hizo un silencio mundial, la pelota tomó vuelo, superó la altura de la barrera, el arquero voló pero no llegó a atajarla y la muy jabulani fue a pegar en el travesaño. Y me desperté exaltado. Mi mujer se movió en la cama y con un quejido entendí que me comunicó que quería seguir durmiendo, que era de madrugada y que no la molestara con ninguna idea rara. Miré el reloj: eran las cinco menos cuarto de la mañana. Lejos de analizar el sueño (tal vez lo haga en estos días), supe que no era la primera vez que soñaba con fútbol. En largas noches, fui jugador y fui técnico, fui hincha y fui relator. Mi mujer dormía, e insisto: no era tiempo de despertarla, y mucho menos para consultar este tema. Mi hija también dormía; de todos modos, a una nena de casi 3 años no la despertaría por algo así. De vez en cuando sueño con fútbol, y de día, de vez en cuando, también pienso en el fútbol. Será importante, entonces, al menos para mí. Me acuerdo de dos frases del Negro Fontanarrosa: 1. Por dos motivos no fui futbolista: la pierna derecha y la pierna izquierda. 2. A veces estoy en silencio, con la mirada perdida, y la gente cree que estoy pensando en el sentido de la vida o en un cuento nuevo. Si supieran que estoy pensando en cómo forma Central el domingo... Confieso que la frase 2 no es textual, pero el concepto está. No sé si la gente se pone a pensar en qué pienso yo cuando estoy con la mirada perdida. A veces sí, pienso en el sentido de la vida, en la próxima nota para Un Caño o en cuándo voy a comer un asado. Pero muchas veces pienso en Atlanta y en el fútbol. Y la otra 80 UN CAÑO | AGOSTO 2010
noche, cuando desperté a la madrugada, me fui al baño, prendí la luz, me vi en el espejo y no tuve piedad: ya no estoy para el fútbol. Al menos para jugarlo. De hecho, hace rato no me pongo los cortos. Un problema en la pierna me aleja de las canchas. Reunir gente para armar un partido de un nivel parejo no es fácil. Si bien nunca fui un talento descollante, ya no me imagino saltando a cabecear o haciendo un pique descomunal para después tirar un centro atrás. Entonces fui sincero conmigo y tomé una decisión: abandonar el fútbol. Tengo 36 años, y creo que ya es hora. ¿Para qué seguir alargando esta agonía? ¿Para qué engañarme? ¿Para qué despertarme de un sueño triunfal con la frustración casi mortal de saber que sólo es eso, un sueño? Dejo el fútbol. Pero así nomás, no. Quiero un partido homenaje, quiero un partido de despedida. Quiero decir mi “yo me equivoqué y pagué, pero la pelota no se mancha”. Debería pensar una frase… “No llegué a nada pero tampoco ensucié al fútbol, ni lo jodí”, por ejemplo, o “chau pelota, nunca nos pusimos de acuerdo, pero no te guardo rencor”. Por supuesto, el partido debería ser en cancha de Atlanta. Televisado por la televisión pública, con relatos de Gustavo Kuffner y comentarios de Alejo Apo y de Diego Latorre, a quien quisiera un rato en el campo de juego también. Pediría que en el entretiempo no pongan sólo avisos oficiales. Jugarían familiares y amigos, compañeros de trabajo y algunos que tengan ganas de sumarse. Y jugadores de verdad: Fillol; Rubén Darío Gómez, Simón, Passarella y el Ruso Manusovich; Miguel Mágico González, Redondo, Maradona y Fabián Pepe Castro; Cristian Castillo y Palermo. Del otro lado: Rodrigo Llinás; el cabezón Alcami (autor de los laterales más largos del fútbol argentino), Perfumo, Ruggeri y Sorín; Verón, Batista, Riquelme y Ortega; Graciani y Canniggia. Y Latorre entraría en algún momento, ya lo dije. Y familiares, amigos y compañeros, también. Y, por supuesto, yo jugaría un rato para cada equipo. Ojalá algún día se dé ese partido. Sería un sueño.
Van Maal
Para variar, la AFA cometió un despropósito y dejó pasar al entrenador que encajaba con mayor justeza al puesto de DT de la Selección. El holandés Louis Van Gaal se autocandidateó, Grondona hizo oídos sordos y nosotros nos perdimos una oportunidad única de vivir la comedia de enredos más hilarante del verano. Por PABLO CHEB TERRAB
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ace unos días, la charla con un colega me hizo descubrir al candidato ideal para cubrir el puesto de DT en la Selección Argentina: Phil Jackson. Si ustedes padecen de un berretín deportivo ya sabrán quién es. Fue el entrenador de la NBA que llevó a la gloria a los Chicago Bulls, con Michael Jordan como símbolo, y a los Lakers, con Kobe Bryant como bandera. El generoso Bruno Altieri, colega basquetbolero de ESPN, compartió conmigo el nombre y el argumento irrefutable para su contratación. Jordan fue Maradona, el mejor de todas las épocas. Kobe es Messi, el mejor de hoy. Y lo que Bilardo logró por duplicado en el ’86 y en el ‘90 (hacer brillar, rendir y ganar a un equipo alrededor de una estrella), Jackson lo consiguió en seis ocasiones con Jordan y en cuatro con Bryant. Llevémoslo al Mundial. Que arme un conjunto alrededor del más grande. Que dome a nuestro ídolo indómito. Que nos gane un título. La cuestión de los ayudantes para el viejo Phil también estaba bastante arreglada: Rubén Magnano de un lado, Sergio Cachito Vigil del otro. Motivación, estrategia y multidisciplina. El fútbol, como pide permanentemente Gonzalo Bonadeo en su programa matutino, ayudándose del éxito de otros deportes. De nueve, si rinde, va Del Potro. De enganche puede andar Luciana Aymar. La teoría iba tomando un color sabroso cuando dejé de apoyarla por completo. El culpable fue un hombre que dictaminó su autocandidatura para terminar de enamorarme. “Quiero dirigir a una Selección que quiera ganar algo. Puede ser Argentina o España”, declaró Louis Van Gaal. E increíblemente Julio Grondona no salió corriendo a firmarlo como mandamás. Prefirió negociar con Diego. Un despropósito. Van Gaal cuenta con todas las características que precisa un entrenador de la Selección. Vamos paso por paso. Hay muchos que pidieron un regreso a Biel-
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sa, y en principio, el holandés se parece mucho al Loco. Es un amante de la táctica, un obsesivo del trabajo. Juega con tres hombres de punta y le gusta buscar equilibrio en un equipo típicamente volcado a la ofensiva. Buen ejemplo de todo esto es lo que hizo en el Bayern Munich, lo que nos lleva al punto dos: conoce a fondo a los jugadores alemanes, lo cual no parece poca cosa si tenemos en cuenta que Alemania nos eliminó de los últimos dos mundiales. Sumemos que, en su equipo (que en esta temporada ganó dos títulos y alcanzó una final), hizo rendir a pleno a Robben, un zurdo habilidoso y rápido que engancha hacia adentro casi como lo hace Messi. Hay quienes pedían un proyecto como el de España, como el de Barcelona. Bueno, Van Gaal dirigió en Barcelona, e incluso es holandés (nacionalidad de moda, si las hay), algo que lo vincula con esa escuela de fútbol total y toque corto que surgió en el Ajax, que se mudó al club catalán y que adoptó la Selección campeona del Mundo. Además vive en Europa, y eso es una ventaja: si se queda allí, estará en el mismo continente que nuestros jugadores de Selección. Puede armar concentraciones, dialogar con los muchachos, pedir consejos a Guardiola, Mourinho, Cruyff o Del Bosque y sobre todo ahorrar viajes caros, cansadores e inútiles. Otros querían la continuidad de Maradona, y Van Gaal también cuenta con una característica en común con el Diez: se peleó con Riquelme. Alguna vez definió sus razones para no alinearlo como titular en el Barcelona: “diez minutos que toca la pelota, gran jugador. Ochenta minutos que no la toca, gran problema”. Otra cosa: Lucho es, básicamente, un cabrón. El exabrupto “que la sigan chupando” tiene su paralelo de primer mundo en Van Gaal. Sus dificultades idiomáticas no lo dejaron ser tan explícito, pero ustedes háganme caso: pongan en YouTube la frase “Siempre negativo, nunca positivo”, ríanse un rato y piensen, seriamente, en lo que nos hemos perdido.