Revista Toumaï N87 Octubre 2010

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Pocas personas conoces que contra viento y marea deciden dedicarse a lo que verdaderamente aman, aún a riesgo de no tener dinero para comer o a no formar una familia. Andrés así lo dispuso, y así vive, entregado por completo al arte. “Yo necesito pintar - asegura remarcando mucho el tono-. Es lo que da sentido a mi vida”. Así de contundentes suenan sus palabras. Sacadas de contexto, quizás puedan caer en la banalidad, pero que si se analizan junto a una habitación interior, con una pequeña ventana lateral, llena de cuadros y pinceles, una cama en un rincón, en un espacio de no más de 15 metros cuadrados de un piso compartido en el centro de Madrid, donde cada uno cierra la puerta al salir, quizás, entonces, sí tenga más sentido esa frase. Porque la decisión que tomó Andrés cuando apenas era un adolescente, tímido y algo perdido, que vivía en casa de sus padres en México, fue más arriesgada de lo que podía soñar. “El mundo del arte es muy elitista y es realmente complicado entrar allí. Las galerías te alquilan el espacio, en muchas ocasiones te tienes que pagar el catering y la promoción, y si vendes algo, se quedan con un 30 o 40%”, cuenta, por lo que un pintor que con 38 años quiera seguir ganando algo de dinero tiene que agudizar mucho el ingenio para conseguirlo. Andrés empezó ofreciendo sus servicios en los restaurantes mexicanos para pintar murales con motivos típicos de su país, y poco a poco se fue haciendo un hueco. Quizás tardaba un par de meses en realizar el trabajo, pero ganaba lo suficiente como para pasarse otros tantos dedicados a su obra más personal. Luego vinieron más encargos gracias a Internet y así ha 20 Toumaï

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ido viviendo todo este tiempo. “Te mueves en un sector que es una carrera de resistencia. Económicamente es muy complicado, porque no hay ni para comer, pero la ilusión y la fe en lo que haces, de saber que algún día las cosas van a mejorar, te hacen seguir adelante”, explica con un cierto brillo en los ojos, aquel de quien sabe que no cambiaría ni una coma de su pasado. Está muy delgado, lleva el pelo revuelto, las bolsas de los ojos dejan entrever esas noches oscuras sin dormir. Pero, a pesar de todo, se le ve una persona fuerte, segura de

sí misma y, sobre todo, de su trabajo. Su capacidad a lo largo de estos años para conseguir adentrarse en su propia voz, en su pasado, en sus recuerdos más inconscientes ha alimentado su mente y han sido la fuente de su inspiración. “Mi arte bebe de zambullirme dentro de mis emociones más escondidas, aquellas que están ya casi olvidadas, y por eso todo gira entorno al agua. Es un símbolo del inconsciente, que en muchas culturas es una forma de psicología, es como la esencia de dónde venimos. Además de representar lo femenino, que es un pilar de mi obra. En general, lo que quiero desarrollar es ese conocimiento interior, ese estar en contacto con la búsqueda de cada uno”, dice con cierto aura poético, el que

caracteriza a todo artista. Ha sabido dominar sus propios miedos, como el que tiene todo inmigrante cuando sale de su país, “y además yo lo hice el 11 de septiembre de 2001, en pleno ataque a las Torres Gemelas de Estados Unidos - asegura riendo-. Aún conservo el billete”. Su padre, filósofo, más o menos le apoyaba, era el menor de siete hermanos y el único dedicado por completo a esta disciplina. Pero siguió adelante viviendo tal y como llegaban las cosas, con intensidad, a pesar del hándicap que implicaba ser precisamente inmigrante: “Hay varios tipos de extranjeros: El estudiante, que ve una realidad bonita, porque sabe que se va a regresar. El turista, que la percibe aún más edulcorada. Y la del inmigrante, que no tiene nada seguro y donde para él es todo mucho más crudo y difícil. Y eso a la larga o te mata o te hace más fuerte. Curiosamente, yo lo que más anhelaba de México era pasear por una calle que fuera parte de mi pasado, de mi infancia y que me devolviera a casa. Ahora después de casi diez años en España, esta ciudad ya es parte de mi vida y no siento tanto ese sufrimiento”. Andrés ya está pensando en su próxima exposición. Se va a ir a Berlín, “donde la gente está mucho más abierta a la pintura latinoamericana y, al arte, en general”, puntualiza. La ilusión le hace seguir adelante, manteniendo la vitalidad para enfrentarse día a día a ese lienzo en blanco. Sabe que no quiere despertarse con 80 años y pensar que ni tan siquiera lo había intentado. Para él, tener éxito no es más que vivir siendo uno mismo, y Andrés no es otra cosa que puro arte. *delcollart@yahoo.com.mx *www.andresdelcollado.blogspot.com


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