LA DECIMO TERCERA CANDELA (LOBSANG RAMPA)

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CAPITULO VI En los lindes del valle de Lhasa, donde el hollado sendero desciende y se interna profundamente en dirección a las abrasadoras tierras bajas e incluso hacia la China, el lama y su joven acólito se echaron a descansar en el suelo de tierra firmemente asentada. A pocos metros de distancia, maneados, los caballos erraban en busca de matas de pasto. En lo alto, un enorme pájaro revoloteaba pesadamente en círculos, atrayendo las miradas no muy interesadas del muchacho, cuya verdadera preocupación eran los dolores y penurias que debía soportar cada vez que montaba a caballo. En aquellos momentos se hallaba echado boca abajo y de vez en cuando volvía la cabeza de un lado y de otro para contemplar el vuelo del ave. Al fin, amodorrado, se durmió.

También en otras partes del mundo había gente descansando. En una fábrica de radios situada en la parte occidental del globo, los obreros se hallaban en uno de esos innumerables "descansos" que rompen la monotonía de la vida de taller. De pronto, Rusty Nales, el carpintero, prorrumpió en carcajadas y arrojó despreciativamente al suelo un libro forrado de azul. — E s t e t i p o d e b e d e es t a r t o c a d o — v o c i f e r ó — . ¡Papanatas! ¡Qué cantidad de gente inconsciente se sale con la suya con los libros! 109


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