EC O L O GÍa
Basura electrónica, otra cara de la contaminación
red intercable
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uando se habla de contaminación, habitualmente se piensa en el humo de las fábricas, en la minería a cielo abierto o en los residuos hospitalarios. Sin embargo, uno de los principales desechos tóxicos es la basura electrónica, constituida por los artefactos que se usan en la oficina o en el hogar. La falta de una legislación en nuestro país y una política integrada para el tratamiento de los residuos agrava el problema. Según calcula la ONU, en el mundo se producen 50 millones de toneladas de basura electrónica. En la Argentina no hay estadísticas oficiales, pero de acuerdo con las estimaciones de Greenpeace, se generan 120.000 toneladas de basura, constituida en su mayoría por computadoras, impresoras, notebooks, teléfonos, celulares, televisores, entre otros. Esto representa casi 3 kg. de Residuos de Aparatos Eléctricos y Electrónicos (RAEE) por habitante. En tanto la Cámara Argentina de Máquinas y Oficinas Comerciales y Afines (Camoca) estimó un descarte de 7 kg. de RAEE por persona en la ciudad de Buenos Aires, sólo en 2011. Por otra parte, el crecimiento de la chatarra informática crece entre un 16% y un 28% cada cinco años. En tanto, el 90 por ciento de los viejos equipos terminan en los vertederos, después de haber sido depositados en un contenedor o en la calle.
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Para comprender mejor la magnitud del fenómeno, la consultora Carrier y Asociados aporta estos datos: solo entre 2006 y 2011 se desecharon 3.600.000 computadoras; entre 2009 y 2010, el 10% del parque actual de PC fue descartado, esto representa 1,120 millones equipos. A eso hay que sumarle las proyecciones que calculan un mayor nivel de descarte para 2012 y 2013, con cifras que llegarán a los casi 3 millones de equipos, aproximadamente. Por su parte, el volumen del parque de computadoras en el país creció más del doble. De un piso de 4,9 millones de unidades en 2006 escaló a 16 millones en 2011.
Medioambiente y reciclado
Desde los ’90, los productos informáticos redujeron su precio drásticamente y evolucionaron de manera constante en su tecnología, lo que implica que en las oficinas y en los hogares sea habitual renovar con cada vez más frecuencia este tipo de equipamiento. Si bien tienen una vida útil de unos 10 años, quedan obsoletos a los 3 o 4 años por la constante renovación del software y de los sistemas operativos. Con los celulares, la renovación anual se calcula en unos 10 millones de unidades al año. Es la denominada obsolescencia programada. “Las empresas fabrican
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