nada. Y ni tan siquiera sabemos qué función supone todo ello. Pero ¿Y qué pasa cuando no expresamos lo sentido? Cuando nos guardamos para nosotros los sentimientos. La Conciencia Emocional es la capacidad que tenemos cada uno de nosotros para reconocer nuestras propias emociones. Y la Inteligencia emocional supone la capacidad de reconocerlas, controlarlas y expresarlas de forma socialmente adecuada. Todo ello conforma lo que los psicólogos llamamos “Educación Emocional”, que por cierto, es muy importante para nuestro desarrollo diario. Saber que hemos pensado o qué ha pasado antes de sentir una determinada emoción, saber como ello nos conduce a actuar de diferentes maneras, aunque tú y el de al lado hayáis contemplado o vivido la misma situación. Para ello, hay que percibir, mirar dentro de uno mismo y prestar atención. Y cuando hacemos esto, todo se hace consciente y en ese momento lo que ha ocurrido, se convierte en algo importante para la persona. Parece y suena fácil, pero no lo es. Y mucha gente cuando por fin, se decide, a aceptar que no es nada fácil, en muchas ocasiones pide ayuda. Cuantas veces no reaccionáis de manera adecuada ante el estrés diario, ante una disputa con vuestra pareja o no toleráis bien que os llamen la atención. No sabéis afrontar una ruptura, una pérdida, una crítica, la nostalgia o un desplante. No queremos ver la parte positiva de nuestros aprendizajes o ni siquiera sabemos saborear las experiencias placenteras y gratificantes que nos pasan. Cuántas veces nos mostramos temerosos e indecisos, ante el amor, por experiencias pasadas. Nos sentimos inestables en nuestro trabajo o ante una entrevista, por muy preparados que estemos. Nos sentimos irracionales e irritables cuando estamos a punto de perder a alguien, sin pensar en su causa real. Porque nos mostramos vacilantes e indiferentes, frente a nuestro círculo social y tiernos y seguros en el vínculo familiar. Y porque ejercemos de manera incompetente e ineficiente nuestra preocupación por la gente que nos importa, por ejemplo padres o hijos adolescentes, por una deficiencia en la comprensión y comunicación. O simplemente, los soñadores, se muestran inhibidos e indecisos a cumplir sus metas, por miedo al rechazo, la responsabilidad o la insatisfacción ante la posibilidad de no conseguirlas.
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Para vuestra información, la emoción tiene una relación directa con el pensamiento y en gran parte viene determinada por ello. Cómo nos sentimos ante diversas situaciones supone una cuestión personal y está en función de cómo cada uno de nosotros interpreta lo que le ocurre.
“ La emoción tiene una relación directa con el pensamiento “ Esa emoción genera conductas, que al fin y al cabo serán las que determinen las consecuencias en nuestra vida. Quizá lo que sentimos no es tangible, no puede cogerse o tocarse. Pero, esos sentimientos, “pueden verse o notarse”, ya que están relacionados con nuestro cuerpo y su actividad fisiológica. Cuántas veces hemos dicho que sentimos un vacío o un nudo en el estómago, que estamos relajados, que nos duele la cabeza o la barriga, después de sentir furia, desesperación, angustia, miedo o rabia. Pensamiento, emoción y conducta suponen un círculo cerrado que se repite una y otra vez formando como un bucle. Pues bien, una buena gestión emocional, junto con habilidades de comunicación y de resolución de problemas, son la clave para poder enfrentar la vida. En todo ello y mucho más, puede ayudar la psicología y sus profesionales. Para cualquier tipo de problema, ya sean trastornos o problemas cotidianos. Y solo una cosa ha de tenerse en cuenta. Pedir ayuda, no es sinónimo de debilidad, sino de fortaleza. Porque quien lo hace, no solo ha de tener la convicción de que es el primer paso para una solución, un cambio o una mejora, sino también, la sensata sensación de que quiere prosperar, cambiar y aportar estabilidad, siendo consciente de su propia superación como ser humano. Y eso, queridos lectores, no es flaquear, eso es prosperar. Más información: cabotz@juanedajum.es
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