Estructuras estéticas del poder Con ocasión de la séptima bienal de Mercosur en Porto Alegre, JCM participó con una instalación que tiene como punto de referencia las estructuras del poder vistas desde una perspectiva estética. Entrevista de Nacho Reátegui | Fotos José Carlos Martinat
Es un lugar común encontrar una relación entre el manejo omnipotente del gobierno de un pueblo y la arquitectura o el arte que se generan alrededor de él; sobre todo en el culto a la personalidad que tiene un correlato en una desmedida aspiración a construir estructuras gigantescas, brutales. Es interesante, desde este punto de vista, ver cómo José Carlos Martinat trabajó la relación del poder representado en una estructura física y cómo el público reaccionó ante ella: se pueden desatar las irreverencias más radicales que están, por lo general, en el seno del inconsciente individual y colectivo. ¿Cómo concebiste este proyecto? Bueno, fue mediante una investigación alrededor de la corriente brutalista y sus conceptos en relación con la arquitectura. Esta corriente es la expresión más cruda y directa del poder en la arquitectura de post guerra, con un alto contenido de monumentalismo y la exposición de materiales de construcción, que pueden ser hasta en cierto punto agresivos o crudos.
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Este tipo de arquitectura cuaja en el Perú, sobre todo en pleno gobierno revolucionario de las Fuerzas Armadas. Arquitectura que fue posible gracias a préstamos baratos, los famosos petro–dólares, que fueron luego un lastre de deuda para el país al tener intereses flotantes en el mercado. Qué buen dato. Es justo un periodo en el que se quería cambiar una serie de conceptos y la forma de hacer política en el Perú mediante una revolución social y asumo que se pretendía dar contenido al mensaje revolucionario del gobierno militar. Ese tipo de arquitectura se afianzó en el país, ahí están el actual Ministerio de Defensa, el Ministerio del Interior, el edificio de PetroPerú, el actual Museo de la Nación, etc. Es curiosa la relación entre el ejercicio del poder y la arquitectura que se desarrolla en su entorno. Por ejemplo, la arquitectura de la unión soviética, la arquitectura fascista o la nazista. Fue tu intención tratar de mostrar ese paradigma.
En parte sí, claro, quizá sea una muy buena pista de interpretación dado que todos los regímenes totalitarios tienen una pretensión de eternidad que en el fondo es muy efímera, hasta ingenua diría, pero muy humana. Claro, esta ingenuidad ha estado llena de sangre, arbitrariedad y otras cosas terribles que hemos podido apreciar a lo largo de la historia. ¿Este trabajo –que ha dado tanto que hablar fuera del país– continuará? ¿Seguirás explorando estos temas? Sí, me interesa mucho seguir desarrollándolo. Un aspecto interesante que ha surgido a partir de este proyecto es la interacción directa del público. En Brasil hubo mucha catarsis en esta relación tan directa entre obra y espectador. La gente pudo interactuar vivamente y eso abrió una caja de Pandora que permitió observar conductas muy humanas. Esto me presenta todo un abanico de posibilidades que me invita a continuar con la investigación.