Perro Negro de la Calle No. 45, junio 2020

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l día en que los humanos perdimos la fe, fue el mismo en que los ángeles descendieron del cielo, al principio el mundo se maravilló ante ellos y aunque su apariencia no encajaba en el canon de las descripciones conocidas, no cabía la menor duda de quiénes eran. Pues poseían cuatro pares de gigantescas alas blancas, sus ojos resplandecían más que el propio sol, las facciones de sus finos rostros les daban un aspecto andrógino y emitían una intensa aura celestial que hacía que cada persona en un radio de diez metros a la redonda terminase rendida a sus pies Como era obvio, los creyentes del mundo les recibieron con los brazos abiertos, ya que estaban ansiosos por escuchar el mensaje que seguramente Dios les había encomendado darnos. Fue muy tarde cuando descubrimos que aquellos seres alados no eran mensajeros de buenas nuevas, sino, vengativos ejecutores. En cuestión de días y haciendo uso del poder de sumisión que tenían sobre nosotros, comenzaron a asesinar a cada humano que se pusiera en su camino, hasta el punto, de que grandes metrópolis como la Ciudad de México, Paris y New York fueron purgadas en tan solo una tarde. Sin más alternativa, la guerra en contra de los celestiales comenzó y no fue hasta hoy, a un año de haber iniciado el combate que por fin hemos encontrado la respuesta a su venida. Con mucho esfuerzo logramos derribar a uno ellos y tras cercenarle las alas, no solo inhibimos sus poderes, también logramos interrogarle y lo que dijo, nos heló la sangre. Dios no los había enviado, fueron ellos quienes por decisión propia habían descendido a la tierra para esconderse de Él, pues siguiendo los pasos de Lucifer en los comienzos de la creación, ellos también intentaron rebelarse ante Él y de igual forma, también fracasaron. Fue por eso que antes de recibir su castigo, huyeron a nuestro mundo en pos de evitarlo, pues solo aquí la ira de Dios jamás podría alcanzarlos y al ser ellos mismos sus propios ejecutores nunca nadie los detendría de apropiarse del planeta. No tenemos idea de cuál será nuestro siguiente paso, la munición que tenemos es escasa y el último reporte que obtuvimos de nuestros vigías antes de súbitamente perder la comunicación con ellos, es que una decena entera de ángeles vienen para acá. Jamás pensé que el apocalipsis sería de esta manera, ni que aquellos seres hermosos en los que mamá me enseñó a creer, se convertirían en monstruosos bastardos que se cobrarían la vida de más de la mitad de nuestra civilización. Ya los veo acercarse a la distancia y aunque sé que ya no sirve de nada rezar, suplico para mis adentros que sin importar lo que sea que me vayan a hacer, lo hagan rápido.

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