REVISTA MOMENTOS 15

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ESPECIAL DE COLECCIÓN HOMENAJE A

EL CRACK DEL Mente, espíritu y músculo perfectamente coordinados, tal cual el libreto de la dirección técnica, con una seguridad y jerarquía desconocidas en el concierto futbolístico tradicional.

Por

Ricardo Rondón Ch. / Fotos Cortesía El Nuevo Siglo

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espectadores en el Maracaná, 50 por ciento colombianos, quedaron obnubilados en el minuto 28 de aquel histórico 28 de junio de 2014, cuando la esférica llegó al cuerpo del número 10 de la Selección Colombia, como si le hubiera caído del cielo. El volante alzó la mirada, la recibió en el pecho, giró en cámara lenta hacia el arco y sin dejarla caer, despachó un cañonazo con la zurda que hizo cimbrar el travesaño del arco de Muslera y fue a parar a la red como teledirigida por un fogonazo hipnótico: Una obra de arte. De esta manera, un criollo, un nuestro, James Rodríguez, rubricaba un golazo digno de una copa del mundo en su segunda fase, en un macroestadio enloquecido que no podía dar crédito a lo que acababa de presenciar. Tampoco quienes estábamos frente a los televisores: la boca abierta, los ojos atónitos, las pestañas crispadas, la exhalación, el corazón a mil y ese “no puede ser…” que remarcamos prolongado ante algo prodigioso, inverosímil, sólo que esto no era un sueño sino producto de la virtud hecha fantasía en los pies de un verdadero crack. La ratificación de ese sólido y efectivo esquema se vio en el minuto 50 con balón de Armero por el flanco izquierdo que compartió con Cuadrado, de cabeza, y que fue a parar otra vez a los pies de James para resolver, sin dificultades, la segunda anotación. El “no

James Rodríguez

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