Revista de viajes Magellan Nº26

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Strada del vino Cannonau

El interior de Cerdeña es una progresión de carreteras sinuosas, difíciles y un tanto peligrosas debido a la temeraria conducción sarda. Unas carreteras que te van mostrando un paisaje cambiante, ahora olivos, ahora colinas, ahora piedras, más adelante un pantano, a nuestra derecha una sucesión de pueblos elevados y de repente, sin darnos cuenta, conducimos por una de las siete rutas del vino que recorren la isla, en este caso, la Strada del vino Cannonau. Un infinito mar de viñas nos acompaña por las últimas curvas que llevan hasta Orgosolo lugar de leyendas y mitos como la de los bandidos que asolaron este territorio hasta bien entrado el pasado siglo. Zona de contrastes entre mar y montaña, de reivindicaciones sociales y fuerte arraigo del cooperativismo.

Las características de un territorio vienen marcadas por el paisaje, el paisanaje y su relación con el entorno. El interior de Cerdeña no se entiende sin la simbiosis de estos dos elementos, y es en Orgosolo donde se funden en un solo ser que envuelve al visitante en una atmósfera de sorpresa y curiosidad infinita hacia los más de 150 murales que cubren las fachadas del centro de la localidad, hacia las tiendas de productos artesanales, museos, cooperativas y vecinos. LOS MURALES DE ORGOSOLO

La primera de las sonrisas nos la arranca un mural que imita a una famosa marca de refrescos chispeantes, “si todas las pinturas tienen esta ironía, puede ser divertido” pensamos. Después, la realidad de las obras nos

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