Desde hace más de una década, nuestra sed de expresar nuestra individualidad ha sido generada por la manipulación de la mercadotecnia de la tecnología. Transmitimos, comentamos, nos hacemos presentes en línea todos los días, y vivimos ausentes de nuestra realidad física para generar una constante alimentación de nuestras vidas virtuales, autosometiéndonos a un teatro de vigilancia orwelliana. Entregamos nuestra humanidad para ser avatares de nosotros mismos, para vivir alteraciones de fantasías ofrecidas por empresas que viven de nuestro comportamiento alterado. Si nuestras acciones son pensadas para vivir virtualmente, para crear fachadas, no estamos muy lejos de vivir una vida de engaños, muy cercana a la de los políticos y a la de la gente que nos gusta criticar y tildar de estafadores. Proyecciones de vidas maquilladas que nos acercan a un cálculo de existencias. ¿Con quién estamos dialogando? Hemos creado nuestro propio Truman Show...