Lee+ 96 Teatro

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Foto: Federico García Lorca, http://blogs.publico.es

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o sé con precisión en dónde me encuentro, pero lo he llamado inconsciente. Es un desierto pálido, horrendamente blanco, inmenso, en el que un día, de pronto, vine a despertar. Yo permanezco acostado, junto a mi esposa Sara. Tenemos una sábana encima y una almohada debajo de la cabeza, como si estuviéramos sobre una cama gigante. Desde que llegué, Sara está dormida. Le he dicho que despierte, que me explique qué es esto, pero no se mueve. Pienso en un estado de coma, y no sé qué pudo haberlo originado. Respira en automático, obedeciendo a un impulso de su cerebro —en apariencia— muerto. ¡No estés jugando, Sara! ¡Reacciona! He llegado a gritarle sin obtener nada de vuelta.

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esde la tragedia y comedia griegas, la dramaturgia nos ha permitido observarnos a nosotros mismos como especie: los héroes, grandes acontecimientos, guerras, eventos desafortunados. Desde Esquilo y Eurípides, pasando por Shakespeare, Marlowe, Calderón de la Barca, Lope de Vega, Tennessee Williams, entre muchísimos otros. Así como el teatro observa la vida, también lo hace la poesía. Dentro de la llamada Generación del 27, en España, particularmente un hombre trabajó ambos géneros: poesía y teatro. Federico García Lorca es el aclamado y ya clásico autor de obras como La casa de Bernarda Alba, Amor de don Perlimplín con Belisa en su jardín, Yerma y Bodas de sangre. Un personaje fascinante por la época y la gente de la que se rodeó: amigo de Salvador Dalí, Rafael Alberti, Pablo Neruda y Luis Buñuel. Con respecto a su obra poética, Lorca es considerado como uno de los puntos más significativos de la literatura española del siglo xx. De entre nueve diferentes poemarios, como consejo para el lector que desea iniciarse en su obra, destacaría dos: Poema del Cante Jondo y Poeta en Nueva York. El primero posee a un poeta más joven, profundamente influido por la tradición gitana, Andalucía y la cultura popular. Ya están presentes muchos elementos que definieron su estilo: la profundidad lírica y cierta oscuridad en la creación de imágenes. “Empieza el llanto de la guitarra”, el instrumento más conocido de la música flamenca, la guitarra, para él no canta, sino llora y prepara el ambiente con melancolía, así sabemos que “se dejó el balcón abierto/ y el alba por el balcón/ desembocó todo el cielo”. El paisaje de Granada, Sevilla, Málaga y Córdoba es descrito con elementos de la cultura local: “El campo de olivos se abre y se cierra como un abanico”. El autor explora la metáfora y la llena de sentido. Poeta en Nueva York muestra, de manera posterior, un trabajo de mayor madurez. Su último poemario, de hecho publicado póstumamente, retrata la impresión de esta ciudad estadounidense y un nuevo imaginario para el autor granadino. “En mis ojos bebían las dulces vacas de los cielos./ Y las brisas de largos remos/ golpeaban los cenicientos cristales de Broadway”. La ciudad queda entre su interculturalidad, entre variedad de razas, voces, el concreto, la arquitectura y sus calles: “Cuando el chino lloraba en el tejado/ sin encontrar el desnudo de su mujer/ y el director del banco observaba el manómetro/ que mide el cruel silencio de la moneda,/ el mascarón llegaba a Wall Street”. Imposible no dejarse llevar por sus figuras retóricas, la cadencia lírica y su monumentalidad: “Asesinado por el cielo,/ entre las formas que van hacia la sierpe/ y las formas que buscan el cristal,/ dejaré crecer mis cabellos”. Muy querido lector, si no ha tenido el placer de contar con un poemario de García Lorca en sus manos, no deje pasar la ocasión. + @rsanchezriancho

Cuando me percaté de que ella no despertaría, comencé a caminar esperando encontrar alguna pista, pero entonces supe que no tenía caso cambiar mi ubicación: el desierto blanco nos volvía cuerpos celulares, minúsculos. Si era una venganza de Dios, uno de sus ajustes de cuentas, debía ser el más absurdo. No hay hambre ni sed; no hay viento ni sonido. Sólo existe este desierto inmóvil, suave, que habitamos Sara y yo. Pero Sara no está. Quiero decir: está su cuerpo. He llegado a pensar que todo, cuanto veo a mi alrededor, tiene que ver con una imagen de mi infancia. Sin embargo, hasta donde puedo recordar, nada se asocia con un espacio de tales magnitudes. Lo último que evoco antes de aparecer en este paisaje es una discusión: sentados en el comedor, Sara y yo hablamos del trabajo, de las deudas, de los hijos que no llegamos a tener. Hubo algo que nos alteró, algo irremediable. Luego me fui a la cama, cerré los ojos, dormí, y desperté aquí. He concluido, al cabo de esta temporada en el desierto, al lado de un cuerpo inerte, que estoy en un escenario onírico. Intentaré explicarlo: creo que al otro lado del sueño soy yo el que está dormido en el cuarto de un hospital, con mangueras en los brazos y un respirador artificial en la boca. Y es Sara quien me cuida. Espera que algún día despierte, aunque, en el fondo, sabe que nunca lo haré. Porque lo mismo pienso al verla. Es una hipótesis que llega en mis ratos de ocio, cuando esta condena se diluye y queda sólo la semilla, la esencia del sueño, y no es el desierto blanco sino el ocio lo que me atormenta hasta el delirio. Miro en lontananza, donde la línea del horizonte se difumina con el cielo, y enseguida me vuelvo a Sara, tan lejana de todo. La observo, la observo siempre. Como un imbécil con la mirada perdida. Permanezco a su lado. Me da miedo alejarme en busca de respuestas y, de súbito, perderme, quedarme sin ella, sin Sara. Quedarme, entonces sí, completamente solo. En este lugar, qué otra cosa podría ser más terrible.

Roberto Abad Cuernavaca, 1988. Escritor y músico. Ha publicado en diversos medios nacionales e internacionales. Varios de sus cuentos fueron traducidos al francés y al portugués. Orquesta primitiva (Fondo Editorial Tierra Adentro, 2015) es su primer libro de cuento brevísimo. @ROA07

En esta sección aparecerán relatos de autores contemporáneos. Cada mes una ficción para arrebatarle un espacio a la vida cotidiana.

AL OTRO LADO del sueno Roberto Abad


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