Los laberintos pueden tener distintas representaciones, desde estructuras físicas, arquitectónicas hasta simbólicas: alegorías complejas que se desarrollan en variables discursos. Todo laberinto encierra algo que una vez habiendo entrado y salido nos devolverá transformados. Y esa secuencia de muros, de caminos intrincados, puede ser un libro, una película o la vida misma.