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18 OFICIOS POR GABRIELA DAMIÁN MIRAVETE

CÓMO VIVIR EN LAS FRONTERAS DEL UNIVERSO Al leer las Memorias de Joseph Grimaldi, el payaso más célebre del siglo XIX, podemos escudriñar tras bambalinas. El guía no podría ser más talentoso: un Charles Dickens jovencísimo, que aún firmaba como Boz, revitalizó la autobiografía que el mismo Grimaldi había dictado, convirtiéndola en asombroso documento de la época y conmovedor relato. El libro preserva la gracia y voz de Joey, el personaje del que derivan todos los payasos modernos (el rostro pintado de blanco y rojo incluido). Lo vemos salir al escenario acompañado de una oca y un cerdo, recibir las carcajadas interminables del público. Y también vemos a Grimaldi quedarse dormido en el cabriolé que lo llevaba hasta su casita de campo, llorar por la muerte de su familia, criar palomas para sentirse acompañado en su vejez prematura. La asombro aquí se halla en el día a día de un hombre que hizo felices a los demás, vestido con satín de colores, o frente al fuego crepitante del hogar, sin maquillaje. Muy distinta es la vida ficticia de un “mago” escocés del siglo XXI. Louise Welsh imagina en El truco de la bala al amante de la juerga William Wilson (en guiño a E.A. Poe), un ilusionista como los que ahora se ven en la tele, sólo que sin el glamour de las cámaras. Esta novela noir conduce ágilmente a los lectores por la irresistible vida nocturna de Berlín, Glasgow y Londres, no sólo para atestiguar si Will sobrevivirá al truco que más magos ha matado en la Historia, sino para saber cómo saldrá el pobre de la intriga contenida en un misterioso sobre, y si lo hará tal y como al mismo Wilson le gustaría: “intentando parecerme a James Bond después de una violenta victoria”. La refrescante novela de Welsh ofrece trucos y prestidigitación que van de lo virtuoso a lo gore en un mundo en el que la magia no existe: nuestra realidad contemporánea de bares, strippers y policías corruptos.

¿Quién no ha querido rendirse, alguna vez, ante el anuncio de la llegada de un circo? De las promesas espectaculares que ofrecen las carpas modernas al pequeño apartado del freakshow que sobrevive en las ferias citadinas, nuestra curiosidad aletea cuando escuchamos “¡De lo más profundo de los ríos de la Isla de Cedro de Villahermosa, Tabasco, llega Esmeralda, la Mujer Lagarto!”. Sea o no real la cabeza humana sobre el cuerpo de reptil (José Emilio Pacheco y su relato El viento distante nos hacen dudar de si estas criaturas serán un fraude), la vida detrás de los oficios circenses siempre estará revestida de un digno misterio. Payasos y prodigios nos obsequian vistazos a la maravilla. Mientras dura la función, domadores de leones, magos y fenómenos encarnan la posibilidad de la magia en un escape breve de la vida cotidiana. Pero no sólo eso nos fascina: también el espectáculo desolador de las fieras flacuchentas en cautiverio, o el de un payaso despojado de su ajuar, regresando a casa con los gigantescos zapatos aún puestos. Eso nos confronta con que quizá no exista la maravilla en ninguna parte. Anhelamos y repelemos, al mismo tiempo, ver a la luz del día las entretelas de la carpa, donde no hay magia ni risa, sino realidad y polvo.

MEMORIAS DE JOSEPH GRIMALDI Charles Dickens PÁGINAS DE ESPUMA

EL TRUCO DE LA BALA Louise Welsh ANAGRAMA

Que en el circo confluyan la alternativa de lo fantástico y las facetas más inclementes de lo real, lo convierte en un ensayo del universo, una miniatura que contiene, a pequeña escala, las vastas posibilidades de la vida con un énfasis vistoso en sus misterios. Quizá por eso varios autores han aprovechado estas fronteras diluidas para afianzar ahí las carpas de sus obras, plenas de imaginación: El Circo del Dr. Lao obsequia a sus lectores un repertorio de zoología fantástica que pone llorar de emoción a los amantes de la mitología. El unicornio, la esfinge, un sátiro, una medusa y algo que no se sabe muy bien si es “un oso, un ruso, un hombre u otra cosa”, son las criaturas quiméricas del Doctor Lao, un anciano que, tanto puede especular acerca de los motivos por los que las fuerzas primigenias motivaron a la creación de los monstruos con un discurso elocuente y conmovedor (“son las improvisaciones del universo, los extraños hijos de la lujuria de las esferas”), como puede encogerse de hombros y responder con un “Mi no sabel qué pasal” si le apetece. El Dr. Lao y sus criaturas personifican al asombro como el milagro que acontece sin que nadie se percate, pues los visitantes del circo no pueden creer que el unicornio viva o que la esfinge hable aunque los tengan delante porque “no son reales”. Esta deliciosa historia, clasificada como parte de la literatura de lo extraño, sirvió de inspiración a otros clásicos circenses de lo fantástico: La feria de las tinieblas, de Ray Bradbury, o Los cristales soñadores, de Theodore Sturgeon. Hay otro territorio donde los cirqueros afianzan mejor sus carpas: el de la melancolía. La eternidad por fin comienza un lunes es una novela que desde el título, extraído de un poema de Eliseo Diego (padre del autor), se compromete a hechizarnos con uno de los pocos encantamientos que nos quedan: el del lenguaje sin límites y la imaginación redentora. Comienza con el entierro de Goldwyn Mayer, león del circo Cinco Estrellas, y se desarrolla hasta convertirse en una historia sobre la ternura, la búsqueda de sentido y los universos interiores: “El paisaje era el de sus sueños… coexistían las épocas pasadas, presentes y futuras... Allí la esperaban sus seres queridos en una armónica dimensión de la fantasía”. Eliseo Alberto permite aquí que los muertos no desaparezcan del todo, que los amigos sean fieles hasta el final. Y que el amor sea posible, incluso dentro de las desvencijadas paredes del circo, que es el mundo, y viceversa. +

EL CIRCO DEL DR. LAO Charles G. Finney BERENICE

LA ETERNIDAD POR FIN COMIENZA UN LUNES Eliseo Alberto ALFAGUARA


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