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a amenaza la lleva en el nombre. Lobo (Almadía, 2016) es la más reciente novela de la escritora mexicana Bibiana Camacho, en la que Berenice aspira a ser una investigadora tan prestigiosa como Felicia, la mujer con la que pasará un tiempo, para ayudarla en sus quehaceres académicos, en un pueblo alejado de la ciudad: “La primera motivación fue que estas dos mujeres, que eran mis protagonistas, siempre me anduvieron rondando en la cabeza; después me di cuenta de que si las dejaba en la ciudad, no iba a tener mucho chiste, y por eso las trasladé a Lobo. Entonces fueron dos motivaciones: las dos mujeres que estuvieran en conflicto y sacarlas de su zona de confort, que sería la ciudad, y meterlas en un pueblo; además hay muchísimos pueblos como ése que la migración los ha dejado casi semifantasmas, los otros personajes que salen en el pueblo aparecieron de pronto, yo ni siquiera los tenía contemplados: aparecieron y empezaron a hacer lo que se les dio la gana, prácticamente yo no los tenía ni siquiera en la mente y eso fue para mí un reto y una sorpresa”, explica Camacho. De entre los escenarios que hay en Lobo, el académico es uno de los que se abordan: las consecuencias, los vicios, las decisiones morales laxas que toman algunos de los personajes son los que constituyen este entramado de gente que no repara en los defectos del ámbito académico que conforman: “Yo los conozco más o menos de cerca, porque hice una maestría y estuve ayudando a algunos investigadores: sí hay muchos vicios en la academia, porque además es un lugar muy chiquito y muy cerrado, los puestos son muy peleados y todo mundo quiere obtener una plaza, pero cada vez hay menos dinero y cada vez hay menos plazas; obviamente un investigador que ya logró obtener muchos privilegios no los quiere perder, entonces tampoco se quieren jubilar, y cuando se jubilan, las plazas desaparecen. Sí es un ambiente muy rudo por eso, porque cada vez hay menos chance de que haya nuevos investigadores y entre ellos, a veces, lejos de aportar, se están echando piedras. Tendría que imperar el conocimiento y la buena voluntad, pero en general, no: si iba a ser mi personaje principal una investigadora, tenía que estar ahí”, y continúa: “La idea era también esa extrañeza de que Berenice llegara allá [a Lobo] y se diera cuenta de que no encajaba, pero de que además no entendía un carajo de lo que estaba pasando”.

Sobre la educación y las oportunidades laborales enfatiza cuando hablamos de otro de los personajes: Ezequiel, quien tiene un posgrado en antropología y, sin embargo, se ve en la necesidad de trabajar en un taxi. Recuerda, además, una anécdota: “Una vez tomé un taxi y [el conductor] resultó ser poeta: tenía libros, había trabajado durante mucho tiempo dando talleres literarios y acababa de presentar su libro en el bar Las hormigas, en La Casa del Poeta, y me decía: ‘es que ¿qué hago? No tengo de otra para complementar mis gastos, pues soy taxista también’. Yo creo que esa realidad la viven muchos intelectuales que pueden tener maestrías y doctorados. Hace poco salió en el periódico un estudio acerca de que entre más títulos tengas menos oportuni-

dad tienes de conseguir trabajo. Es una paradoja”, y remata: “Lo que noto es que te cuentan [los taxistas] de las broncas que tienen para sobrevivir en una ciudad tan caótica”. Bibiana Camacho comenta con respecto a su estilo y particulares intereses de escritura: “Estamos tan inmersos en un mundo tan caótico y tan horrible que aunque no quieras eso se va a ver reflejado en tu literatura. Todos estos autores, algunos a propósito y otros no tanto, están reflejando lo que estamos viviendo todos los días y que además lo tenemos aquí: va caminando al lado nuestro el peligro en todo momento”. Hacia el final de la plática, Bibiana Camacho, galardonada con una mención honorífica en el Premio Juan Rulfo de Primera Novela en 2007, con Tras las huellas de mi olvido, cuenta sobre su manera de escribir: “En mis horas de comida me voy a un café con una libreta y escribo a mano lo que estoy haciendo; es otra sensación escribir en la computadora completamente diferente, aunque corrijas a mano; ya sé que después voy a tener que transcribir y corregir, pero me está gustando mucho ese proceso, porque ya es más sensible, más manual”. La escritora y editora mexicana termina por recomendar “Manual para mujeres de la limpieza, de Lucia Berlin, muestra las miserias humanas en su máximo esplendor, pero ella no anda tentándose el corazón, esas miserias que están ahí son muy evidentes, aunque al mismo tiempo hay belleza, que es muy difícil que un escritor pueda hacer eso: que esté lo sórdido y lo bello al mismo tiempo es supercomplicado y Lucia Berlin lo hace muy bien”. +

Por R. R. Fullton


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