SUPLEMENTO REVISTA GROENLANDIA 16

Page 40

nos besaríamos en el coche. Me dejaría conducir hasta mi cuarto. Y allí, sin ver ni oír nada, tratando de aislarme de toda la suciedad, del desorden, de las risas, gritos y conversaciones de mis compañeras de piso, de la tristeza de las paredes rancias y de la soledad que entraba a raudales de sombra por la ventana, trataría de sentir algo de calor, trataría de excavar en tus nalgas como quien busca petróleo en el desierto, trataría de cobijarme bajo tu espalda como quien busca refugio para pasar la noche, como si, en mitad de un viaje, la noche me hubiera sorprendido inesperadamente, y, a toda prisa, tuviera que improvisar algún lugar que me sirviera de refugio. Una no le pide mucho a un refugio de una noche. Yo quería pensar que tú eras eso. Un simple punto intermedio entre dos destinos. Un lugar que ofrecía techo y seguridad, aunque más pronto o más tarde tuviera que salir de nuevo al camino. Y algo me decía que ese momento ya había llegado. ¿Importaba entonces no tener destino? No. En absoluto. Como un animal nómada, sentía un impulso irrefrenable. Había que caminar. Había que caminar hacía donde fuera, sin pensar en los peligros que nos esperaban ni en qué estábamos buscando. Eso era algo que tú podías entender, pero no podías tolerar. Para ti, mi posición estaba clara. Yo era una buena acompañante. Podías lucirme en tus cenas y en tus conversaciones de despacho. Habitábamos mundos distintos. Yo estudiaba. Tú trabajabas. Yo vivía en un piso compartido, tú tenías casa propia. Yo era una peonza que rueda sin saber qué se espera de ella, sin comprender que era un mero juguete del que no se espera gran cosa, tan sólo un poco de distracción momentánea. Tú tenías dinero, prestigio, una carrera que seguir. Y pese a todo, no tenías bastante. Pese a todo estabas enfermo de decepción, 40


Issuu converts static files into: digital portfolios, online yearbooks, online catalogs, digital photo albums and more. Sign up and create your flipbook.