El Cruce - Mayo 2014

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Pag. 17 Política

soja, que es un cultivo que demanda muchos nutrientes de la tierra y, producto del desgaste, precisa del uso de agroquímicos que resultan nocivos para la salud.” “El corrimiento de fronteras agropecuarias para el cultivo de soja –profundiza la directora de Nutrición de la UNLa-- resultó en que se perdieran miles de hectáreas de plantaciones de árboles, con un impacto terrible en comunidades indígenas que fueron desterradas de sus tierras ancestrales, de sus montes y de su principal producción, pero también con enormes consecuencias para el medio ambiente, porque los caudales de agua que antes absorbían los árboles ahora terminan en inundaciones como las que vemos en el NEA y NOA. No es gratuito todo esto.” Sin embargo, el Plan Estratégico Alimentario 2010-2020 (PEA) planifica elevar la producción de granos de 100 a 157 millones de toneladas (60 por ciento más), lo que requerirá del aumento de la superficie sembrada de 32 millones de hectáreas

a 41 millones (27 por ciento más). En cuanto a la soja, pretende aumentar su producción unas 20 millones de toneladas, de 52 a 71 millones de toneladas. El Consejo Directivo de la Facultad de Ciencias Agrarias y Forestales de la Universidad Nacional de La Plata ha declarado al respecto que el PEA “tendrá un profundo y negativo impacto en el complejo sistema productivo de nuestro país, al consolidar el modelo de país agroexportador basado en la agricultura industrial, pools de siembra, agrotóxicos, monocultivos, despoblamiento rural y enormes ciudades insustentables”, en lo que representa “un modelo de agricultura sin agricultores”. De todos modos, para Boschi, el éxito del Plan depende de que “se establezcan políticas agropecuarias, como beneficios o incentivos, que orienten a los agricultores o a los productores ganaderos a que dejen de sembrar soja y se dediquen a la ganadería, al trigo, a la leche, a cítricos o a cultivos no tradicionales”. De otro modo,

Latinoamérica, entre el sobrepeso y el hambre Según la FAO, “la Seguridad Alimentaria requiere del ‘enfoque de doble vía’, un amplio espectro de políticas públicas para enfrentar situaciones sociales complejas de forma inmediata (como) programas de transferencias condicionadas y de alimentación escolar y enfrentar cambios estructurales en un horizonte de más largo plazo: apoyo a la agricultura familiar y mejorar los estándares del empleo asalariado en las zonas rurales de la región”. El Panorama de la Seguridad Alimentaria y Nutricional en América Latina y el Caribe 2013 analiza las principales variables de esta compleja temática. Algunos de los resultados: -47 millones de personas sufren hambre en América Latina y el Caribe, 3 millones menos que en 2008-2010 -16 países de la región han cumplido el primer Objetivos del Milenio, meta de “reducir a la mitad el porcentaje de personas que padecen hambre”. -El sobrepeso afecta a un 23% de los adultos y a un 7% de los niños en edad preescolar. -La región logró avances importantes en la reducción de la pobreza y la indigencia: en 1990 pobreza afectaba al 48,4% y la indigencia a al 22,6% de la población; hoy se han reducido a 28,8% y 11,4%, respectivamente. -América Latina y el Caribe producen más alimentos de los que requieren para el consumo de su población. Ningún país de la región carece de disponibilidad calórica suficiente para los requerimientos mínimos diarios por persona. -El ciclo de crecimiento económico de los años 2000 permitió aumentar el empleo y los ingresos; sin embargo, el crecimiento en sí mismo no ha logrado resolver las grandes carencias y desigualdades características de la región.

los productores no cambiarán por otra producción. “Es importante destacar que Argentina es uno de los pocos países en América Latina que tiene un Pan Nacional de Seguridad Alimentaria (2003) por ley, que brinda una cantidad de prestaciones enorme: desde apoyos a comedores infantiles, huertas comunitarias a la atención integral de la salud. Este plan, sumado a políticas trasversales como la de Precios Cuidados y la Asignación Universal por Hijo, contribuye a garantizar el acceso a los alimentos. Sin embargo queda muchísimo por hacer.” En esa línea, hay que trabajar en dos planos, opina la periodista Soledad Barruti. “El fin de todo es que vos compres tu comida hecha en una caja y la metas al microondas. La solución sólo puede estar en que la comida sea hecha por personas y no por empresas. Pero aunque lo hagas, vas a estar expuesto a recibir la manipulación de los procesos productivos, a que le hayan puesto mucho plaguicida al tomate, a que la carne venga de un feedlot y no de un campo. Y eso, en el segundo nivel, nos está diciendo que tenemos que volvernos políticamente responsables para requerirle al Estado un cambio en función del cuidado de la salud.” Una cosa es segura: no tenemos un DeLorean para regresar a la década del 1980. Aunque pudiéramos retroceder el contador e impedir la avanzada sobre los pequeños productores, no se puede ignorar que el modo en que comemos está atado a los nuevos ritmos de vida, la globalización del mercado y la concentración de poder político-económico de las trasnacionales. Ir al super y distinguir qué productos son comida y cuáles una idea publicitaria de belleza, comodidad o sabor es la punta del iceberg. El verdadero desafío será encaminar la producción, acceso y uso hacia modelos más saludables para la población y generaciones posteriores. Malas noticias: abrir la bolsa, hervir y tragar, no es comer.


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