31 de mayo

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además, porque hay errores de citas y exageraciones evidentes; no es ensayo, aunque a veces pontifica, pero su forma es más parecida a la de un libro de historia. Y, a juzgar por quienes han promovido y comentado el libro, su acogida parece ser puramente ideológica y basado en su ficción. Claro, ese podría ser también el motivo de éxito de una novela o un libro de historia. El argumento es que tanto la historia como la ficción tienen coladores retóricos que permiten que se mezclen sus métodos, sus funciones y su forma o estructura sin que se altere apreciablemente la experiencia del lector ni la intención del autor. El lector aprenderá lo que desee y retendrá de su lectura lo que más le convenga tanto de la novela como del libro de historia, y lo uno puede estar tan tergiversado como lo otro o mezclado, como en los ejemplos que acabo de dar. Existe, además, el autor “reportero”, “el periodista” que nos adentra en una historia verídica que pensamos pretende ser esclarecedora o solucionadora, pero que resulta ser más un cuento aleccionador de una época o de una forma de pensar —o de no pensar— de una nación. Con gran agudeza y, simultáneamente, con picardía Sergio Ramírez nos mira a los ojos desde las páginas de Castigo divino y nos relata los desmanes de las dictaduras de Nicaragua y Costa Rica en el primer cuarto del siglo XX. No solo nos cuenta un suceso que repercutió en su país, al que le añade la sal y pimienta de lo ficticio, sino que en la misma novela lo resume como pura ficción para que entendamos mejor la tortuosa trama que refleja cómo es la vida en general y los procesos legales en particular. Al hacerlo, esa

muestra de lo real modulado por lo ficticio nos acerca más al problema ético que el autor desea que consideremos. Cerca también al hueso corrupto de un sistema legal y policiaco establecido por una especie de dictadura tradicional, como lo ha sido la dominancia del Partido Revolucionario Institucional en México, es la espectacular tour-de-force de Jorge Volpi, Una novela criminal, que él mismo llama novela documental o novela sin ficción. Como hace Ramírez Volpi también inventa posibilidades en la “novela sin ficción”. Además, no solo protagonizan en ella música, radio, TV, teléfonos móviles, Google y correo electrónico, cosas que Schlegel (ver el epígrafe) no podía predecir, mostrando que estos ahora amplían las posibilidades literarias. En la obra de Volpi, el maridaje de lo real —la historia de Israel Vallarta y Florence Cassez— y lo inventado por el autor y los propios personajes verídicos y los medios de comunicación mexicanos son evidencia que los límites entre ficción e historia pueden ser movedizos o inexistentes. Al tejer la “historia”, el escritor de ficción no tiene que ceñirse a todos los detalles de lo que se presume tiene peso histórico (lo constatable), ya que lo que está construyendo tiene que corresponder al personaje que está creando (esté o no basado en uno real) en su época y su referente cultural, y la participación de ese individuo en la historia estará determinada por el poder del autor en la creación de sus personajes. Como ha dicho Hayden White, la sutileza de los procedimientos de construcción de la trama tienen que proveer una unidad dramática comprensible, con los detalles de ciertas “verdades históricas” que muchas veces son inmateriales. De todos modos, estos tienen que 27


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