Crisol 79

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rado estaba lejos del órgano de gobierno y eso generaba muchos problemas, se sentían más camuflados”. Durante aquella etapa, Jesús Marcos como jefe de estudios tenía una posición contraria a la división administrativa. “Aún así reconozco que fue muy favorable por la seguridad de los niños que tenían que cruzar la nacional, ya que hubieron varios niños muertos atropellados. El inspector vio el problema de la carretera, que en ese momento tenía mucho tráfico, y habiendo dos edificios distintos con una carretera que separaba y una población a los dos lados compensada, no costó nada. 400.000 pesetas puso Conselleria para la separación, que repartimos entre los dos centros, que dio para comprar una máquina multicopista y poco más”, sostiene. De este modo se repartiría el profesorado entre las dos sedes y comenzarían una andadura por separado. Sergio, director del Antonio Machado, confirma una buena relación entre los dos colegios. “Estamos integrados en la xarxa d'escoles del Camp d’Elx, seguramente en su día hubo rivalidad pero hoy hay buena comunicación, porque los niños son los mismos que juegan al fútbol o van al instituto juntos”.

PUPITRE DE RECUERDOS Pepita 'la conserje' era la primera en encender las luces y la última en echar el cierre. Una de sus misiones era la de revisar cada detalle de las instalaciones para asegurar el buen clima en el aula. Durante tres décadas ligada a las dos escuelas recuerda que al principio todo era muy familiar, “gente de fuera había muy poquita, éramos todos del pueblo. Les quitaba los dientes de leche y los curaba cuando se lastimaban. Si algún niño se encontraba mal llamábamos a la madre, y si la madre no estaba disponible como conocía a toda la familia llamaba a la prima, la cuñada, la tia. Y luego se vivían mucho algunas fiestas como la navidad, teníamos que preparar el escenario y luego corriendo desmontando para que comieran los niños, ahora sigue siendo lo mismo pero entonces se vivía mucho, fue una época muy feliz”. Anécdotas para llenar libretas tienen algunos exalumnos como Cristian Martínez (1987), el ‘gamberrillo’ de su generación, que hoy trabaja de agente comercial. “Mi madre no sabia qué hacer con nosotros y nos apuntó a Judo con Aquilino, que lo impartían en el colegio. Molaba porque llegamos a Cuenca en el 2000 para el Campeonato de España. Luego recuerdo que lo mejor de todo el año era

la excursión en bicicleta a Urbanova para pasar el día en la playa. La amenaza más dura era no ir a esa excursión. Y el momento del patio era mágico, salíamos a jugar al fútbol y también íbamos a la escalera prohibida de detrás del edificio, te sentías maligno. Por no hablar del fin de curso cuando escribíamos una canción metiéndonos con los motes de los profesores y le cantábamos una canción de despedida al curso que se terminaba la etapa del cole." Juanma Agulló (1993) fue uno de los alumnos más brillantes de su promoción. Graduado en Ciencias Biomédicas y especializado en Neurociencias, sueña con tener su propio laboratorio científico. Recuerda con nostalgia su etapa escolar. “El viaje de fin de curso fue muy divertido, todos en el mismo cuarto con literas gastando bromas y jugando al ‘gallumbol’, tirando calzoncillos sin saber de quién eran. También recuerdo que me apunté al club de ajedrez con mi amigo Dámaso y gané dos veces en competición. Yo era tímido y un día nos visitó la escritora Laura Gallego que venía a presentar su novela. Era el único que se la había leído y me tocó explicar en voz alta de qué iba el libro, qué mal lo pasé”. Elena Carrillo (1994) se dedica al mundo de la estética. Recuerda su primera etapa del cole con mucha nostalgia, sobre todo, el momento en el que la profesora de inglés les daba chucherías cuando acertaban los ejercicios. Y luego, “los piques” entre la clase del A y el B eran míticos.


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