Revista CIA Nº 6

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Qué calor hará sin vos en verano

De nada sirve negar las evidencias: el impacto de la revolución digital en la vida de la especie ha transformado de manera decisiva la manera en que nos enfrentamos a la realidad, afectando radicalmente el entramado textual del mundo como lo conocíamos hasta hace poco. Por lo general a la saga de los conflictos del presente –y nacida en un mundo que ya no existe– la literatura tardará un poco más en acusar el golpe, entre otras causas, porque el mundo vive imbuido en asimétricos y hasta antitéticos cronotopos: mientras en algunos lugares el fin de la historia ya sucedió y se vive a campo abierto en circunstancias postnacionales, en otros lugares la historia como la concebíamos hasta antes de la revolución digital sigue sucediendo todavía. Nacida y ejercida como como la conocemos en América latina en el siglo XIX, la literatura en el presente –pese a que buena parte de los creadores, junto con el entramado que edita, publica, promociona y vende libros parecen no darse cuenta– se encuentra desfigurada, o más bien fuera quicio ante los entramados políticos y simbólicos del presente. Y como parece que a los autores tales disquisiciones les resultan perpendiculares al ombligo, es más bien poco o lo que podemos extraer de un improbable diálogo al respecto. El análisis más somero del presente permite asegurar, como lo ha apuntalado desde hace tiempo Robert Darnton, que el futuro de la información escrita será por fuerza digital. Lo que sin embargo no parece modificarse estructuralmente –no al menos todavía– es el misterioso acto de leer, que


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