Revista Cepa 10

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de este LADO lentamente, mediante el silencioso avance de los talibanes desde el sur y el desbordamiento del conflicto hacia los Estados centroasiáticos (Turkmenistán, Uzbekistán) pero principalmente hacia Pakistán –país que ha sido capital en el crecimiento de la resistencia afgana, no solamente por proveer suficientes combatientes islamistas y por garantizar bases importantes en las regiones fronterizas separatistas de Waziristán y Baluchistán, sino porque además, ha entregado importante formación militar mediante el apoyo a los talibanes de ex-agentes del Estado involucrados en estrategia de guerrilla urbana durante el conflicto con la India por Cachemira. Esta situación se complica más si vemos que el inestable contexto regional no solamente amenaza al proyecto estratégico de EEUU en la región, sino que además, aspectos esenciales de sus actuales campañas militares, como es que amenazan las líneas de abastecimiento. Las ocupaciones se encuentran rodeadas por un conflicto que desde hace rato desbordó: un Pakistán a punto de su desintegración como país y con una creciente radicalización islámica; una India que enfrenta a una importante insurgencia maoísta que avanza a pasos agigantados entre los parias y los campesinos, envalentonados por el ejemplo sentado por la exitosa guerrilla maoísta nepalí; Irán que sigue siendo una piedra en el zapato y aunque no representa una amenaza estratégica, tampoco colabora; un Líbano que no se somete a sus dictados y que mantiene una posición férrea ante Israel; brotes de radicalismo islamista en Yemén, Egipto, Somalia, Arabia Saudita y en Chechenia. A lo que hay que aumentar el riesgo de la piratería somalí. Y aunque en Palestina ha logrado domesticar a Fatah y a la Autoridad Palestina en manos del servil Abbas, Hamas sigue siendo un movimiento que pone en cuestionamiento el proyecto de EEUU en la región y la legitimidad de Fatah en Cisjordania, a los cuales evidencia como colaboracionistas y entreguistas, predicando la resistencia con el ejemplo. 60

EPA En Sri Lanka, la derrota militar de los Tigres Tamiles dio un respiro a los EEUU, pero ninguna derrota militar es decisiva, ni este hecho cambia la correlación de fuerzas desfavorables en la región. Con este escenario en mente, tenemos que entender la importancia capital que tiene la cuestión kurda. En Irak, los sectores nacionalistas burgueses y tribales liderados por el PDK de Barzani y el PUK de Talabani, han colaborado abiertamente con la ocupación y han sido uno de los pilares en los cuales EEUU ha podido reposar su estrategia militar en ese país, logrando conformar un gobierno regional kurdo –el cual además, reposa en un territorio riquísimo en petróleo (Mosul, Kirkuk). Evidentemente, este acomodamiento con la ocupación ha llevado a fricciones en el seno de la resistencia kurda, particularmente con el PKK y con su versión iraní, el PJAK, situación que los EEUU no pueden permitir. Pero la debilidad de las bases de apoyo del PUK y del PDK, y el riesgo de un deterioro de la relativa estabilidad de la región kurda iraquí, hacen que estos no puedan oponerse enérgicamente a la presencia del PKK y del PJAK en el sur del Kurdistán. Mientras tanto, esta situación preocupa a los gobiernos vecinos, quienes no sólo temen que el ejemplo de un gobierno regional autónomo kurdo en Irak siente un mal precedente para “sus” propios kurdos, sino que además denuncian a ese gobierno regional por albergar a los “terroristas” ¡aunque en realidad, por más que quieran, no pueden hacer nada contra ellos! Incluso, Turquía, en Febrero del 2008, llegó a invadir el sur de Kurdistán, en una movida que provocó una crisis menor (denuncias cínicas de los líderes kurdos del sur y desaprobación norteamericana de la boca para afuera), pero que podría haber tenido importantes consecuencias si las masas kurdas en


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